Semana Santa: ¿Para qué?
Son muchos los que consideran que ya no tiene sentido el feriado por Semana Santa. La principal razón que alegan, nada alejada de la realidad, es que se ha perdido su significado para las mayorías. Es ya un tiempo de playa y viajes, y no de recogimiento espiritual. Quizás, piensan, también, que es mejor eliminarlo para que seamos más productivos; o para construir un Estado laico de verdad. Pero, ¿Somos más productivos si olvidamos la religión? ¿El camino a la felicidad es más fácil sin Dios? ¿Podemos dejar de lado el cristianismo?
No lo creo, sinceramente. Semana Santa es la fecha más importante para el cristiano; y por tanto, debe darle el valor debido. Nunca he criticado al que sale de viaje en estos tiempos. Yo lo he hecho en varias ocasiones, pero siempre he recordado y vivido su significado. Sería ideal dedicarle todo el tiempo posible para que la Semana Santa sirva para un mayor acercamiento al Dios que se encarna, sufre con nosotros, y resucita. Si no se puede, apartemos algunas horas de meditación (en silencio y en soledad), lecturas de los hechos descritos por el Evangelio, y “alejarnos” un momento de la distracción vacacional. Es imperativo retomar la práctica de la reconciliación (confesión de los pecados a un sacerdote), comulgar y actos de caridad. El cristianismo es una forma de vida que se nutre de la práctica periódica de sus principios. Amar no es cosa de un momento, o a una persona; es para toda la vida y a todos (incluso nuestros enemigos) por Dios.
Algunos dirán que no son cristianos o son ateos o agnósticos, o simplemente: no son practicantes. Esto no implica que no seamos humanos, y por ello seres espirituales e históricos. Necesitamos momentos con nosotros mismos (a solas). Que nos hagan conscientes de de nuestra humanidad trascendente, nuestro papel en la familia, en todas las comunidades de las que participamos (trabajo, clubes, gustos, vecindad, ciudad, nación, etc.), y en la historia. La Semana Santa, muy especialmente, nos recuerda nuestras raíces cristianas. Porque, creamos o no, hemos nacido, crecido o vivimos en una sociedad cristiana. 300 años de hispanidad, y 200 años de república, expresan nuestros fundamentos occidentales, y muy especialmente: la unidad con una religión bimilenaria.
No tengamos miedo a Dios en la cruz; a la trascendencia, al Absoluto.
