Opinión Nacional

Sálvese quien pueda

La violencia sin frenos desatada por Maduro busca intimidar a los venezolanos, acobardarlos para que salgan corriendo al grito desesperados ¡Sálvese quien pueda! Esa estrategia de acobardamiento colectivo está siendo contrarrestada por la firmeza inquebrantable del movimiento estudiantil.  Los estudiantes, en cuyo seno se han borrado las fronteras partidistas, decidieron iniciar un movimiento sostenido de resistencia desarmada, no acobardable, contra los autócratas que detentan ilegítimamente el poder, a los que se le ha caído la careta de demócratas, con la que el difunto Chávez engañó a medio mundo.

A pesar de su formación política enteriza, de que no le funcionan las antenas para captar el cambio de los tiempos y de los escenarios, Maduro tuvo que darse cuenta de la imposibilidad de mantener sin modificaciones el sistema de gobernar Chávez.  Sin embargo, lo ha mantenido, es más, ha acentuado sus rasgos de intransigencia y de dureza.  Ni siquiera la protesta callejera de los estudiantes durante quince días consecutivos y del apoyo masivo que se le ha brindado han suavizado sus métodos totalitarios de gobernar.

Observadores con probada pericia en la interpretación de los fenómenos políticos consideran que esta inflexibilidad de Maduro le ha sido impuesta desde La Habana.  Sobre todo Fidel Castro, político de reconocida agudeza, tuvo que darse cuenta de que desaparecido Chávez, quien manejó a Venezuela, como  su hacienda particular, el sucesor se vería obligado a flexibilizar el régimen, y que la dinámica política podría generar un esquema de gobierno completamente diferente.  Como Cuba sobrevive gracias a la ayuda venezolana,  que se manifiesta por el envío gratuito de cien mil barriles diarios de petróleo y por la presencia remunerada en Venezuela, de millares de milicianos cubanos, situados en aéreas estratégicas del Estado, Fidel Castro, primero impuso a Maduro que es hechura suya y lo ha forzado a no hacerle concesiones a la oposición que puedan traducirse en debilitamiento de su gobierno.

Esta hipótesis no parece aventurada. Veamos el caso Simonovis.  Independientemente de que es inocente de lo que se le acusa, como se demostrará el día en que pueda nombrarse una Comisión de la Verdad, su suplicio, que ha conmovido a Venezuela, y que también hoy en día es objeto de repudio universal, el gobierno no ha cedido, lo mantiene preso a pesar de su precario estado de salud. Ni siquiera la Conferencia Episcopal Venezolana, con el respaldo del Papa Francisco, han podido lograr su libertad.  Caso parecido es el de la jueza Afiuni, condenada a treinta años de presidio, por decisión personal de Chávez trasmitida por tv, y a pesar de que personalidades del calibre del profesor Chomsky, de la Universidad de Harvard, a quien Chávez decía admirar y a menudo se refería a sus libros, lograron su libertad plena.  Ahora con las manifestaciones estudiantiles, sin importarle el repudio universal, las ha reprimido a plomo limpio con varios estudiantes muertos, muchos heridos y una gran cantidad de detenidos.  La explicación de esta intransigencia inhumana, es que el gobierno requiere sembrar miedo en la gente para que ninguno incurra en la osadía de enfrentársele.

Este es el terreno que estamos pisando.  Nadie tiene derecho, en particular aquellos venezolanos con responsabilidades de conducción política, de eludir, o de tratar de echarle tierra a estas realidades que nos maltratan como nación soberana.

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