Opinión Nacional

Ruda y cursi transmisión de estereotipos

Declaro mi culpabilidad.

Me mantuve firme en la convicción de no ceder al bombardeo publicitario, ni a la tentación de ver al joven actor mexicano que conquista espacios internacionales, por no atragantarme con la actuación de su rémora y amigo de la infancia, al que promueve en todos sus proyectos, aunque carece de presencia escénica.

Pero cedí ante el entusiasmo de familiares, que me hicieron pensar que tal vez estaba mal prejuiciada.

“Rudo y Cursi”, es una película producida por la empresa que forman tres grandes directores mexicanos, Alejandro Gonzáles Iñárritu, Alfonso Cuarón y Guillermo del Toro.

Declaro mi incapacidad para presentar un análisis del valor artístico o de la calidad cinematográfica del film. Como la película me resultaba aburrida, y las actuaciones nefastas, mi atención se centró en aquellos aspectos que, como observadora de la realidad social me preocupan: la presencia de creencias rígidas sobre ciertos colectivos humanos, de los que se supone que comparten características distintivas, y en muchos casos, negativas.

La obra cinematográfica de referencia, está plagada de estereotipos, o sea, generalizaciones referentes a determinados atributos de un integrante de un grupo étnico, social o nacional, que además son ridiculizados y se convierten en ofensivos y discriminatorios.

De esta forma, los estereotipos presentados en el film, son negativos, vistos desde la óptica del observador, en este caso, los productores de la imagen transmitida, generando prejuicio y también exclusión.

Los personajes centrales de la película, son dos hermanos, oriundos de algún estado mexicano con clima tropical y playa, y de origen socio-económico-cultural muy bajos. Pésimamente representados desde el punto de vista histriónico, a éstos personajes se les adjudican características negativas. Son flojos, desalineados, pringosos, ingenuos, manipulables, ignorantes, viciosos y con cortas expectativas de progreso.

Otro de los personajes, es un buscador de talentos futbolísticos, de origen argentino. Presuntuoso, seductor, ostentoso, abusador de los menos preparados, y además, estafador.

Para seguir marcando los estereotipos nacionales, una joven, con cuerpo esculpido, representa a una presentadora de televisión, proveniente de una isla. El tono de su voz hace pensar en una cubana. El personaje es una arribista, que usa la atracción sexual para vincularse con futbolistas exitosos y obtener de ellos beneficios materiales; es tonta, bella y seductora, y deja que la vean sólo como un objeto sexual.

La madre de los personajes centrales es el estereotipo de la mujer sumisa, abusada por su pareja, a quien no deja a pesar del maltrato. Para salir de la situación de pobreza, acepta que su hija, menor de edad, se case con el rico del pueblo, narcotraficante, prepotente y autoritario, otro estereotipo más en la película.

El error asociado a la creación y difusión de estereotipos es el absolutismo fenoménico en la forma de caracterizar al grupo social, al presentarlo como si en la realidad fuera tal como el creador del estereotipo lo percibe.

Los medios de comunicación tienen el potencial de manejar masas y poder moldear las conductas; de esta forma se definen estereotipos que afectan a la sociedad, crean resentimientos, odios, y segregan a parte de la población.

En lugar de esto, deberían enviar señales que permitan la integración, la tolerancia, y resalten los aspectos positivos de cada grupo, que sean útiles para ser incorporados en la sociedad.

Ni todos los argentinos son presuntuoso, ni todas las chicas bonitas son tontas y arribista, ni todas la cubana llegan a trepar, ni todos los mexicanos de baja condición social somos flojos y manipulables.

Cuidado con los que vemos, por que también eso forma a la ciudadanía.

Y por cierto, que alguien le diga a Diego Luna que es un pésimo actor.

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