Opinión Nacional

Solidaridad digital

Miles de millones de equipos informáticos se donan cada año a los países en desarrollo para intentar reducir la diferencia tecnológica entre países ricos y pobres. El informe El basurero digital, realizado por la organización Basel Action Network, pone de manifiesto que los ordenadores que se donan a los países empobrecidos del Sur están creando enormes problemas medioambientales debido a las sustancias tóxicas que son utilizados para fabricar ordenadores, teléfonos móviles, baterías, etc. Así, las donaciones de material informático se han convertido en un modo más de lavar conciencias y de ahorrar miles de dólares en el reciclado de material tecnológico.

El Consejo Nacional de EEUU estima que 60 millones de ordenadores contienen más de 3,6 kilos de plomo, plásticos con componentes ignífugos y cadmio. Sustancias, todas ellas, perjudiciales para el medio ambiente, pero también para la salud de las personas.

Nigeria, por ejemplo, recibe cada mes más de 400.000 ordenadores donados por empresas o instituciones públicas de países del Norte. “Basel Action” denuncia que, de ellos, el 75% no pueden utilizarse ni pueden ser reparados. Se convierten, por tanto, en “basura informática” que no es reciclada de manera adecuada debido a la falta de infraestructuras. La mayor parte de los materiales informáticos enviados quedan en vertederos, poniendo en peligro la salud pública y el entorno. Lejos de ayudar a reducir la brecha tecnológica, se crean problemas hasta ahora inexistentes en estos países, como la creación de plantas de reciclaje para este tipo de materiales. En nuestras retinas están aún las imágenes de vertederos en India, China y Pakistán donde niños y mujeres sin ningún tipo de protección manipulan ordenadores para revender sus piezas.

Tras 35 años de correo electrónico, sólo un 12% de la población mundial tiene acceso a esta tecnología; más de dos mil millones de personas no disponen de electricidad; más del 90% de la población no ha navegado nunca por Internet; cuatro de cada cinco personas no han utilizado nunca un teléfono; y sólo en Manhattan hay más líneas telefónicas que en toda África Subsahariana. Estas cifras dejan de manifiesto una fractura que cada día se hace más grande.

La brecha digital es uno de los grandes retos a los que la humanidad tendrá que enfrentarse no sólo a nivel global sino también local. En los países del Norte, están apareciendo “analfabetos tecnológicos”, que corresponden con los niveles de renta más bajos. Personas que quedan fuera de la Sociedad de la Información. Así, aparecen nuevas formas de exclusión y marginación.

Para las ONG, como Ingenieros sin Fronteras, la cooperación en desarrollo tecnológico no sólo debe cubrir las necesidades básicas, implantar tecnologías o construir infraestructuras, sino que debe crear relaciones sociales, económicas y de poder más justas. El actual modelo de neocolonialismo digital llevará a que las diferencias sean cada vez mayores.

La red de redes ha conseguido romper las fronteras y ha disminuido las distancias del planeta. Hoy las oficinas ya no tienen paredes y se puede trabajar on line con compañeros en cualquier parte del mundo. Las relaciones interpersonales también han cambiado y millones de personas se ponen en contacto a través de chats o emails. Todo este mundo lleno de posibilidades es aún un privilegio de unos pocos. La globalización virtual no llegará a ser un verdadero instrumento de cooperación e integración hasta que los miles de pueblos empobrecidos y personas sin recursos puedan tener acceso a las nuevas tecnologías.

Los gobiernos y organismos internacionales tienen que velar para que todos los ciudadanos tengan una educación digital y un fácil acceso a las tecnologías, que deben ponerse al servicio de la cooperación y el desarrollo de los pueblos. La Sociedad de la Información no puede convertirse en un fenómeno de alejamiento y de marginación. Los intereses económicos de las grandes multinacionales y de los gobiernos nacionales no deben anteponerse a la solidaridad y a la búsqueda de un mundo más justo. Las donaciones públicas y privadas deben responder a las necesidades reales de aquellos a los que se quiere ayudar. El material obsoleto o los stocks de las empresas no son el modo de ayudar. La solidaridad entre los pueblos pasa por el compromiso y por la educación en “saber donar”.

Fuente:
Centro de Colaboraciones Solidarias

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