Opinión Nacional

Sencillamente culto a la personalidad

“En la sociedad post moderna ser humano y entender la humanidad de los que nos rodean, pareciera que es irrelevante” Constanza Espinel.

El culto a la personalidad, propio de los regímenes totalitarios, se pretende mantener en el tiempo, incluso después de la muerte de las jefaturas como se conoce en los casos de Lenin, Stalin, Mao Tse-tung, Kim Jong Il, otros (y como se pretendió en un tiempo con Evita Perón). Tras el fallecimiento, los poliburós que asumen el control del Estado irrespetan la libertad de cada quien y la particular forma de expresar sus sentimientos, dentro del protocolo del luto nacional regulan los sentimientos de las personas a las que obligan a participar mediante la colectivización del sentimiento de tristeza con medidas restrictivas a la libertad, como la prohibición de reuniones, celebraciones, escucha de música, otros y las personas que tienen previsto celebrar su cumpleaños, su matrimonio, un bautizo, otros, se ven incluidas en las condiciones extremas que usualmente surgen de manera espontánea en aquellos que por su propio estado de tristeza se inhiben de celebrar, situaciones que muchas veces por el afecto a la persona que tiene prevista la celebración la propia familia supera la tristeza y participa de ella.

Por ejemplo en Corea del Norte quienes no asistieron al funeral de su «gran líder» Kim Jong Il o no lloraron con «suficiente emoción» fueron condenados por los tribunales populares hasta a 6 meses de reclusión en campos de concentración. En un contexto así la población no puede dejar de concienciar las consecuencias en su libertad, porque no hay duda que el dolor es una manifestación particular de cada quien que no pude ser impuesto.

En el culto a la personalidad se construye una imagen de la jefatura no humana, sin defectos, con una ejecutoria sin cuestionamientos, cuando la historia siempre ha demostrado que los peores actos de barbarie han sido cometidos por esos dioses con pie de barro.

En la sociedad contemporánea, pareciera que es lo mismo ser demócrata que totalitario, en consecuencia no es extraño que medios de comunicación y países democráticos se hagan eco de ese culto a la personalidad rindiéndole honores inmerecidos al fallecido totalitario, esa paradoja es sólo comprensible en una realidad pragmática signada por la indiferencia ante el mal y ninguna consideración por la democracia, sus nacionales, ni por la nación que sufre el totalitarismo.

No importa que la estrategia comunicacional del culto a la personalidad apabulle, cada uno debe preservar su humanidad con la visión clara de que somos personas, que vivimos entre personas, que lo bueno es bueno y lo malo es malo, que la muerte no convierte lo malo en bueno y que los valores morales son la fortaleza que nos permite preservar lo más importante: nuestro espíritu humano. Twitter: @elinormontes

 

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