Opinión Nacional

Sinagoga profanada

La profanación de la sinagoga caraqueña coloca a Venezuela en vergonzoso entredicho internacional, y depende ahora de las actitudes del gobierno y de la ciudadanía, que el país salve su reputación y no quede catalogado en la odiosa categoría histórica de Rusia Zarista o de Alemania Nazi.

Se puede confiar en una positiva reacción de rechazo a la infamia antisemita por parte de una mayoría arrolladora del pueblo venezolano, que está libre de odios raciales, étnicos o religiosos. Lo que más interesa, es ver cómo evolucionará la actitud del gobierno y, particularmente, del presidente.

El movimiento chavista se formó con insumos de dos corrientes socio-ideológicas opuestas. Una de ellas es fascista, neonazi y antisemita, importada primero del Cono Sur y posteriormente reforzada con aportes de la extrema derecha clerical islámica. Se apoya en algunos militares y en elementos lumpen-proletarios.

La otra corriente es marxista, emanada de una izquierda venezolana y extranjera que catequizó a los militares. Teóricamente, esa corriente debería estar libre de todo racismo y discriminación antijudíos. Recordemos que Marx (como Rosa Luxemburgo, Trotsky y muchos otros próceres del socialismo) era étnicamente judío, y que su amigo y colaborador Friedrich Engels diagnosticó el antisemitismo como “reacción de los elementos medievales y decadentes de la sociedad contra la sociedad moderna” y lo calificó de “el ‘socialismo’ de los imbéciles”.

Sin embargo, en Venezuela esa imbecilidad parece haber infectado incluso a algunos personeros de la izquierda oficialista. Luego de que el gobierno cometiera el gigantesco error de abandonar la política imparcial que siempre habíamos mantenido ante el conflicto del Medio Oriente y nos alineara gratuitamente con uno de los bandos, algunos de la “izquierda” chavista olvidaron la imprescindible distinción entre la política del gobierno de Israel por un lado, y el pueblo judío por el otro, y cayeron en vulgares expresiones antisemitas, hasta el punto de negar la realidad del Holocausto (delito éste que en las democracias europeas se castiga con tres años de prisión). Así contribuyeron a alentar a la chusma que atacó la sinagoga.

El mundo exterior está alerta ante este suceso y la Historia universal juzgará al presidente Chávez según la posición que asuma. Nadie creerá el cuento ridículo de que la profanación fue obra de opositores para desacreditar al régimen. Chávez debe demostrar con hechos que condena el antisemitismo y no lo tolerará. No se le exige que ame a los judíos venezolanos, pero sí tiene el absoluto deber de convivir con ellos sobre bases de respeto mutuo. Si no, quedará condenado por la Historia.

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