Opinión Nacional

Sobre árbitros y arbitraje

En estos primeros días de juegos del Mundial de Fútbol ha habido favoritos que no han dado la talla que se esperaba, equipos que han sorprendido y muchas quinielas que han fallado. Pero lo que ha resultado impecable a todas luces ha sido la actuación de los árbitros.

Los árbitros están sometidos al escrutinio público casi tanto como los mismos jugadores. Tienen que mantener el control del juego, amonestar aunque el amonestado sea alguien a quien se le tiene simpatía y aplicar ley de la ventaja aunque el favorecido sea alguien que pueda resultar detestable. Un jugador puede equivocarse, cometer un «foul», pasarle el balón al del otro equipo, hacer tonterías, incluso ser expulsado del juego, y jamás será juzgado tan mal por el público como un árbitro que cometa injusticias. Y esto es sencillamente porque las injusticias de los árbitros cambian el resultado final de los juegos.

Los buenos árbitros son respetados. Los árbitros excelentes se ganan la admiración del público. El italiano Colina es un buen ejemplo: muchos lo consideran el mejor del mundo. Para alcanzar esas cimas se requiere de mucha fortaleza física y moral, pero sobretodo de la moral; tener un gran sentido de la justicia, resistencia a cualquier tipo de tentaciones y coraje a toda prueba.

Los buenos árbitros se recuerdan; los malos árbitros nunca se olvidan. Navegando por Internet me he encontrado con infinidad de historias de malos arbitrajes. Larguísimos «chats» en los que las personas se desahogan de un mal arbitraje, y en donde le dicen al árbitro «de todo menos bonito». Hasta hay canciones que inmortalizan peores árbitros y pésimos arbitrajes.

Dean Oliver, el autor de «Basketball on paper», dedica un capítulo a los árbitros y al arbitraje, del que extraje la siguiente cita: «El equipo de los New York Nicks de 2002, con un porcentaje de juegos ganados de 35%, puede estar agradecido a los árbitros por tres o cuatro de esos juegos ganados, algo que ni siquiera los fanáticos harían». Y es que los fanáticos, por lo mismo que son fanáticos, creen que su equipo es el mejor sin necesidad de hacer trampas, por lo que ellos mismos las rechazan.

Deshonestos, parcializados, injustos. Los adjetivos que califican a los malos árbitros van de allí al infinito. Ha habido árbitros que han tenido que ser sacados de los juegos con escoltas policiales para evitar que los fanáticos los lincharan.

En el Coach´s Manual* se dan consejos útiles a los jugadores que se ven en el aprieto de tener un mal árbitro. «Trátelos con respeto, como si ellos lo respetaran a usted». Sin embargo, añade: «el respeto tiene una limitación: requiere que el árbitro sea del tipo de persona consciente y considerada, y por lo menos algo competente… Si nada de esto funciona… requiera a la liga que jamás vuelvan a llamar a ese árbitro»…

¡Qué suerte tienen aquéllos que pueden optar por llamar o no un árbitro!

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