Opinión Nacional

Sociallismo y abulia (II)

En ocasión anterior señalamos la profunda diferencia que existe entre el socialismo democrático (esbozado por Marx y otros clásicos), y el “comunismo de cuartel” (Kasernenkommunismus) que Marx condenó en forma absoluta. Dijimos que el socialismo democrático es aplicado de manera gradual por gobiernos socialdemócratas en países desarrollados, en tanto que el comunismo de cuartel se impuso, durante el siglo veinte, en la URSS, en China maoísta y en Cuba castrista. Afirmamos, asimismo, que en Venezuela ya es evidente que el régimen de Hugo Chávez no es un mero “populismo militar” sino que su rumbo lo identifica con el comunismo de cuartel.

Ante los recientes desmanes antidemocráticos del gobierno venezolano, personalidades y sectores que internacionalmente se califican de “progresistas”, “socialdemócratas”, “socialistas democráticos” o “de centroizquierda” siguen defendiendo a Chávez y su “revolución”. Muchos centroizquierdistas de base lo hacen de buena fe, persuadidos por la bien aceitada maquinaria de propaganda internacional que les presenta un cuadro mentiroso de “ascenso popular” luego de décadas de “oligarquía”, y de “defensa de la revolución” contra un “golpismo fascista”. Al respecto nos conviene la autocrítica: nosotros mismos, en épocas pasadas, a veces errábamos al buscarles excusas por lo menos parciales al castrismo y otros regímenes comunistas cuartelarios, alegando “bloqueos”, “amenazas fascistas” o incluso “peculiaridades nacionales” para justificar lo injustificable. No percibíamos toda la gravedad de los atropellos del comunismo cuartelario contra la dignidad del ser humano.

Menos perdonables son las actitudes abúlicas u oportunistas de dirigentes e intelectuales “progresistas” que conocen la realidad venezolana, como también la cubana, pero no quieren darse por enterados. En este conjunto están los revolucionarios de salón del Primer Mundo, en búsqueda de admiradores y “grandes entregas”. Están los gobernantes de pequeños y grandes países, pedigüeños y ávidos de petrodólares. Está un presidente como Lula -democrático y digno de aplauso en otros aspectos- que, para favorecer los intereses de su potencia emergente, adula y defiende a Chávez como gobernante presuntamente ideal “para un pueblo como el venezolano”. Pero el más despreciable es un Secretario General de la OEA que, por deber su cargo al presidente venezolano y esperar que éste le ayude en futuras aspiraciones presidenciales, aboga por la readmisión de Cuba sin exigencias de libertad y derechos humanos, y pregona por el mundo la belleza de la “democracia” venezolana.

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