Opinión Nacional

Sangre roja, sangre negra

Marchan unos hacia Miraflores, marchan otros hacía el lado opuesto. Unos en un bloque compacto, otros cual hormigas locas. Todos en Caracas. Unos apoyan al Presidente, quien les premia con discursos alentadores, otros buscan soluciones en un «Gobierno en la sombra» representado en el poder económico transnacional y los medios de comunicación. Todo un ejercicio de exclusión y parcelamiento se viene llevando a cabo de manera explosiva, convirtiendo la ciudad en dos ejércitos combatientes, los cuales a su vez no se percatan de una población «no militante» que va creciendo en cantidad y en calidad de ideas, desvalorizando cada día más el avance de ambos «bandos», repudiando la irrespetuosa e inevitable penetración que ejercen en sus vidas.

La descomposición de unas substancias orgánicas bajo la superficie terrestre, a través de los siglos, generó una pasta negra y viscosa que se fue convirtiendo en material muy valioso: petróleo. Venezuela tiene mucho de eso. Brota del suelo como las margaritas. Un día de gracia o desgracia, pero simplemente un día ineludible en la historia, el inevitable descubrimiento de esa fuente le dio un vuelco de 180 grados a la economía del país. Muchas volteretas ha dado nuestro pueblo en torno a ese fenómeno, hasta lograr una Empresa llamada «Petróleos de Venezuela». Se trata de una Sociedad Anónima de la cual todos los venezolanos somos accionistas, desde el comerciante más próspero hasta el mendigo más incapacitado, del empleado y el desempleado, del profesional, del técnico, del buhonero, de la prostituta, del artista, del estudiante y del vago, de los ancianos y de los niños, de todos los venezolanos. Todos pagamos sus extraordinarios sueldos para recibir una miserable gota de ese pegoste.

Los idealistas, en la justificación de su narcisismo (sintiéndose bellos y buenos) están haciendo masticar piedras al resto del país. Todos hablan en nombre de Dios y la Constitución: «la voz del pueblo». ¿De qué pueblo hablan? ¿Del que espera los milagros del «Mesías» o del que viene soñando con los beneficios de «Mandrake el mago» una vez que realice el tan ansiado acto de desaparición del mismo «diablo»? No importa, es el mismo pueblo cuya sangre sigue corriendo en el 2002, como en todos los años anteriores y seguramente posteriores, a cuenta de seguir unas palabras enunciadas por un líder o por contradecirlas. Corre la sangre humana, con fuerza, con heroísmo y con dolor. Es muy triste todo esto. La sangre roja derramada es un pegoste que no sirve para nada, ni para morcilla, sólo es evidencia criminalística. Lamentablemente ese patrimonio también es de todos los venezolanos.

Finalmente, están los ideales y también las ideas. En asuntos donde está en juego la ruina de un país, urge la presencia de ideas y actos por encima de cualquier ideal que se vuelve quimera, no se puede jugar con el petróleo, la sangre negra que brota de nuestra tierra no puede ser manejada caprichosamente por sujetos que pretenden lograr fines políticos, manejando la economía del país a su propia conveniencia.

Hoy la sangre roja se mezcla con la sangre negra en el desperdicio. Pienso que nuestro país no tiene las taras de la «sangre azul» de antiguas monarquías, afortunadamente, como para llevar nuestra hermosa tierra a la ruina en este insólito e inútil derrame. Aunque creo que tanta saliva, bla, bla, bla, trata de borrar la actual sobreproducción de sangre roja sobre la negra.

(*): Médico – Psiquiatra

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