Opinión Nacional

Socialismo ¡va de retro!

El retorno de Venezuela a sistemas de gobierno ya superados y a prácticas políticas del mas primitivo pasado, nos llevan obligatoriamente a reflexionar y sobretodo a actuar con paso firme para configurar las estructuras políticas de la democracia. Muchas de las lecciones que la mayoría de los expertos en ciencias políticas y hasta los mismos historiadores creyeron haber aprendido, a partir del estudio de las democracias ya consolidadas en el mundo, están siendo reexaminadas en la actualidad. En la mayoría de los casos no puede tomarse el mismo remedio para cada situación particular, ya que los países reaccionan de distinta manera cuando se inician en la democracia, pues ésta asume muchas formas, en donde instituciones políticas similares funcionan de modo diferente en las diversas culturas políticas. Este hecho pudiera confirmar lo que sucede también en países de Asia y en la mayoría de América Latina con la excepción de Cuba y Venezuela, pues salvo éstos dos últimos casos, los demás, por el contrario se encuentran ahora en plena transición del autoritarismo hegemónico y populista a la democracia plena. Sin embargo, a quienes proponen la democracia en países donde ésta no se encuentra suficientemente consolidada les espera la difícil tarea de decidir que modelos institucionales van a suscribir. ¿Deben elegir un régimen parlamentario o uno presidencial?, ¿Deben redactar nuevas constituciones o simplemente adoptar una ya existente?, ¿Deben instaurar un régimen o sistemas transparentes de revisión judicial?, ¿Con cuanta seriedad deben estudiar el modelo Inglés, Norteamericano o Francés, por ejemplo, como sistema de equilibrio, de frenos y contrapesos?, ¿Deben permitir que las decisiones de la Legislatura o las mismas leyes sean modificadas o anuladas por vía refrendaria o por simples plebiscitos públicos?. Interrogantes como estos, surgen hoy y seguirán surgiendo. Una inquietud aflora también de éstas reflexiones, y es, cuanta democracia y de que tipo puede apoyar un régimen en transición al autoritarismo como el nuestro. Lo mínimo deseable es que haya elecciones libres, abiertas para la mayoría de los ciudadanos, aunque éstas por sí solas no forjan la democracia, como ya lo aprendimos de las duras lecciones en el período de esplendor socialista ruso o chino, que mas que una democracia era una “votocracia”. El gran desafío de cada país, y Venezuela no escapa de ello, es determinar objetivamente cuanta democracia y que clase de instituciones políticas y jurídicas puede verdaderamente sostener sin incurrir en la debilidad para responder a las amenazas y los retos tanto internos como externos o, por otro lado, dejarse llevar también por los extremos de lo fácil o práctico, que casi siempre desemboca en un peligroso desequilibrio institucional de los poderes que envuelve al país en una complicada anarquía y confusión, que nadie en su sano juicio desea ni mucho menos estimula; salvo aquellos iluminados del demonio que sin medida alguna procuran su propio beneficio a costa del sacrificio de los demás. ¡Va de retro Satanás!

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