Opinión Nacional

Sociedad civil y Partidos Políticos

Hugo Chávez Frías tiene ya cinco años en el poder, impulsando una “revolución” bolivariana que ha resultado ser un plan magistral, pero para eliminar el equilibrio entre los poderes y desmantelar las instituciones democráticas que, en su criterio, son una herencia de 40 años de gobiernos oligarcas que debe ser eliminada. El resultado es que vivimos en un precario Estado de Derecho, donde los poderes públicos están concentrados o secuestrados por el Poder Ejecutivo. Desde Miraflores se escribe el guión que todos los demás ejecutan, la partitura que todos tocan al unísono.

Pero, simultáneamente con la llegada al poder de esta “revolución”, comenzó un proceso de resistencia al régimen. Resistencia con la que nadie contaba y que ha sido muy difícil de manejar y doblegar. Ciudadanos y sociedad civil, son los actores, protagonistas indiscutibles, de este proceso de resistencia a una “revolución” que resulto ser un fraude.

Para algunos los partidos políticos también son parte de la sociedad civil; pero en Venezuela, no solo son instancias bien separadas, sino que legalmente hay decisiones del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) que así lo determinan y que excluyen a los partidos como parte de la sociedad civil. Son varias las sentencias que a dictado el TSJ al respecto, pero especialmente en la Nº 1395, Exp. 00-1901, del 21 de Noviembre de 2000, en el caso de los Gobernadores contra el Ministerio de Finanzas, se expresa:

“2) Que estando el Estado conformado por ciudadanos que pertenecen a fuerzas políticas, la sociedad civil tiene que ser diferente a esas fuerzas, cuyos exponentes son los partidos o grupos políticos. Consecuencia de ello, es que las organizaciones políticas no conforman la sociedad civil, sino la sociedad política cuyos espacios están delimitados por la Constitución y las leyes. Por lo tanto, todo tipo de participación partidista en personas jurídicas, desnaturaliza su condición de organizaciones representativas de la sociedad civil.

La sociedad civil la forman los organismos e instituciones netamente privados, mientras que la sociedad política es el dominio directo que se expresa en el Estado y en el gobierno jurídico, en el cual contribuyen los partidos en un régimen democrático.” (Subrayado mió)

Pero además, ambos actores, partidos y grupos de la sociedad civil, actúan de manera muy diferente, aun cuando en la práctica ambos ejercen o se dedican a la política. Naturalmente que hay semejanzas también, pero son sobre todo las diferencias, que son las que definen pautas y áreas de acción de cada uno, las que me interesa analizar.

El poder en el centro de las diferencias

Siempre se ha dicho que la diferencia fundamental entre partidos y sociedad civil es el objetivo que ambos persiguen y hoy es un lugar común decir que para los partidos es el poder: lograrlo, alcanzarlo, la posibilidad de ejercerlo para llevar adelante sus programas, sus ideas, el sector al cual representan. Mientras que para los grupos de la sociedad civil —vamos a llamarlos Organizaciones No Gubernamentales (ONG) — los objetivos son diferentes y variados dependiendo de cada uno de ellos. El primordial no es el político, aunque se ven lanzados a él por diversas circunstancias y por una muy particular, el ejercicio de la ciudadanía; es este —la ciudadanía— el elemento distintivo. Por lo tanto, en materia política, el objetivo de las ONG, en mi opinión, es en todo caso controlar la gestión pública y la de los partidos. Tema sobre el que volveré al final.

Con respecto al tema del poder, es necesario evaluarlo más allá de un objetivo externo. Es preciso también considerar la forma de ejercerlo de manera interna y en la manera de relacionarse sus miembros, pues hay allí otras diferencias importantes. Unos, los partidos, por lo general, aunque no siempre y no solo, lo ejercen por autoridad , por estatutos, legitimados en una elección; los otros —las ONG— por “auctoritas” , por el llamado “poder espiritual”, ese algo que aceptamos de algunas personas que no se nos imponen porque un estatuto diga que ellas son la “autoridad” o que ejerce un determinado cargo, sino que se nos imponen por su saber, su ejemplo, su acción, su dedicación, por lo que ellas son.

Esa forma de ejercer el poder determina también formas de liderazgo y la forma en que sus líderes luchan por las posiciones internas en sus organizaciones. En los partidos la lucha por el poder puede revestir situaciones muy agudas y muy intensas, rompimientos, divisiones; porque el poder interno significa acceso al gobierno, acceso a un cargo legislativo, acceso a recursos, prestigio. Por lo general esa lucha esta normada o estatuida, aunque se acepte que, por tratarse de política, todo vale.

En las ONG, el liderazgo suele estar —o debería estarlo— relacionado con mayor trabajo, mayor dedicación a la causa de la organización. Sin embargo, no están exentos de esos rompimientos, que en las ONG también son frecuentes, sobre todo en las de carácter y acción política. En las ONG los problemas personales entre sus miembros y las disputas con relación a la utilización de recursos escasos o el celo por la mayor proyección que alcancen unos u otros, se terminan convirtiendo en problemas organizativos. Se anteponen las lealtades personales a las lealtades a la organización, las ideas y los objetivos.

Relacionado con el poder hay otra diferencia importante, como es la representación, internamente y externamente. Si bien en ambos sus dirigentes llegan —o deben llegar— por un proceso interno de elección, en los partidos cuando eso se logra, cuando se alcanza la representación de la organización, por virtud del proceso electoral se alcanza también la representación de los electores, de una parte de la población simpatizante con ese partido. Ese liderazgo, esas ideas, esos programas, adquieren una legitimación en las urnas, por vía del sufragio en competencia con otros.

Las ONG, por otra parte, no concurren a procesos que los lleven a representar a alguien, salvo a si mismos o a unos pocos. Por lo general las ONG son la expresión de algo, pero expresión de la unión de voluntades individuales y su legitimidad viene dada, reconocida, por su “auctoritas” como organización, su prestigio, su trabajo, la calidad de sus lideres, la claridad de sus ideas. Ese es uno de los problemas graves de las ONG, que usualmente no representan a nadie, por más que muchos se presenten como sus representantes, voceros autorizados o aunque las organizaciones cuenten con muchos miembros; y eso se nota especialmente a la hora de asumir triunfos y fracasos. Todos hablamos por la sociedad civil cuando se trata de logros y meritos, pero nadie asume los errores objetivos que ha cometido la “sociedad civil”, que en esa circunstancia se vuelve más abstracta que nunca.

Evaluemos ahora, con algo más de detalle, estos dos sectores, que se nos presentan como diferentes y que en realidad no lo son tanto.

La sociedad civil

El trato de ciudadano ha estado siempre presente en las 26 constituciones que ha tenido el país, pero solo ahora ha dejado de ser una formula de cortesía o protocolo, para convertirse en una manera de relacionarse con la política y el Estado. Sin embargo, es difícil caracterizar eso que se llama sociedad civil. Ha habido múltiples definiciones, más o menos complejas, en las que no vamos a entrar de manera detallada o profunda; es esa mezcla de derechos individuales y asociaciones de voluntarios que se presentan frente al Estado en defensa y preservación de sus intereses.

Pero, como sus fronteras siempre son muy difusas, por sociedad civil también vamos a entender ese espacio organizacional en el que se mueve el ciudadano que no tiene partido, que aunque siga una “línea” o directriz determinada, no esta comprometido, atado, con la organización que la emite; hablamos de ese “reino del ciudadano” que ya hemos llamado ONG y cuya tarea es el ejercicio de la ciudadanía. Y por ciudadanía —que sin duda es la palabra que mejor resume la tarea política del momento— vamos a entender una forma de participación política y social basada en el reconocimiento de que el vínculo que nos une a los demás es compartir los mismos derechos.

Hablamos de ese individuo que durante años se fue separando cada vez más del estado, de lo público; a quien le fueron socavando sus mecanismos de participación y representación, que dejo de sentirse expresado por los partidos, sindicatos y organizaciones gremiales y que ha ido encontrando nuevas maneras de expresarse y esta cambiando su forma de relacionarse con todo; con el Estado, con los partidos, con los sindicatos y hasta con las propias organizaciones de las que forma parte y a las que dio vida.

Hasta las ONG más formales, se han visto sobrepasadas por nuevas formas de organización, descentralizadas, semiespontáneas y neoanarquistas, que sustituyen a las organizaciones permanentes, estructuradas y formales y que apoyados en pequeñas redes y en los medios de comunicación tienen un gran impacto publicitario y son capaces de grandes movilizaciones, manifestaciones y demostraciones, a las que no se les puede categorizar como vulgares procesos de masificación histérica o populista, porque ni siquiera son un mero efecto del proceso de globalización.

Sin embargo ha habido varias desviaciones importantes de analizar. Todo aquel que “disiente” bien sea por un problema de fondo, bien sea por una diferencia personal, forma “tienda aparte”, constituye una ONG o Asociación Civil (AC), monta una pagina Web ingeniosa y dinámica y gracias a la maravilla del correo electrónico e Internet, difunde sus mensajes e ideas y tiene la ilusión de que es visto y leído por millones de personas, cuando en realidad la estadística lo que nos indica es que menos del 3% de la población venezolana, es decir, menos de tres cuartos de millón de personas, tienen acceso directo a correo electrónico e Internet. (Sabrá Dios, además, cuantos realmente leen los miles de mensajes que circulan a diario).

Sin contar con esas desviaciones, persiste además un problema adicional, un grave problema. Estos “movimientos” masivos, espontáneos, eficaces hasta cierto punto para promover ideas, discusiones y debates, son movimientos básicamente de ideas, no destinados a tomar el poder —me refiero al poder político, el poder del Estado— y de allí la frustración, el fracaso, esa incapacidad de producir una alternativa coherente, a pesar del gran poder de movilización que algunas ONG tienen. Estos movimientos así generados, aunque muy concientizados, producto de intensos y largos debates políticos, de una muy activa participación y resistencia contra el poder del Estado, muy claros en sus aspiraciones y en lo que rechazan, pero que no pueden entrar en negociación porque nadie esta en capacidad —como ya vimos al hablar de representación— de negociar en nombre de ellos. No cabe duda que estas dinámicas ONG “expresan” una realidad de nuestra época, pero habría que ver cuanto de la población representan realmente o son capaces de movilizar.

Las ONG son buenas en sus áreas específicas y apoyados en la “red” y en los medios de comunicación tienen un gran impacto y son capaces de grandes movilizaciones, manifestaciones y demostraciones; pero, no están diseñadas para el accionar político efectivo y sus buenas intenciones, acciones y eficacia como ONG, como AC, no se traduce en votos ni poder político. Son los que algunos autores califican de movimientos pre-políticos. Son como olas que nacen en lo más profundo del océano, que asustan, que baten fuertemente las rocas, pero que al final llegan a la playa a deshacerse o morir.

Los partidos políticos

El Gobierno de Chávez Frías se inicio continuando el ataque despiadado a los partidos políticos, recogiendo y usufructuando más de 30 años de diatribas, no siempre justificadas. Ese intento de eliminar los partidos cristalizó en la Constitución Bolivariana, en la cual ni siquiera se les nombra y expresamente prohíbe que sean financiados por el Estado. Se piensa, erróneamente, que esto es un comienzo de liberación y depuración, cuando en realidad al quitarles el financiamiento público se les arroja en manos de los grupos económicos que puedan financiarlos y de cuya influencia se pretendía liberarlos. Se les hace más dependientes a los de la oposición y se favorece indirectamente a los del Gobierno, porque son los únicos que pueden contar con los recursos del Estado, como hemos visto hasta la saciedad en estos cinco años.

Pero esa estratagema ha fallado y la situación y experiencia política, invalorable para la sociedad civil, vivida durante los últimos cinco años, también sirve para sacar importantes conclusiones, al menos en lo que a la organización política partidista concierne.

Durante estos cinco años, especialmente al principio del quinquenio, parecía que asistimos a la sepultura de los partidos tradicionales y al surgimiento y reflorecimiento de “nuevas” organizaciones. En los viejos partidos, se habían enquistado algunas elites que, habiendo dejado de lado ideales doctrinarios, se habían adueñado de esas organizaciones, mediatizado y corrompido sus ideales de lucha. Algunos continúan allí, como la nata sobre la leche, siempre a flote por más que se revuelva. De esa debacle no se salvo ninguno, pues no vayamos a creer que solo AD y COPEI quedaron heridos de muerte, también quedaron Proyecto Venezuela, el MAS, lo que quede de la Causa R, el PPT, y ni hablar de los exiguos restos de Convergencia, el Partido Comunista, MEP, URD, la vieja Izquierda insurreccional, etc.

Presenciamos también el surgimiento, efímero en Venezuela, de lo que se llego a pensar que sería un nuevo tipo de organización de corte cívico militar (MBR200 y MVR). Inspirados en las ideas del sociólogo argentino Norberto Ceresole, se basaban en un liderazgo de tipo caudillista, con una ideología de “eficiencia militarista” y que parecían llamados a heredar las consignas y estrategias de los partidos de masas de principios de siglo, fuertemente apoyados en prácticas populistas. Se nutrieron de la clientela política de AD y COPEI, de la cual un día también se nutrieron algunos fenómenos electorales: el MEP, la Causa R y Convergencia; y pretendieron llenar el espacio político dejado por estos partidos, que alternativamente ejercieron el poder.

Sin embargo, esas organizaciones no cristalizaron. El MBR200 no llego nunca a adquirir una forma pública y el MVR se ha quedado en una mera maquinaria electoral — bastante ineficiente a juzgar por los resultados de la recolección de firmas en el mes de noviembre— y que depende del carisma de su caudillo principal: el Presidente de la Republica. Ni siquiera ha podido generar una estructura interna y mucho menos una elite dirigente. Es más, el propio líder, Chávez Frías, es quien se ha encargado de destruirlos, de mutilarles el alma, al designar a dedo sus autoridades internas y sus candidatos

De esta lucha por la sobrevivencia y por ganar nuevamente el favor del electorado de manera democrática, tendrán que surgir nuevas opciones, probablemente de inspiración ideológica Social Demócratas, Demócratas Cristianas y Socialistas, partidos con doctrina; y le tocara a los grupos sanos y jóvenes de esas organizaciones renovarlos y darles nuevo contenido para que, remozados y reconvertidos, pervivan como elemento indispensable, que lo son, de la vida democrática.

Constituye el reto de los partidos y de sus lideres del momento, descifrar este crucigrama y armar este rompecabezas e integrar a un ciudadano, que no quiere alejarse mas de la política, de lo publico, pero que no se les puede seguir atrayendo con viejas consignas de partidos de masas, leninistas, o sacarlos de su ambiente inmediato de trabajo y de vida para intentar que “participen” en ambientes extraños a su cotidianeidad. Para dar respuesta a este “ciudadano movilizado” necesitamos nuevos esquemas de organización política, más cónsonos con la realidad que vivimos, menos centralizados, más interactivos. Sabemos que esto no es fácil, pero hay algunos ensayos importantes y exitosos.

Ya hemos hablado en otras ocasiones acerca de la tendencia en muchos países de apuntar hacia un esquema de partidos u organizaciones políticas, diferentes a los que tenemos actualmente, esos partidos históricos. Tendencias que apuntan a organizaciones que se basen en núcleos muy activos de militantes o dirigentes y una enorme periferia que se activa y desactiva de acuerdo con circunstancias concretas y en ambientes específicos. No sacan al ciudadano de su “ambiente” natural de trabajo y vida en el cual se desenvuelve. De esta forma, los individuos, los ciudadanos, se mantienen activos y ligados a la globalidad, pero desde su propio medio local, parcial y limitado, el cual conocen a la perfección.

Es la organización que corresponde a un mundo globalizado; donde la globalización es un dato, una realidad tecnológica, la forma en que se organiza la producción a nivel mundial y no simplemente una opción económica. Se trata entonces de resolver la paradoja organizativa de los últimos años: antes se nos decía, piensa globalmente y actúa localmente; ahora el reto es pensar localmente y actuar globalmente. ¿Estarán nuestros partidos políticos en capacidad de darnos esa respuesta organizativa?. ¿Estarán los ciudadanos en capacidad de comprender esa convocatoria y ese papel? Esa es la gran duda.

(*): Politólogo

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