Opinión Nacional

¿Seguir o rendirnos?

L os millones de venezolanos que apostamos por un cambio democrático en Venezuela, apoyando la candidatura presidencial de Henrique Capriles Radonski, debemos comprender cabalmente que la lucha política no puede detenerse por un resultado adverso. Si efectivamente comulgamos con los principios de pluralidad y transparencia, así como con una gestión pública eficiente al servicio de la gente, sin chantaje electoral como hemos visto en las filas del PSUV, no podemos darle la espalda a los enormes desafíos que debe enfrentar una nueva generación de líderes políticos, que tiene en Capriles Radonski su rostro más visible.

El duelo, como nos comentaba Luis Vicente León, debe pasar a ser un duelo activo. Es decir, no podemos negar el enorme golpe emocional que significó la derrota del gobernador de Miranda entre millones de venezolanos, pero al mismo tiempo no podemos quedarnos atascados en dicho dolor y dejar el país completamente a merced del chavismo. Desde mi punto de vista el dilema de seguir en la lucha democrática, aprendiendo de la experiencia del 7 de octubre, es la única opción posible. Rendirnos no puede ser una opción.

Presenciamos la campaña más asimétrica de la cual se tenga memoria en las últimas décadas en Venezuela. Estimaciones bien documentadas indican que hubo una inversión en gasto público, con fines estrictamente electoreros, de 40.000 millones de dólares entre 2011 y 2012. El gobierno que no había construido las viviendas oportunamente en los anteriores doce años de gestión, en vísperas de las elecciones lanza una iniciativa en esa dirección, siendo que la vivienda digna es el principal anhelo de la población, en todos los estratos sociales de Venezuela.

En medio de la campaña se construyeron amplias bases de datos de adultos mayores o clase media sin vivienda, por ejemplo, al lanzar «censos» que permitieron al gobierno hacerse de una data valiosa que se usó en la campaña y el propio día de la votación. Todo esto además de los miles de vehículos oficiales que se pusieron al servicio del acarreo de votantes, tal como antes había ocurrido previamente en las concentraciones electorales.

Me parece altamente censurable la campaña que tiene lugar en las redes sociales para descalificar a los ocho millones de votantes que permitieron la reelección de Chávez. Para los sectores democráticos que adversamos al proyecto personalista y populista que nos gobierna, toda la operación puesta en marcha de forma previa a las votaciones y ese mismo 7 de octubre, no son otra demostración de los muchos desafíos que tenemos por delante. Se trata precisamente de desmontar ese Estado clientelar llevado a extremos inimaginables, que un día de votación activa mecanismos explícitos para recordarle a los beneficiarios, que las dádivas del gobierno deben ser retribuidas con el voto. Debemos acabar con el sistema de dádivas y con el chantaje o la presión política por ser beneficiario de una misión.

Como venezolano demócrata no puedo sencillamente esquivar el asunto y cantar fraude. El fraude en todo caso es este modelo que se dice bolivariano y que se fortaleció a partir de aquel fraude nunca demostrado de 2004, que llevó a la oposición por el sendero del abstencionismo. El dominio que hoy tiene el presidente Chávez de todo el aparato institucional (Asamblea Nacional, Tribunal Supremo de Justicia, Consejo Nacional Electoral, entre otros poderes públicos) se debe a aquel error estratégico de entregarle en bandeja de plata el Poder Legislativo al gobierno, cuando la oposición decidió no presentarse a las elecciones parlamentarias de 2005.

Sencillamente no podemos rendirnos y dejar jugando solo al gobierno en la arena electoral. Tal estrategia lo fortaleció, en el pasado reciente. Tampoco tienen sentido alguno pasearnos por escenarios de salidas de fuerza para poner punto final a este régimen, eso no es una opción si efectivamente comulgamos con la democracia como modelo y anhelo. La ruta electoral, con una unidad no carente de problemas, parece ser ­desde mi punto de vista­ el camino correcto para la lucha democrática. Se trata de una lucha de largo aliento, y sencillamente no podemos tirar la toalla. No después de haber obtenido la votación más alta en estos 14 años, no después de que Capriles Radonski logró votos importantes en barrios populares y zonas rurales en las que el chavismo dominaba sin competencia, no después de pasar a ser la primera fuerza en los grandes núcleos urbanos del país.

Tal vez para este tiempo que como individuos nos toca vivir, y del cual no podemos sustraernos en el destierro o en el exilio emocional, cabe acercarnos al concepto de resiliencia. La resiliencia es la capacidad que posee un individuo frente a las adversidades, para mantenerse en pie de lucha, con dosis de perseverancia, tenacidad, actitud positiva y acciones, que permiten avanzar en contra de la corriente y superarlas. De eso se trata este tiempo, el que nos tocó vivir como venezolanos demócratas. Puede seguirnos en Twitter @infocracia.

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