Opinión Nacional

Señales ignoradas

“El poder no viene de una placa o de un arma. El poder viene de mentir y de mentir en grande y hacer que todo el mundo te siga la corriente. Una vez que pones a todos a aceptar lo que saben de corazón que no es cierto los tienes atrapados. Eres el jefe. Puedes voltear a la realidad de cabeza y te aclamarán.”
El Senador Roark, en “That Yellow Bastard”, de Frank Miller

En abril del año pasado las muertes de los hermanos Faddoul y de Miguel Rivas, su chofer, a manos de unos secuestradores le dieron un portazo en la cara a la ilusión de seguridad que el entonces Ministro de Justicia, Jesse Chacón, trataba de venderle al país con fantasiosas reducciones semanales del 50% en los índices delictivos. Un año después tenemos una floreciente tasa de homicidios, un nuevo ministro, la misma incapacidad y otro asesinato que conmueve a la opinión pública. A diferencia de su antecesor, quién pidió no politizar aquellas cuatro muertes (era año electoral), el ministro Carreño ha decidido hacer todo lo contrario. Si Yanis Chimaras no hubiera sido el actor famoso que aparecía todas las noches en horario estelar habría sido fácil incluirlo en la masa semanal de cadáveres no reportados por la aún incompleta hegemonía informativa gubernamental; apenas uno del “reducido número de personas que son víctimas del hampa”, según la fuente centralizada de desinformación oficial, el ministro Willian Lara (quien parece creer que MINCI significa Ministerio de Cuentos Increíbles).

Pero el caso de Chimaras no es igual que el de las señoras casi anónimas que rutinariamente aparecen en los noticieros reclamando justicia para sus hijos muertos. A Yanis lo conocía mucha gente, no sólo la que esperó su cuerpo a la salida de la morgue. Ante ese aprieto el ministro Carreño hizo lo que ha hecho ya demasiadas veces, se guió por lo que parece ser su lema fundamental: “Si no sabes, inventa”. Según él, el caso del conocido actor sería parte de un supuesto complot de la oposición para desestabilizar el país. Después de todo, hacía pocos días que habían asesinado al líder de la Fuerza Motorizada Bolivariana. Después de todo, es ministro a pesar de sus fábulas sobre el espionaje vía Direct TV y el asesinato de Montesinos.

El “análisis” del Ministro dejó fuera a los otros (¿cuántos? ¿15? ¿30? ¿60?) muertos que hubo entre los dos que mencionó. Si los incluyéramos en la explicación tendríamos una base mucho más firme que la suya para asegurar que lo que realmente existe es un plan del gobierno para dejar que el hampa asesine y mantenga aterrorizada a la ciudadanía.

Luego de las muertes producidas por Cho Seung Hui, el asesino en masa de Virginia Tech, surgió la tradicional reflexión sobre por qué “a los gringos siempre les pasan esas cosas”. El ritual incluye entrevistas televisadas a invitados especiales que generalmente responden (como si supieran del asunto) parafraseando al general aquel de Aquiles Nazoa: que si las armas disponibles y tal y cual cosa, que si las minorías y tal, y las instituciones y tal, y bueno, todas esas lavativas de los gringos.

Lo que saqué en claro de los diversos reportes de la prensa estadounidense es que repetidas veces se ignoraron los indicios inconfundibles del desequilibrio y la potencial peligrosidad de Cho Seung Hui. Y 33 personas pagaron las consecuencias.

¿Qué habría pasado si el presidente Bush, al estilo Chávez o Carreño, hubiera tratado de sacar provecho político de la situación asegurando que el asesino había sido enviado por el presidente venezolano, su colega iraní y Osama bin Laden?
Aparte de las acostumbradas burlas y duros cuestionamientos (recordándole, por ejemplo, su mentira blanca sobre las armas de destrucción masiva como excusa para invadir Irak), sin duda le habrían exigido pruebas confiables de sus afirmaciones. Seguramente se hubiera dado una discusión en el Congreso que, intervenciones interesadas aparte, habría buscado el fondo del asunto. En el mejor de los casos, para él, el Presidente terminaría con el prestigio aún más desportillado y su escasa credibilidad todavía más disminuida.

En contraste, aquí no pasa nada cuando el Presidente y sus funcionarios, un Ministro en este caso, hacen las acusaciones más temerarias sin ninguna prueba. Los comentarios irresponsables son cosa cotidiana, generalizada y sin consecuencias.

¿Aún quedan dudas sobre la intención gubernamental de decretar las verdades que le convengan? ¿Todavía no está claro que quien se le oponga, lo contradiga, lo contraríe, lo malhumore, lo indisponga, le perturbe la digestión o le tropiece el café será proclamado por el Presidente como golpista, asesino, vendido, imperialista, enemigo, oligarca y, por tanto, pulverizable?
Dada la cantidad y variedad de indicios que nuestro actual mandatario y sus colaboradores han dado respecto a sus capacidades, a sus pretensiones, a su respeto por las leyes y a lo cómodo que les resulta declarar una cosa hoy y la opuesta la siguiente semana, las señales que dio Cho Seung Hui parecen un enigma insoluble si se comparan con las que la mayoría de los venezolanos está desatendiendo.

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