Opinión Nacional

Semana de comunión y fútbol

Haciendo un paréntesis en mi apretada gira europea, le dediqué tiempo a mi familia residenciada en Barcelona. Mi nieta, María Gabriela, hacía su primera comunión. Este sacramento es todo un acontecimiento por estos lares. Dos años de preparación rigurosa, el atuendo confeccionado con todo esmero y muchos euros y la celebración de la eucaristía todo un ritual. Después viene la celebración pagana, por todo lo alto. La costumbre es celebrar la fiesta en un restaurante, invitando a toda la familia y amistades. Algunos padres alquilan transporte para llevar a los invitados de la iglesia al restaurante. El acto religioso fue en la Iglesia de la Parroquia de San Mateo, en la Guinaueta, Nou Barris y el almuerzo en El Jardín de l’Apat, cerca del Parque Güell. Mi yerno y mi hija botaron la casa por la ventana. Por cierto que mi otro nieto, Francisco Alejandro, desvió la curva de una muestra estadística sobre la calidad de la educación en Catalunya, de 44 puntos posibles obtuvo 43. Y sin haber pasado por ninguna de las misiones bolivarianas. Como era lógico, la conversación dio vueltas y vueltas hasta caer en el tema del día. La gira del teniente coronel por estas latitudes. Su desplazamiento a un segundo plano por el del altiplano. Evo hace lo que dice. El nuestro pura paja. El Papa le puso una penitencia; en Viena lo regañaron y en Londres le sacaron la alfombra. Gadaffi le apagó la luz.

De regreso a mis actividades de preparación para el importante cargo a que aspiro visito las oficinas del Project Aura, gente que realiza la hermosa labor de preparar a individuos discapacitados para incorporarlos al trabajo productivo. Luego una visita a la Universitat de Barcelona, al programa de Educación Continua y los programas de Educación Virtual. En ambos sitios me comentan las andanzas del militar golpista. La verdad que las opiniones que emiten nos producen pena ajena, pero nos entra un fresquito porque ya la careta se le cayó. Hasta los taxistas están bien claros. A partir de las 8 de la tarde, así la mientan por aquí, todo se detiene, lo único encendido eran los televisores. El juego entre el Barcelona y el Arsenal, en la ciudad luz. 0 a 1, silencio absoluto. 1 a 1 revientan los primeros cohetes. 2 a 1 la locura total. España es fútbol. La semana pasada fue el Sevilla hoy el Barcelona. El Rey y Zapatero fueron al estadio y nadie los pitó. Se atreverá el militar mandante a asistir a una final Magallanes-Caracas. Muy difícil. En todo caso si el teniente coronel hubiera estado por aquí, seguro les hubiera hablado de su gran experticia en el fútbol. El mismísimo Eto’o. Después del triunfo parece que, según me informaron, miembros de un círculo bolivariano de la Rambla le pusieron color a la celebración y la emprendieron contra los activos de las transnacionales.

Invadido por el espirito azulgrana del Barça, se me olvida que ya estoy en la tercera edad y que no debo andar en esos trotes deportivos, como consecuencia de ese pequeño descuido se me pegó un tremendo dolor de espaldas que me obligó a ir a un CAP, Centro de Atención Primaria. Centro de salud como los ambulatorios nuestros, pero de cuando estaban en buenas condiciones, es decir recién inaugurados. Buena atención médica, gratuita y los medicamentos igualmente gratuitos. Nada que ver con la misión Barrio Adentro. Nada de tugurio, nada de aspirina y mucho menos médicos o para médicos cubanos. Primer mundo pues. Converso con el galeno que me atiende. Después de la prescripción surge el tema del teniente coronel. La verdad que, debo ser honesto, a Chávez le conocen, pero le conocen ahora muy bien.  Tan bien, que el Dr. Masferrer, que así se llama el médico que me atendió y que no es partidario del Estatut, me pregunta cómo se puede hacer para contratar las maquinitas de Smarmatic para ver si gana el “no” en el referendo. Fácil dóctor, y le doy el número del que ahora llaman Sigmund Fraude.

Con todo y lumbago nos vamos al Castillo de Montjuic. Desde allí, en día soleado y claro, se divisa toda la majestad de esta bella ciudad bañada por el Mediterráneo. Dentro el Museo Militar recuerda las gestas heroicas de los catalanes y el medio centenar de condes. Cañones, lanzas, espadas, uniformes, fortificaciones, armaduras, petos. Que gusto se daría el que me sigue en las encuestas con tanto derroche militar. También observo muchos, pero muchos, soldaditos de plomo. No sé, pero se me vienen a la memoria algunos trisoleados de allende los mares, es decir de las indias occidentales.

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