Opinión Nacional

Roscio y el 19 de Abril

No ha sido suficientemente honrada la memoria de Juan Germán Roscio (1763-1821). El eminente humanista Pedro Grases le considera uno de los cuatro o cinco hombres más ilustres de la Independencia Hispanoamericana. Con presentación del propio Dr. Grases y prólogo de Monseñor Baltazar Porras, un reciente libro de Luis Ugalde, s.j., busca reparar la deuda de la nación con el jurista de la emancipación: El Pensamiento político-religioso de Juan Germán Roscio (Bid & co. Editor).

Este hijo de un inmigrante italiano de Milán, Cristóbal Roscio, y de madre venezolana, Paula María Nieves, fue el autor del influyente manifiesto El triunfo de la Libertad sobre el Despotismo, editado por primera vez en Filadelfia durante su exilio en 1817, y escrito en la prisión de Ceuta después de la caída de la Primera República, cuando fue apresado por Monteverde por su actuación primordial en los sucesos del 19 de abril de 1810. Entonces, Roscio, junto con José Félix Sosa, entró al Cabildo y ambos se autoproclamaron “diputados del pueblo.” 

Graduado de Bachiller en Cánones y Doctor tanto en Derecho Canónigo como en Derecho Civil de la Universidad de Caracas, el principal abogado de la Independencia había adquirido renombre por su defensa a las personas que eran objeto de discriminación en la sociedad estamental de la Colonia.

El padre Ugalde destaca en su obra no sólo su esclarecido intelecto, formación jurídica y fe cristiana, sino su honradez a toda prueba, su acendrada convicción republicana y su tenaz defensa de los mestizos, esclavos y los llamados “blancos de orilla.” Roscio, a quien se le objetaba ser hijo de madre mestiza, promovió la creación de una Biblioteca Pública en 1810, a la cual podían tener libre acceso todos los ciudadanos sin distingos de clase o raza. En uno de los juicios argumentó a favor de su defendida Isabel María Páez:

Infeliz estado, aquel en que la vanidad, la locura  y entusiasmo usurpan el premio debido por derecho natural y divino al mérito y a la virtud…

¡Desgraciado pueblo! Aquel en que la nobleza hereditaria, que es la de la tercera e ínfima clase, se prefiere a la de segunda clase que es la civil, y lo que es más a la natural, que es la primera clase, la más excelente de todas, la real y verdadera, la celebrada en divinas y humanas letras y la estimada y amada de Dios y de los buenos. Ésta es la hidalguía y la nobleza de bondad.  

Roscio fue un católico practicante y junto con su hermano presbítero, combatió y argumentó brillantemente que la Independencia Hispanoamericana era un derecho de los americanos que era perfectamente compatible con la Iglesia de Roma y la doctrina de Dios, contrariando y desmontando la tesis de los realistas de que emanciparse del Imperio Español era un pecado mortal porque el Rey de España era tal por derecho divino. Por eso, señala el padre Ugalde, cuando en la prisión de Ceuta acariciaba la idea de “morir en los campos de batalla” veía la importancia de sembrar, antes, las ideas político-religiosas opuestas a la monarquía.

El prócer civil de San Francisco de Tiznados fue secretario de Relaciones Exteriores de la Primera República y diputado por Calabozo al Congreso Constituyente de Venezuela y, junto con Francisco Isnardy (también de ascendencia italiana), redactor del Acta de Independencia del 5 de julio de 1811, contribuyendo también en forma determinante a la elaboración de la primera Constitución de la República de Venezuela.

Después de su prisión y exilio, Bolívar le llama desde Los Cayos, Haití, y regresa a Venezuela en 1818. El Libertador, cita Ugalde, le recuerda al presbítero José Cortés de Madariaga, que la organización civil de la República requiere de sus servicios, porque “el sistema militar es el de la fuerza y la fuerza no es gobierno,” para luego añadir: “Usted y nuestros amigos Roscio y Castillo harían un fraude a la República, si no le tributasen sus virtudes y sus talentos quedándose en una inacción que sería muy perjudicial a la causa pública.

Juan Germán Roscio se reincorpora a la causa republicana y participa como diputado en el Congreso de Angostura en 1819 y es uno de los fundadores y asiduo colaborador del Correo del Orinoco. Es designado vicepresidente del Departamento de Venezuela y poco después vicepresidente interino de Colombia, La Grande. Se traslada a Cúcuta para presidir la redacción de la Constitución de Colombia, donde muere el 21 de abril de 1821. En la fecha bicentenaria del 19 de abril, proponemos que la Biblioteca Nacional lleve el nombre del hijo ilustre de San Francisco de Tiznados.

De él dijo Bolívar: es un Catón prematuro en una república en que no hay leyes ni costumbres romanas.

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