Opinión Nacional

Salir de Chávez no es la solución

Salir de Chávez no es la solución, si antes no se logra un consenso para establecer las bases sólidas que se requieren para reconstruir todo lo que el gobierno » revolucionario» destruyó.

Empecemos por algunos de los aspectos esenciales, para reconstruir al país es necesario que las fuerzas políticas de la oposición, la sociedad civil, la iglesia, los militares, los trabajadores y la mayoría de los miembros de los actuales partidos de gobierno entiendan que sin un pacto de gobernabilidad no habrá fuerza alguna que pueda restablecer la confianza, ni en las instituciones, ni en los programas de gobierno.

Es tan importante la recomposición de todas las instituciones del país como lo es un programa de gobierno aceptable y aceptado por la mayoría de los venezolanos. Un punto fundamental será, si se logra ese acuerdo, explicarle a la colectividad el impacto, costo y las dificultades de su puesta en marcha. Aquí no podemos seguir edulcorando la realidad, no podemos prometer lo que sabemos de antemano que no es realizable ni en el corto ni en el mediano plazo.

En Venezuela se requiere un liderazgo que se inspire en (%=Link(«http://homepage.tinet.ie/~finnegam/war/churchill.htm»,»Churchill»)%) cuando éste le dijo al pueblo inglés asediado diariamente por los bombardeos de la Luftwaffe que lo único que podía ofrecerle para vencer era » sangre, sudor, lágrimas y trabajo arduo».

En nuestra nación estamos viviendo en circunstancias parecidas a las que ocurren después de una guerra. El país está dividido, el odio y la desconfianza reinan entre grandes sectores de la población. La violencia ha ido quitándole espacio al diálogo, mientras que la confusión y la desesperanza parecen ser el único denominador común que une a los venezolanos.

Independientemente del bando en el cual nos afiliemos o ubiquemos, tenemos que convencernos que si no hacemos un verdadero esfuerzo por acordar juntos cómo afrontar la crisis económica que nos agobia, y enfrentar con eficacia el vergonzoso estado de desigualdad social, que nos acerca diariamente a una realidad semejante a la de Haití,inevitablemente caeremos en un vórtice sin fin.

También hay que entender , de una vez por todas, que el papel de los militares no es el de intervenir en la política sino resguardar la soberanía nacional. Que la justicia no puede estar secuestrada por el gobierno de turno. Que (%=Link(«http://analitica.com/va/editorial/ «,»no somos un país rico»)%) ya que perseverar en ese mito destruye la capacidad de construir alternativas viables de desarrollo. Que el petróleo no es propiedad del estado, ni mucho menos el botín del gobierno, sino que pertenece a todos los venezolanos y que las políticas y usos del mismo deben estar orientadas a mejorar nuestras condiciones de vida y no a respetar mitos del pasado. Que sino modificamos el sistema educativo para preparar de manera práctica y eficiente a nuestros hijos y nietos para las necesidades que nos impone un mundo cada día más globalizado, le haremos un flaco servicio a las generaciones futuras. Que debemos fortalecer como mecanismo de cohesión social el deporte en sus diversas manifestaciones, para que a través de sus logros recuperemos el orgullo de ser venezolanos. El ejemplo de las recientes victorias de la vino tinto es uno, y por qué no aspirar a logros parecidos en baseball, básquet, voleyball y tantas otras actividades en las que los venezolanos tienen talento suficiente para triunfar en cualquier lugar del planeta.

Podríamos seguir enunciando muchas áreas en las que la concertación se impone. Sin embargo, lo que conviene destacar, es que para enfrentar estos retos necesitamos acuerdos sólidos y permanentes, sin oportunismo político y ofrecer una explicación clara y sencilla a todos para que no sea esta otra ocasión perdida. Si el pueblo no entiende el costo y el esfuerzo requerido para salir del marasmo y sueña de nuevo con una solución mesiánica, volveremos a fracasar. En palabras llanas, hay que hacer entender que no se puede preparar una tortilla sin romper huevos y que los deseos no preñan.

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