Opinión Nacional

Sembrar la revolución

Hoy nos vamos de siembra. Marchamos cargados de ideas, de sueños y esperanzas y en el saco llevamos las semillas de la revolución para sembrarlas en los surcos y el corazón de nuestro pueblo. Apenas comenzamos a escarbar la tierra, miramos hacia el horizonte de la vida y a través de la ventana de los tiempos recordamos que hemos vivido en la tragedia sin sentido, del conflicto eterno de las sociedades que han derramado mares de sangre para preservar el privilegio de castas políticas, en detrimento de millones de seres humanos cuyo único pecado era recoger las migajas que iba dejando la democracia capitalista. Y cuando digo que iban es porque este tipo de democracia está desapareciendo, al menos en América Latina, donde la revolución ha llegado sin miedo para impulsar otro tipo de democracia con valores del socialismo.

La democracia capitalista, es sin duda, irracional, insostenible y salvaje, que masacra diariamente a pueblos enteros como Afganistán, Irak, Líbano y Palestina. Y como muestra del carácter terrorista de este tipo de democracia, particularmente la norteamericana, están las acciones regadas por el mundo entero, donde los Estados Unidos (único país del mundo que no tiene nombre) invaden naciones y aniquilan la esperanza de millones de seres humanos por el simple hecho de estar en contra del capitalismo.

Y cuando cualquier líder del mundo, particularmente de América Latina, se opone a sus designios entonces le cuentan los días, o bien para derrocarlo si es presidente o simplemente asesinarlo y sacarlo del juego político, como lo hicieron en el pasado y como pretenden seguir haciéndolo. Y aquí es donde uno se pregunta: ¿Se atreverían los líderes hipócritas de las democracias del mundo a condenar el terrorismo del gobierno norteamericano? Tarde o temprano ese Estado genocida tendrá que pagar por sus crímenes contra la humanidad. El Dios de la justicia tarda pero no olvida.

Por ello, además de un compromiso y esfuerzo, la revolución tiene que ser asumida como una práctica orientada a la construcción de un sistema político con capacidad de respuesta inmediata a las demandas de los diferentes sectores de la sociedad, particularmente de los excluidos. Avanzamos hacia otros esquemas políticos más eficientes y se dejan atrás las falsas democracias de corta visión que para no ver la realidad se encerraron en acuerdos puramente formales y burocráticos, cobijándose muchas veces en el manto perverso de la institucionalidad irracional y los liderazgos inventados.

Hay que sembrar la revolución en la conciencia de nuestros pueblos y sociedades, y en cada surco que se vaya abriendo también debe sembrarse el ideal socialista. No hay tiempo para dudar, ni mucho menos para ir pausadamente. Las revoluciones son procesos para construir y todos, desde cualquier trinchera, debemos asumir ese compromiso de construir la patria nueva. Debemos unirnos cada vez más para hacerle frente a las fuerzas opositoras que no cesan en su empeño de crear el caos. La revolución tiene que ser necesariamente fuerte, poderosa, debe estar llena de fuerza. No debe ser una revolución debilucha, lánguida insulsa, ingenua, sino una revolución con raíces profundas en el alma y la conciencia del pueblo

*Politólogo

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