Opinión Nacional

Señales de humo

Qué cosas. El gobierno, teóricamente primer interesado en la transparencia electoral, goza un puyero poniendo sus trabas. Desde las incontables antes del referéndum, hasta las de ahora. Todo a lo largo, claro, del tira y encoge cuyo telón de fondo no es más que la pérdida de tiempo: simulo una aceptación por aquí, doy alguna bofetada por allá, de modo que abro el círculo y lo cierro, lo abro otra vez y lo cierro, hasta dar con el peor círculo de todos, que es el círculo vicioso.

Hablar del Consejo Nacional Electoral es hablar del oficialismo, asunto que se repite con el Poder Judicial, o con la Asamblea o la Fiscalía. En estos días el Ejecutivo, es decir el CNE, metió las pezuñas en el caldo que está sobre el tapete, no otro que la auditoría a ese espacio envenenado llamado Registro Electoral Permanente. Ya sabemos que la UCV, la USB o la UCAB, actuales protagonistas en esta materia, terminarán siendo mirones de palo: la conocida iniciativa de estas universidades fue “enriquecida”, desde arriba, con la imposición de instituciones gobierneras que llegaron para hacer su trabajo (Universidad Bolivariana, por ejemplo). Ni modo, lo que lucía como una posibilidad viable murió de asfixia antes de venir al mudo.

No me cabe la más mínima duda de que el grueso de los venezolanos arde en deseos por lanzarse a la calle para ir a votar. La gente quiere elegir. Pero sabe del aire enrarecido. Respira de lejos el humo que se desprende de una situación como la actual, llena de pisotones a la ley, de abuso de poder, de cantidades multimillonarias manejadas con total discreción por un solo hombre con el sólo objetivo de perpetuarse en el poder. La fetidez colándose por todos los resquicios. Y para remate esta oposición descojonada, vivo ejemplo de que cada quien, salvo excepciones, anda con sus intereses, y nada más que con sus intereses, como siempre muy en alto.

Si la cosa sigue así me temo que en las presidenciales la abstención va a ser de antología. Y qué va, esto no me alegra para nada. O se da la cacareada unidad opositora, como un monolito, como una fuerza que puede propinarle a Chávez la patada que merece, en el lugar que se merece, o el hombre va a inventarse no diez millones de votos, sino treinta y cinco. Por una parte la unidad, claro, y la campaña electoral que resulta imprescindible realizar, y por la otra revisar con lupa el REP, amén de otras tareas indispensables para generar confianza, para que en diciembre las colas frente a los centros de votación vuelvan a mostrarse interminables. O esto, o sencillamente no podría haber elecciones.

Es preciso recordar que en el año del referéndum los numeritos del crecimiento demográfico anual se incrementaron un pelín: de trescientos mil a tres millones. Lo mínimo exigible ante semejante barbaridad es un análisis confiable, creíble para todos, del extraño aumento poblacional, y compararlo de inmediato con el Registro Electoral Permanente, donde casi seguro está el gato encerrado. Es necesario estudiar el padrón electoral, que es en dos platos lo propuesto por la Central, la Católica y la Simón Bolívar, lo cual ayudaría a despejar el terreno de dudas que con sobrada razón hacen fruncir el ceño a los electores. A esto se opone, como es natural suponer, la aplanadora chavista, cuyos intereses pasan por mantener la incertidumbre, el desasosiego, la duda paralizadora en la masa opositora. Mientras la atmósfera esté cargada de inmovilidad y del síndrome abstencionista, la Sala Situacional de Miraflores se frota las manos y se relame gustosa. José Vicente brincando en una pata. Y junto con él el reyezuelo. Y junto con éstos el coro gobiernero.

Un contendor de garra, digamos un Petkoff, con el respaldo de la oposición, con la fuerza de ese monstruo dormido que de manera impresionante colmó las calles de Caracas aquel once de abril, digo, un contendor de esa naturaleza, más inteligente que Chávez, culto, estadista, respetuoso del estado de derecho, tolerante, capaz de gobernar para todos, y en fin, demócrata por los cuatro costados (¿cree usted que Chávez es todo esto?), bien puede erigirse en elemento amalgamador que buena falta hace a estas alturas. Una coalición así barre con la trampa, con la idea de plebiscito que el terror ante lo que pudiera avecinarse produce en Chávez, con cualquier militarista que se sienta dueño y señor de este pobre país. Ni todo el litio del mundo levantaría a Hugo de la lona.

Cuando el basurero de la historia se trague al Presidente, quedará para mis hijos y mis nietos el cuento de cómo una generación de ciudadanos se quitó de encima, democráticamente, lo que prometía trocarse en despotismo permanente, en autocracia muy bien alimentada, en triste destino para un país que había llegado a ser ejemplo de convivencia en democracia, con sus aciertos y fallas. Pero hay que atender las señales de humo, que no estarán ahí por siempre.

Es ahora o es después, con el agravante de que tal después es una hilera de puntos suspensivos.

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