Opinión Nacional

Se busca oposición

Más allá de los trágicos acontecimientos que enlutaron el alma nacional, hay en el ambiente un tufillo a «determinismo histórico» que ya resulta insoportable. Comenzamos el último año del siglo XX con una discusión en torno al presente y al futuro del país que pareciera sólo interesarle a una minoría.

Mientras el mundo desarrollado centra su discusión en temas que van desde las nuevas formas de interdependencia planetaria, hasta la conformación de un mapa de relaciones Estado-sociedad civil que coadyuven a los procesos de gobernabilidad, a objeto de reforzar el perfil autogestionario de los ciudadanos de este nuevo milenio, en Venezuela, por el contrario, hay una política sistemática del Gobierno que busca el aniquilamiento de todo rasgo opositor, descalificando y golpeando con toda la fuerza del poder a aquellos que disientan de las posiciones oficiales.

La Constitución aprobada con la ignorancia cómplice de un soberano legítimamente hastiado «de los políticos», apuntala como nunca antes en nuestra historia, la tutela del Estado sobre el pueblo, reforzando los mecanismos de dependencia, ya de por sí exacerbados por años de predominio de una cultura del mecenazgo atrofiante y pervertidor de la iniciativa individual.

Por fin, el panorama está muy claro: tenemos un Gobierno que, por su naturaleza y composición, radica su fuerza en valores del «voluntarismo», pero evidentemente autista en lo económico.

Un Gobierno obstinado en neutralizar el proceso de madurez que necesariamente tendrá que vivir Venezuela tarde o temprano, auspiciando un paternalismo de Estado que terminará por hipotecar gran parte de este siglo venezolano que comienza.

Un Gobierno cuyo empeño en remover las fibras más débiles de identidad política que posee una nación como la nuestra, las utiliza de chivo expiatorio de la realidad, en desmedro de la responsabilidad histórica que nos concierne a todos sobre los fracasos que hemos padecido, y donde «el pueblo» tuvo un protagonismo inducido, pero protagonismo al fin, para que el actual marco de cosas se conformara.

Los análisis están sobre la mesa, hombres de sobrada autoridad intelectual han ofrecido toda una gama de ideas para la discusión que bien vale la pena hurgar hasta sus últimas consecuencias. Vemos entonces como tarea básica de los sectores progresistas del país, bajar la guardia de las sospechas mutuas y sentarse a pensar sin apasionamiento en el cómo hacer posible la consolidación de una plataforma opositora a este régimen, lo más alejada posible de AD y Copei, y que no se parezca en nada al chavismo patriotero y militarista en el poder, por ahora.

Una concertación de ciudadanos que sientan que es la responsabilidad individual y no el Estado la primera fuerza de cambio de una nación. Personas que entiendan que es la justa combinación de criterios de obligaciones colectivas, independencia y honestidad individual, la base que debe sustentar el nuevo contrato social venezolano. Mujeres y hombres, a fin de cuentas, que desde hace tiempo se deben a sí mismos un país adulto.

Finalmente, frente a la arrogancia que el actual régimen exhibe sin el más mínimo pudor, sólo nos queda contraponerle el activo inagotable de la libertad, valor supremo de una nación como la nuestra, que a pesar de sus equivocaciones consuetudinarias, lleva luchando incansablemente, incluidos estos últimos cuarenta años, por consolidarla, a pesar de sus liderazgos más oscuros.

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