Opinión Nacional

¿Sabías que somos una Republica confesional?

A raíz de la presentación [no discusión, porque las órdenes del Iluminado no se discuten] y aprobación de la Ley Orgánica de la Fuerza Armada Nacional “Bolivariana”, se puso sobre el tapete, aunque a destiempo, el calificativo de “bolivariana” o “bolivariano” agregado como un adjetivo calificativo a la denominación de los diferentes componentes militares. A quienes se opusieron ahora en la asamblea nacional a esa denominación, habría que decirles como dijo mi muy apreciado Luis Herrera Campins “tarde piaste pajarito”. Porque esos mismos diputados, hoy en la oposición con ardor y fuerza que respeto, le dieron apoyo político igualmente ardoroso al absurdo cambio de nombre de la república a República Bolivariana de Venezuela.

Y ese cambio de nombre a república BOLIVARIANA, no fue accidental sino que apuntó y apunta a identificar a la nación y a los venezolanos con el “pensamiento bolivariano” en que supuestamente se fundamenta el socialismo del siglo XXI, la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), la Revolución Bolivariana, etc. Basta recordar que los golpistas de 1992, como todos los golpistas y dictadores o gobernantes militares de nuestra historia, han tratado siempre de justificar sus tropelías en el denominado “pensamiento bolivariano”. Y es así como la primera denominación de esos delincuentes fueMovimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200). El Iluminado de Sabaneta siempre se nos ha presentado como “bolivariano” e identifica a sus seguidores como “los bolivarianos”. Y los primeros grupos paramilitares delincuenciales del régimen se llamaron Círculos “Bolivarianos”. Y ahora el grupo de cuatreros, asaltantes y secuestradores financiado, aupado y dirigido por el gobierno del Iluminado, se denomina Frente “Bolivariano” de Liberación (FBL). Hasta las FARC de Chávez y sus protegidos del ELN se proclaman “bolivarianos”.

De manera, que resulta evidente que el cambio de nombre de la república a REPUBLICA BOLIVARIANA, siempre tuvo el objetivo de identificar a la Nación y al Estado con el movimiento político-militar y narcoterrorista encabezado por Hugo Chávez. Y resulta ingenuo pensar que ese cambio de denominación de la república tuviera como objeto declarar solemnemente una romántica adhesión nacional al pensamiento de ese Dios o Semidiós, en que la necedad y la superficialidad que han plagado la enseñanza de nuestra historia han convertido a Bolívar.

Esa atrocidad de cambiarle el nombre a la República de Venezuela por República BOLIVARIANA de Venezuela, no encontró resistencia en la población y por supuesto mucho menos en los partidos y grupos políticos que apoyaban a Chávez al momento de la Asamblea Constituyente. Pero tampoco hubo un rechazo firme por parte de quienes lo adversaban. Es necesario recordar que la proposición de cambio de nombre fue rechazada en primera discusión y sorpresivamente, después de un jalón de orejas del Iluminado a sus subalternos, fue aprobada con una mayoría abrumadora y con el voto salvado de unos pocos.

De allí, que no puede uno entender cuál es la alarma por el hecho que las a las Fuerzas Armadas se les cambie el nombre a Fuerza Armada Nacional “Bolivariana”, al Ejercito a Ejercito Nacional “Bolivariano”, a la Armada a Armada Nacional “Bolivariana”, etc. Porque tal cambio es como si se le denominara Fuerza Armada Nacional Venezolana, ya que sencillamente adopta parcialmente el nombre de la República “Bolivariana”. En otras palabras este cambio de nombre a las fuerzas militares es consecuencia del primero, es decir del cambio del nombre de la República, que ninguno de los que hoy protestan objetaron en su oportunidad. Porque la verdad es que en nuestro país oponerse a algo que sea “bolivariano” o a que a alguna institución se le denomine “bolivariana” es motivo de repudio público, es como oponerse a que se le rinda culto a la Virgen de Coromoto, a la Virgen del Valle o a La Chinita.

Y es que la denominación bolivariana, aparte de servir un fin partidista y satisfacer la egolatría presidencial, ha servido desde el primer momento para diferenciar entre “bolivarianos” y “anti bolivarianos”, entre “patriotas” y “realistas”, entre “revolucionarios” y “escuálidos”, etc. Y es que tal denominación forma parte del arsenal de la guerra psicológica desatada desde el comienzo del régimen contra todos los venezolanos, para los que de alguna manera, y de acuerdo a la tradición, se sientan “bolivarianos” se “cuadren con el gobierno y que quienes no se sientan “bolivarianos” teman manifestar su discrepancia.

Pero más grave aún, es que tal denominación de República Bolivariana reviste un carácter claramente confesional, contenido en la Exposición de Motivos y resumido en el artículo 1º de la Constitución. En efecto, en el Título I, Principios Fundamentales de la Exposición de Motivos, leemos lo siguiente:
“El primer Título de la Constitución, referido a los principios fundamentales, consagra, la condición libre e independiente de la República Bolivariana de Venezuela; condición permanente e irrenunciable que se fundamenta en el ideario de Simón Bolívar, el Libertador, su patrimonio moral y los valores de libertad, justicia y paz internacional.

De esa manera se rescata el legado histórico de la generación emancipadora, que en la gesta heroica de la independencia de Venezuela luchó para forjarnos una patria libre, soberana e independiente de toda potencia extranjera. Al mencionar a la figura paradigmática de esa revolución inicial, el Libertador Simón Bolívar, se recoge el sentimiento popular que lo distingue como símbolo de unidad nacional y de lucha incesante y abnegada por la libertad, la justicia, la moral pública y el bienestar del pueblo, en virtud de lo cual se establece en la Nación venezolana, organizada en Estado, se denomina República Bolivariana de Venezuela…”
Lo que se resume en el artículo 1º en los términos siguientes:
Artículo 1. Venezuela se declara República Bolivariana, irrevocablemente libre e independiente y fundamenta su patrimonio moral y sus valores de libertad, igualdad, justicia y paz internacional, en la doctrina de Simón Bolívar, el Libertador.

Es decir que en esa constitución, “la mejor del mundo” (¿?), se establece y se le pretende imponer a todos los venezolanos una doctrina política oficial “…la doctrina de Simón Bolívar, el Libertador…”.

En poco se diferencia de la constitución de Irán, que expresa en su Principio 1º lo siguiente:
“…El régimen de Irán es la República Islámica, por la cual votó afirmativamente el pueblo iraní, movido por su fe en el gobierno de la verdad y de la justicia coránicas, después de su victoriosa revolución islámica bajo el liderazgo de su máximo dirigente religioso, el gran ayatolá supremo, el Imán Jomeini…”
y en su Principio 4º expresa:
“…Todas las leyes y decretos civiles, penales, fiscales, económicos, administrativos, culturales, militares, políticos y otros cualesquiera deberán ser promulgados basándose en los preceptos islámicos…”
El espíritu inquisidor y confesional es el mismo en ambas constituciones, con la diferencia, de que una tiene una motivación religiosa, absolutamente repugnante, y la nuestra una motivación política fundada en un mito quasi religioso, el mito del Bolívar superhombre y semidiós.

Establecer estos principios de “bolivarianismo” como doctrina oficial de la Nación atenta contra el más fundamental de los derechos humanos: la LIBERTAD DE PENSAMIENTO. Es el establecimiento de un régimen confesional al igual que los regímenes islámicos de Irán, Pakistán, Mauritania o Afganistán.

En lo personal NO SOY, NI HE SIDO, NI SERE JAMAS BOLIVARIANO. Y nadie puede obligarme a mí ni a ningún venezolano a suscribir esa llamada doctrina política de “El Libertador” (¿?), que según el texto constitucional fundamenta la existencia de la Nación. Ninguno de los venezolanos con acceso a los medios de comunicación objetó semejante dislate y agresión a la libertad de conciencia y de pensamiento. Este tema jamás ha estado en el tapete del debate polític. Solamente voces aisladas como la del Profesor Elías Pino Iturrieta y Allan Brewer Carías dejaron sentir su desacuerdo.

Esta disposición constitucional podría, eventualmente, conducir a que cualquiera de los “juristas de la persecución”, llámese Carlos Escarrá o Isaías Rodríguez o Luisa Ortega Díaz o el juez Mario Silva, resuelva enjuiciar a todo el que exprese que profesa un pensamiento político diferente a “la doctrina de Simón Bolívar, el Libertador”, que según la Constitución de 1999 sirve de fundamento a la “existencia” misma de la Nación. En efecto podría darse el caso de que quien haga proselitismo político entre venezolanos para llevarlos a militar en una organización o partido que sostenga una doctrina diferente a la de “Simón Bolívar, el Libertador”, podría ser acusado de conspirar para “…destruir la forma política republicana que se ha dado la Nación…” (Art. 132 del Código Penal Venezolano), delito que conlleva la pena de ocho a dieciséis años de presidio.

El llamado pensamiento político de Bolívar es, a mi muy humilde juicio, una antigualla de comienzos del Siglo XIX, que pocas luces le puede dar a una Nación que aspire a incorporarse al siglo de la educación, la ciencia, la tecnología, la productividad y la globalización. Esa pretendida imposición de un pensamiento político paleolítico y oligárquico constituye un atropello a la libertad de pensamiento y de conciencia de los venezolanos. Atropello que no fue denunciado y combatido a tiempo con la fuerza y el entusiasmo necesario. Y esa aceptación tácita y a regañadientes fue consecuencia del mito creado alrededor de la figura de Bolívar y su endiosamiento como supuesto genio militar, que no lo fue, e iluminado político. Sin ser historiador, me atrevo a decir que Bolívar fue un político muy importante de su época, hábil y escurridizo, oportunista y sanguinario, que erró en numerosas ocasiones, que tuvo conductas reprobables y pasajes sumamente oscuros en su actuación pública. Pero ¿quién se atrevía a oponerse a que se bautizara a Venezuela como “Bolivariana”? ¿Quién se iba a lanzar al foso de los leones a que le dijeran antipatriota, hereje, etc.?
De manera que los lamentos por la denominación política de “bolivariana” a cada componente de las fuerzas armadas, llega tarde y sin sentido.

¡¡Tarde piaron pajaritos!!!

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