Opinión Nacional

Se meten con el santo y la limosna

Bajo los regímenes totalitarios toda manifestación religiosa constituye un delito. Lo esencial es el culto a la personalidad del dictador, cuya biografía oficial contiene todas las respuestas a cualquier duda que se tenga sobre el mundo y las cosas, aún las más fútiles. Es el Estado el portador del único mensaje, con los ritos y las interpretaciones a que haya lugar. Y eso ocurre en la Cuba actual, en Corea del Norte, en Vietnam, en China y en todos los países sometidos al férreo control del comunismo que aun ensayando fórmulas propias del capitalismo, no deja espacio algunos a la libertad y a la inquietud absolutamente personal que merece respeto. Por ello, cuando la Conferencia Episcopal Venezolana responsablemente fijó postura sobre el consabido proyecto de reforma constitucional, inmediatamente recibió el respaldo de un pueblo que puede ser perseguido en un futuro por su vocación, hábito o motivación estrictamente religiosa.

Sin embargo, como es el caso de Venezuela, cuando el totalitarismo parte de una sociedad democrática, el totalitarismo ensaya poco a poco el cercenamiento de lo religioso a través de una calculada división de la feligresía de toda Iglesia y de todas las Iglesias históricas, legítimamente constituidas, como adecuadamente organizadas y estructuradas. Obviamente, siendo tan mayoritario el sentimiento católico de los venezolanos, el chavismo trata de meter un dardo venenoso en sus filas y, en efecto, estimula, promueve y quién sabe hasta dónde patrocina con dinero constante y sonante, una tal Iglesia Católica Reformada que está auspiciada inicialmente por católicos-romanos y anglicanos, según reporta la prensa.

Obviamente, se trata de facturar a la jerarquía eclesiástica venezolana que ha estado bien clara sobre las intenciones del régimen y, a pesar de su notable y provechosa moderación, recibe toda la descarga de ira y de rencor de los otros jerarcas, los del Estado venezolano que casi convierte en iglesia al PSUV. La Iglesia Católica, Apostólica y Romana no ha improvisado sus posiciones, porque – además – la respalda una doctrina social de un profundo alcance, al igual que el testimonio de vida de sus sacerdotes y de todos los laicos. Incluyamos que ha soportado el ataque, la agresión física y verbal del gobierno nacional, pues – no olvidemos – hicieron estallar nicles en las iglesias, la Nunciatura ha sido centro de toda suerte de insultos y hasta la sede arzobispal de Caracas recibió toda la violencia del oficialismo que no temió sincerarse frente a las cámaras de televisión.

Muy bien lo ha observado recientemente el Monseñor Ovidio Pérez Morales, esto ocurre cuando todos los movimientos, entidades y expresiones religiosas intentan la unidad de los cristianos. Bajo el pontificado de Benedicto XVI, apoyamos esa tendencia magna hacia la unidad de todos los sectores cristianos, en contraste con las tácticas revanchistas y las estrategias orientadas en primer lugar a la división de la familia cristiana para – luego – cercenarlas, liquidarlas, perseguirlas.

Provengo de un estado profundamente devoto como es el Táchira, por lo que rechazamos tamaña agresión de un oficialismo que se mete con el santo y quiere quedarse con la limosna, para parafrasear una sentencia popular. ¿Qué antes hubo intentos muy serios de división?, es cierto pero lo peligroso de ahora es que está inscrita en una estrategia perversa de destrucción del referente religioso en Venezuela y de la invasión y colonización del fuero más íntimo de los venezolanos

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