Opinión Nacional

Rumbo al colapso

Esto constituye un coctel realmente complicado, nada fácil de enfrentar y solucionar; de allí su abroche, cada vez más fuerte, con el sector militar para mantenerse en el poder. Esta dependencia tiene sus bemoles, le puede resultar beneficiosa, pero ¿por cuánto tiempo? Mientras más dependiente, más amarrado está.

Nadie puede salir de un hoyo cavando hacia el fondo y eso es, precisamente, lo que está haciendo Maduro, profundizando el abismo, pues. En este momento no se sabe, a ciencia cierta, quién manda en Venezuela. Diosdado anda por la libre con su propia agenda, como lo demostró en el Zulia cuando en presencia de la ministra de la Defensa y de integrantes del Alto Mando destituyó, en vivo y en directo, al mejor estilo de Chávez, a un grupo importante de integrantes de la Fuerza Armada. Ahora bien, Cabello es presidente de la Asamblea Nacional y, por ende, no tiene facultades constitucionales para decisiones de esa naturaleza, por lo que dejó muy mal parados al propio presidente de la República (así esté cuestionado) y a los militares de alto rango que se encontraban presentes. Y, ahora, para colmo de males, ha decidido sacar su propio programa de televisión, buscando aumentar su protagonismo en los medios, como si con los cargos que detenta no fuera suficiente.

 

Las declaraciones de ministros y funcionarios de alto rango son, con frecuencia, contradictorias y le echan más leña al fuego –sobre todo en materia económica–, lo que demuestra la falta de coherencia de quienes se supone deben coordinar acciones para superar la crisis. Hasta el propio Maduro “incentiva” a los empresarios privados a invertir y echar para delante sus negocios ofreciéndoles una “fría” cárcel, si no se ajustan a lo establecido en la confusa Ley Orgánica de Precios Justos, al tiempo que a la superintendente, Andreína Tarazón, le “dan risa” las solicitudes de los gremios empresariales. ¿Se puede gobernar con tamaña ignorancia y desparpajo? Con esto lo que se logra es desactivar aún más lo que queda del derruido aparato productivo nacional.

Es cierto, el difunto mandaba con bravuconadas, pero sabía hasta dónde llegar y cómo y en qué momento hacerlas. Estos dilapidadores de su herencia política y de su poder son unos imitadores sin gracia, de pacotilla, desangelados, que lo que hacen es empeorar más lo que de suyo está revuelto. La masa no está para bollos, como dice la gente. En una nación transida de paz y tranquilidad, los que gobiernan lo hacen a punta de amenazas y represión creyendo que así van a maniatar la conciencia democrática de la gente.

¿Le está dando Maduro la lectura correcta a lo que sucede, o se está dejando llevar por los que le calientan la oreja autoritaria? Es grave la negativa a entregar las divisas para la adquisición del papel necesario para los periódicos nacionales y regionales. ¿Realmente cree el oficialismo que chantajeando a los medios impresos, obligándolos al cierre por falta de materia prima va a lograr tapar el sol con un dedo? Pereciere que han olvidado la lección de que hasta las más feroces dictaduras –con fuerte censura a los medios de comunicación– han caído como castillos de naipes cuando el pueblo se arrecha y decide tomar en sus manos su propio destino. ¡Ah! Se me olvidaba, los militares también son pueblo, como tanto repetía el comandante eterno.

Vistas las cosas así, el régimen puede encallar gracias a la seguidilla interminable de desatinos e incomprensión de los que tienen la silla de Miraflores y creen que nunca saldrán de ella.

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