Opinión Nacional

Socialismos del siglo XXI

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Miami (AIPE)- La diferencia clave entre los socialistas y quienes creemos en la libertad individual es que ellos asumen que los políticos y burócratas siempre saben lo que más conviene a la gente, mientras que los libertarios desconfiamos de los gobernantes y creemos en la habilidad innata del hombre y la mujer de hacer lo que más les conviene, tanto a ellos como a su familia y, por ende, a la comunidad y a la patria.

Así vemos que los socialistas, desde Hugo Chávez en Venezuela hasta Sally Lieber en la asamblea estatal de California –quien pretende promulgar una ley penalizando con un año de cárcel a los padres que den una nalgada a sus hijos-, sufren de la creciente locura del siglo XXI: insistencia en despojar al ciudadano de su capacidad de tomar decisiones individuales sobre su vida, su familia y su patrimonio, bajo la falsa creencia que el presidente de la república, el congresista, el ministro, el gobernador, el alcalde, el burócrata, el trabajador “social” o el policía sabe mucho mejor lo que conviene tanto al individuo como a la nación entera.

El socialismo surgió originalmente de las ideas de un par de franceses: el agitador François-Noël Babeuf (1760-1797) y el aristócrata arruinado conde Henri de Saint-Simon (1760-1825). El primero exigía la propiedad pública de la tierra y de las industrias, mientras que el segundo pretendía la implantación de la planificación central de la economía.

Tras el rotundo fracaso de la planificación central y de la propiedad estatal de la industria, el comercio y la agricultura en la Unión Soviética, el renacimiento socialista del siglo XXI aspira más bien a la total manipulación de nuestras vidas y de nuestro patrimonio, pero sin necesariamente asumir responsabilidades por las consecuencias. Y todo, claro está, bajo un falso y opaco manto de bondad y amor por los pobres, los niños, los ancianos, los enfermos, los hambrientos, etc. La triste realidad es que quienes caen en las enrevesadas redes de la burocracia difícilmente logran rehacer sus vidas y recuperar sus ahorros.

Todos los días leemos en la prensa y vemos en la televisión tenebrosos mensajes sobre el terrorismo islámico y las intenciones nucleares de Irán. Admito que más me asusta el terrorismo policial, cuando veo que una anciana fue arrestada y esposada por atreverse a viajar en un automóvil sin tener puesto el cinturón de seguridad.

Entre las víctimas del socialismo en Estados Unidos sobresalen los drogadictos, tratados como criminales y no como enfermos, las minorías de negros y latinos que conforman la mayoría de presos en las cárceles federales y estatales, niños que son trasladados a instituciones porque las autoridades desconfían de los padres, jóvenes que estudian en escuelas públicas donde no los preparan para ganarse honestamente la vida porque los programas de estudios y el ambiente escolar están rigurosamente controlados por poderosos sindicatos de maestros que atemorizan a políticos y burócratas.

Así no avanza el único remedio contra la deficiente educación pública: la promoción de la competencia entre las escuelas que contempla el “bono escolar”, con el cual los padres seleccionarían la mejor escuela para sus hijos, pública o privada, pagando con el bono recibido del gobierno. Por el contrario, actualmente sus hijos son asignados a tal o cual escuela por un burócrata, quien al ser empleado del gobierno, lo mismo que los maestros, promueve el crecimiento y la dependencia del estado.

En esas escuelas públicas, a los niños de sexto grado les enseñan sobre preservativos, promoviendo indirectamente las relaciones sexuales de los menores, siempre y cuando se prevengan las enfermedades. Todo esto forma parte del socialismo atropellador del siglo XXI, donde con la fuerza de las armas el estado pisotea o controla la voluntad de los padres, las tradiciones de las familias y la propiedad privada del ciudadano.

___* Director de la agencia AIPE y académico asociado del Cato Institute.

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