Opinión Nacional

Socialismo o muerte

Solía ser admiradora de León Trotsky y hasta considerarlo un mártir por su
asesinato ordenado por Stalin; influyó mucho en esa admiración la trilogía
(los tres Profetas) de Isaac Deutscher, destinada a ensalzar al brillante
líder del bolchevismo. Pero cuando leí “Koba el Temible”, la muy documentada
biografía de Stalin escrita por el inglés Martin Amis, pude no solo
corroborar que Stalin fue el genocida más despiadado en la historia del
siglo XX y quizá de la humanidad, sino también que Lenin no se quedaba atrás
solo que le faltó tiempo para competir con su sucesor en tan criminal
curriculum. Y saber que Trotsky, el más inteligente e intelectual de los
tres, se pronunciaba porque las leyes soviéticas eliminaran esa paparruchada
del respeto a la vida
.

La revolución concebida por esos tres monstruos carecía totalmente de
límites éticos, de algún freno moral y del más mínimo respeto por la
camaradería, la amistad, la lealtad y todos los principios y sentimientos
que conforman la diferencia entre un ser humano y una bestia. Nadie sabía
-en aquellos tiempos horrendos- cuándo sería encarcelado, torturado,
deportado o asesinado y mucho menos por qué. De hecho la revolución cobró
sus más atormentadas víctimas entre sus más devotos promotores. ¿Veinte,
cincuenta, cien millones de muertos por hambre, frío, deportaciones a campos
de trabajo forzado y ejecuciones? Nunca se sabrá con exactitud cuántos
hombres, mujeres y niños perdieron la vida entre 1917, cuando triunfa la
revolución bolchevique y 1953, el año de la muerte de Stalin.

Medio siglo después del final de esa pesadilla terrorífica a la que se
sumaban la miseria y la opresión de los cientos de millones de habitantes
de la Unión Soviética y de los países sojuzgados por ella; el presidente de
Venezuela, un país latinoamericano que conoció cuatro décadas consecutivas
de democracia y libertad, expresa su admiración por esos asesinos y nos
ofrece lo que ellos le ofrecieron a su pueblo: socialismo o muerte. No
pretendo vaticinar que en la Venezuela chavista se reeditará el gulag ni los
muchos crímenes que fueron la base del reino del terror de Stalin, y que
Lenin y Trotsky habrían apoyado de manera entusiasta. Las palabras
socialismo y muerte tienen otras connotaciones en boca de Hugo Chávez
Frías, aunque las ideas que las generan sean las mismas.

Comencemos por el socialismo: unas cuantas nacionalizaciones o re-
estatizaciones acompañadas de gritos, declaraciones demagógicas y
amenazas, distan mucho de constituir la transformación del país en un sistema
socialista. Evidentemente que se busca aumentar el control del caudillo
sobre todas las empresas estratégicas. En este caso son estratégicas todas
las actividades que le permitan perpetuarse en el poder, porque la esencia
del socialismo del siglo XXI mucho más allá de lo social y lo económico, es
no abandonar jamás -por alguna vía democrática- el poder conquistado gracias
a la democracia.

El socialismo del siglo XXI, según el presidente vitalicio, debe
deslastrarse de la corrupción y para eso los cambios de gabinete. Pero no le
impide a ese presidente ser amigo del alma y financista de Daniel Ortega,
corrupto de marca mayor en su primer gobierno y presidente de Nicaragua por
segunda vez gracias a su pacto con el enjuiciado ex presidente Arnoldo
Alemán, corrupto de corruptos.

La palabra muerte -como la única opción en caso de que el socialismo
fracase- tampoco tiene el significado que tuvo en la URSS. Allá la muerte
física o moral tenía un objetivo central: sembrar el terror que fue el
instrumento de Stalin para oprimir a millones de seres humanos durante
veintisiete años. En boca de Chávez la muerte da risa. El ha demostrado,
cuando menos en dos oportunidades, lo poco afecto que es a dar la vida por
ninguna causa; y está a la vista que sus acólitos, tanto civiles como
militares, solo militan en la viveza. ¿Muerte por la patria o la revolución?
Yo les aviso. El miedo que procuran implantar va dirigido solo contra los
opositores que hacen bulla, especialmente los medios de comunicación. Sus
adeptos y todos aquellos que no tienen peso en la opinión pública, pueden
robar, atracar, asesinar, asaltar, violar, secuestrar, invadir y cometer
cuanto delito, abuso o atropello quieran, seguros de que las policías, los
fiscales y los jueces jamás se ocuparán de ellos.

Ni socialismo ni muerte: un resentido social con un minestrone ideológico,
rodeado por unos cuantos resentidos como él pero también por muchos vivos
ocupados de enriquecerse; no puede imponerle su revolución a un país
anárquico gracias a ese mismo seudo socialismo. El éxito de Chávez ha
radicado en saber manipular el concepto de pueblo y hacerle creer a la gente
que por ser del pueblo tiene derecho a cualquier cosa: montar un tarantín de
comerciante informal donde se le ocurra, invadir el terreno o la casa que
más le guste o construirse un rancho debajo de cualquier puente o en el
borde de la más transitada avenida. El día en que pretendan ponerle punto
final a esa seudo libertad del pueblo, llegará la muerte pero la de su
fascismo disfrazado de socialista.

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