Opinión Nacional

¿Socialismo?

Más solidaridad, justicia social, libertad y superación de la pobreza. Partido-estado único y absoluto dueño del poder político, único educador, empresario y empleador, único comunicador social, definidor y censor de conciencias; a los pies de yo el único. Socialismo, para muchos venezolanos significa lo primero y para algunos lo segundo. Es la distancia entre salud mental y locura.

¿Qué afirmamos al hablar de socialismo? Algunos dicen que no debemos distraernos con la discusión del socialismo, pues lo que tenemos es personalismo totalitario tratando de disfrazarse de “socialismo del siglo XXI”, como síntesis de los anhelos de justicia, amor y solidaridad. Posiblemente tienen razón, sin embargo, queremos hacer una contribución reflexiva y serena para construir un futuro viable y acorde con las aspiraciones sociales y posibilidades de los venezolanos.

En la condición humana hay dos tendencias que se complementan dialécticamente: la solidaridad con los semejantes y la búsqueda del interés propio. Toda sociedad necesita combinar ambos factores sin negar ninguno de los dos. Por eso en las sociedades pacíficas hay pactos sociales e instituciones que combinan el interés y la solidaridad. Ni la afirmación individualista sola, ni la solidaridad impuesta han producido justicia, libertad y progreso social.

Las personas necesitan cierto poder y bienes materiales para vivir. Si estos son apropiados en exclusiva por sólo unos pocos (individuo, clase, partido, sector social, etc.) o por varios de ellos, siempre tendremos una dominación deshumanizadora y conflictiva. El virus de la posesión excluyente está en las entrañas del poder político y de la riqueza económica en todo tipo de sociedad humana y hay que combatirla, porque es mortal. La socialización, es decir la generalización a toda la sociedad del poder y de los bienes materiales y espirituales, es la mejor manera de acabar con la explotación humana y la miseria.

En los dos últimos siglos (XIX y XX) de Europa (para enfocarlo donde el debate y las realizaciones fueron más intensas) la generalización del poder y de los bienes materiales se desarrollaron por dos vías opuestas. En una, por medio de luchas y conquistas graduales se pasó del rey absoluto, ignorancia generalizada y miseria y explotación de los trabajadores, a la soberanía democrática con poder de la sociedad, la educación y capacidad productora generalizadas y bienestar social general. Todo ello, fruto de una larga marcha de diversas corrientes sociales y de pensamiento que combinaron ética e inteligencia con las luchas, las leyes sociales, la creatividad, las instituciones y la autoridad para construir una democracia social con alta productividad. Los logros son tan impresionantes que hay poco parecido entre la sociedad europea de 1846 a la de 2006. Pero ahora tienen nuevos retos.

La otra vía optó por formar un partido disciplinado para la toma del poder y para destruir desde el estado-partido dictatorial (a nombre del proletariado) el poder y la economía capitalista reinantes. Una vez eliminadas las supuestas causas del egoísmo humano, la concentración del partido-estado se “extinguiría” por innecesaria, dando paso al “hombre nuevo” en el paraíso de la abundancia compartida. Los socialdemócratas( Lenín, entre otros) de la Segunda Internacional eran marxistas y en el primer cuarto del siglo XX se dividieron en leninistas y en los que creían en la vía del “reformismo socialista”, para decirlo en términos de Eduard Berstein a quien condenaron los dogmáticos de su partido y el tiempo le dio razón.

Hay muy avanzados socialismos democráticos y democracias sociales en el mundo. También hemos tenido a lo largo de casi un siglo decenas de socialismos marxistas-comunistas autoritarios en Europa, en África, en Asia y en América Latina. Sus ensayos, luego de algunos logros, han terminado en fracasos totales, sin “hombre nuevo” y con dictaduras crueles y atrasadas. Hoy hasta China y Vietnam, con monopolio de partido-estado comunista (la democracia y los derechos humanos están lejos), optan por la economía de iniciativa y estímulos privados, pues consideran que el mercado es un medio económico por ahora insuperable para el incremento de la productividad, intercambio, desarrollo de iniciativas creadoras y revolución permanente de las fuerzas productivas.

La discusión entre socialismo autoritario y democrático ya existía hace 150 años. La ventaja del XXI sobre el XIX, son los resultados evidentes de siglo y medio de experiencia. Los anarquistas le decían a Marx que la concentración del poder en la dictadura del proletariado (que luego resultó ser dictadura del partido y del secretario general) no era el camino a la democracia social y bienestar de las mayorías, sino a la perpetuación del totalitarismo; como ha ocurrido en todos los países sin excepción. La dictadura (personal o de partido), que pretende ser intérprete único del pueblo, se perpetúa y todo lo envilece.

La Iglesia, con su humanismo trascendente, defiende que la conciencia social, el compromiso público y los valores, hay que inculcarlos en cada generación, y las leyes e instituciones deben exigir con firmeza la solidaridad de todos. La creciente generalización del poder y de los bienes materiales es algo imprescindible y permanente. Es decir, necesitamos avanzar radicalmente en lo social y en las libertades democráticas. El yo de este gobierno anuncia la otra vía.

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