Opinión Nacional

SICAD II o la agonía del control de cambio

La única ventaja que podría aportar un nuevo mercado controlado –como es este del SICAD II- es que atrajera nuevos oferentes de divisas. Como se sabe, los dólares que ingresa PdVSA, netos del generoso financiamiento otorgados a los compradores del petróleo venezolano y del pago de la deuda con China, son bastante menos que los requeridos para pagar las importaciones de bienes y servicios del país. Ya el propio Ramírez había anticipado que el presupuesto de divisas para importaciones sería de sólo $42 millardos este año. Por otro lado, el servicio de la deuda pública externa ya ronda por los $15 millardos anuales y, según la firma Ecoanalítica, existen compromisos acumulados por importaciones no liquidadas, dividendos de empresas transnacionales represados, expropiaciones no pagadas y deudas a contratistas internacionales petroleros y a empresas mixtas en la faja del Orinoco, que alcanzan la cifra de $52 millardos. Lamentablemente, el país, lejos de captar capitales internacionales para cubrir estas brechas, espanta para afuera los dineros de los residentes, como queda registrado en los saldos negativos de la cuenta financiera de la balanza de pagos.

¿Y qué haría atractivo la venta de divisas por privados en el SICAD II? En el mejor de los casos, los exportadores no petroleros, de ofrecérseles condiciones apropiadas, podrían aportar unos $3 o 4 millardos adicionales. Y ¿qué induciría a tenedores privados de títulos en dólares (u en otras monedas) a venderlas por papeles en bolívares? El clima de negocios en Venezuela es sumamente adverso, dada la precariedad de las garantías procesales y a la propiedad, los controles de precio, la naturaleza punitiva de muchas normas, y las regulaciones y prohibiciones diversas a la actividad económica. Luego, a pesar de la volatilidad del pequeño mercado de capitales puede traducirse en ganancias súbitas en momentos estelares, es éste demasiado llano y escaso en ofertas. Con la crisis económica del país, es más probable que los pocos valores transados generen pérdidas. Por otro lado, los depósitos en la banca rinden intereses muy inferiores a la inflación. Finalmente, las marchas y contramarchas del gobierno en materia cambiaria no ofrecen seguridad alguna de que las inversiones bien sea en empresas o en instrumentos denominados en bolívares, de resultar favorecidos, puedan ser recuperadas, con las ganancias obtenidas, en dólares. Por donde se le mire, no aparecen los oferentes privados de divisas.

Siempre habrá, desde luego, quienes por razones de emergencia –pago de deudas contingentes, necesidad de cubrir gastos de salud de familiares en Venezuela, u otros compromisos- deseen comprar bolívares. Pero serían muy limitados si vendieran sus dólares en los mercados controlados cuando el negro ofrece un cambio varias veces más favorable. La esperanza de que algunos de los pocos turistas que llegan al país ahora sean tan despistados que vendan sus divisas a precio oficial y que ello infle su oferta es risible.

Desde luego, el Ejecutivo ya dispuso que PdVSA y el BCV sean también oferentes en SICAD II. La deuda externa consolidada de la empresa petrolera está registrada, para finales de 2013, en más de $43 millardos. Ello no incluye la cuantiosa deuda con el BCV. ¿Cuánto estaría dispuesta PdVSA a aportar divisas adicionales por esta vía sin afectar aun más sus ingresos futuros o su ya precario flujo de caja? Quizás la apuesta del Ejecutivo es que empresas petroleras foráneas encuentren mucho más atractivo invertir en Venezuela, ahora que podrán obtener bastante más bolívares por sus dólares. En el mediano plazo, redundaría en un incremento de la producción que podría aliviar las estrecheces en las cuentas externas. Pero no olvidemos que a las empresas asociadas a PdVSA se les deben varios millardos y que existen demandas internacionales por parte de empresas expropiadas y/o a las que se les impusieron cambios en las condiciones inicialmente acordadas para su operación en Venezuela. ¿Qué debería hacer el país para que las condiciones del negocio petrolero den más confianza? El BCV, por su parte, salvo por los intereses devengados por reservas internacionales colocadas en instrumentos financieros líquidos, no es fuente primaria de divisas; oferta las que le entrega PdVSA.

Pero lo más lamentable del nuevo esquema es que, a pesar de todas las expectativas que el gobierno quiso fomentar, en un corto plazo apenas le hará cosquillas al mercado paralelo (negro). Las razones son obvias. La maquinita de imprimir billetes que el BCV puso a funcionar para cubrir las deudas de PdVSA y de otras empresas públicas con el fisco, ha hecho que la relación entre la liquidez monetaria y las reservas internacionales supere actualmente los 60 Bs/$. La ausencia de instrumentos financieros en bolívares no deja mejor opción para muchos que la compra de dólares, más cuando no se prevé que su precio vaya a estabilizarse. Por otra parte, la tentación de abultadas ganancias en lo inmediato al comprar dólares regulados y venderlos en el paralelo hará que, a pesar de las penalidades, seguirá estimulando estos negocios especulativos. De manera que el fuerte desequilibrio entre oferta y demanda de divisas seguirá existiendo.

Por ello es que el SICAD II, lejos de liberar la compraventa de divisas, se presenta como un mecanismo adicional de racionamiento. El artículo 9 de la reformulada Ley de Régimen Cambiario y  sus Ilícitos sujeta las transacciones ahí a los convenios cambiarios a establecerse entre el BCV y el Ejecutivo, así como las regulaciones que determinen las Superintendencias de Bancos y de Valores. De los 41 artículos de esta ley, 25 se refieren a los ilícitos. Claramente se trata de un instrumento punitivo para intentar sostener a la fuerza el racionamiento de la divisa, que fracasará porque su propio diseño, las políticas del gobierno y las condiciones de la economía doméstica, lo que hacen es alentar una demanda insaciable por dólares. 

Finalmente, es obvio que la instrumentación del nuevo mecanismo significa una nueva devaluación del bolívar. A pesar de no conocerse cuáles operaciones se transarán en ese mercado, las alusiones de Ramírez a que muchas deudas que tiene el Estado con empresas nacionales y extranjeras podrían encontrar ahí solución hará que la paridad que resulte se transforme en marcador para los precios internos de bienes y servicios en que éstas participen. El BCV pretende que el precio del dólar fluctúe dentro de una banda, con un techo y un piso regulado, y todo hace pensar que se situará por encima de los Bs. 20/$. ¿Cuántas transacciones terminarán realizándose a esta paridad, varias veces superior al 6,30, ante la manifiesta escasez de divisas del SICAD I y de la antigua tasa CADIVI? ¿Cuántas seguirán sin encontrar más opción que acudir al paralelo? ¿Cuál será su impacto sobre la inflación y/o sobre el desabastecimiento?

Y así, de parche en parche, el gobierno pretende mantener un control de cambio que ya le estalló en la cara. No ha entendido la necesidad imperiosa de desmantelar por completo el sistema. La ignorancia es y seguirá siendo, un precio muy alto a pagar para los venezolanos.

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