Opinión Nacional

Soliloquio de un votante aprensivo

No pretendo sentar cátedra ni orientar a nadie en este tema. En fin de cuentas, cada quien hará de su capa un sayo. Pretendo sí, razonar en voz alta sobre mis aprensiones para ir a votar en agosto y diciembre próximos. La verdad es que desde hace varios meses sólo tengo una cosa clara. Jorge Rodríguez se propone automatizar del todo las votaciones para diciembre del 2006 y así hasta la eternidad. Y al hacerlo, eliminando papeletas, cuadernos, firmas, recuento de votos y demás etcéteras, desarrolla un sistema lo más cercano posible a la perfecta manipulación informática. Así lo siento, así lo entiendo. El personaje no tiene escrúpulos y sarcásticamente nos anunció sus intenciones. Pretende en agosto que dos millones de electores padezcan su automatización total, para diciembre que la sufran cinco millones y para el 2006 la totalidad de los votantes.

Si no hay un rechazo masivo al respecto estaremos legitimando el entrar dentro de una botella a la que Rodríguez encorchará. Yo no entiendo a quienes nos explican frecuentemente cuántas y cuáles violaciones a la Ley del Sufragio comete este CNE que, además, incumple el artículo 296 de la Constitución, pero luego extraen una conclusión incoherente con su razonamiento, porque nos incitan a votar.

¿Votar para qué? «Para defender los espacios», dicen unos cuantos. Me pregunto si lo pretenden hacer al igual que en octubre del 2004, acudiendo desunidos los muchos candidatos frente a una alineación de grupos oficialistas. Los partidos políticos nos ofrecen la misma estúpida dispersión, lo cual matemáticamente asegura su derrota. Pero, además, mi crítica de fondo es que la gran mayoría de los diputados oposicionistas no han sabido defender esos espacios que ganaron en el 2000 con el apoyo popular. Pienso que el sector más débil de la oposición durante estos años ha sido la bancada parlamentaria de los partidos. ¿Eran 79? Si se revisan los debates y las votaciones de estos años se verá que en promedio sólo asistían treinta o cuarenta. Entonces, ¿qué espacios defenderíamos?

Los partidos esta vez tampoco han hecho elecciones primarias para escoger a sus candidatos. ¿Votar por ellos para que, en el mejor de los casos, saliesen electos unos pocos que luego se ganasen su salario de una manera tan deshonesta, inasistiendo regularmente a su trabajo? La verdad, la fría verdad es que no merecen tales irresponsables el apoyo popular. Por supuesto, en ese cuadro desolador existen excepciones, gente que no sólo asistió sino que peleó con entereza por defender unas reglas de juego democráticas en el Parlamento. Si los tales existen en la circunscripción donde uno está registrado, pienso que sí vale la pena apoyarlos. Pero de resto…

Pertenezco a ese grupo etario que llegó a la razón con la democracia, el mismo grupo que sistemáticamente, en un 95 por ciento, votamos en cualquier elección. Por eso bien lejos de mi parte cualquier actitud abstencionista. Abstencionista es un Domingo Alberto Rangel o cualquiera de sus seguidores. Gente que en condiciones normales de transparencia electoral siempre apostó por rechazar el instrumento democrático del voto. Para las dos que vienen, yo me inscribo entre los que protestaremos frente a un CNE ilegal, frente a sistemáticas violaciones de las normas electorales y frente a la piratería de los partidos. Conmigo no cuenten.

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