Opinión Nacional

Solo faltas tú, líder

En los políticos más ambiciosos hay pocas cosas más emocionantes –y en estos días más arriesgada- como asumir la dirección máxima de un país como Venezuela. ¿Qué hacer con una «compañía» relentada, desaforada, en víaS de quiebra y sin grandes ideas? ¿Qué hacer con el «hotel» que nos alberga o el «restaurant» que nos alimenta mal?

Ante la carencia de rigor operativo en nuestra «compañía-país», se han perdido oportunidades para el cambio y el crecimiento. Pero de ahí hemos aprendido que la transición empieza antes de comenzar el trabajo.

Hay necesidades especializadas que la actual línea de producción no satisface, como en cualquier empresa. Hemos sido frustrados tratando de que se sucedan los cambios, mientras que el mundo ha seguido adelante.

Pero hemos amasado una más vasta información sobre cómo funcionamos. Sabemos que para ser exitosos hoy deben trazarse objetivos más concretos, aclarar los procesos administrativos, aprender o re-aprender cómo hacer presupuestos, además de tomar decisiones sobre la base de fuertes funciones.

Porque tú, líder, debes hablar con cientos de personas, recabando información sobre lo que anda bien y lo que anda mal, sin perder el tiempo, con la mira puesta en un alto rendimiento y haciendo que el sitio tenga un buen ambiente para trabajar.

Este ver, conocer y oir mejor es previo al mensaje a los empleados de esta compañía sobre tu «sueño para Venezuela». No importa tanto que pocos te crean cuando señales las fallas, pero que se expongan las metas, sin olvidar que somos los empleados quienes pagamos por todo y que lo que queremos es atención a lo que nos importa y afecta más.

Tu trabajo es conducir la orquesta, no tocar todos los instrumentos. Porque «hablar, escuchar y responder» es un lindo postulado, siempre que hagas tu trabajo. Y cuidando los minutos, ya que excederse en lo trivial, entrampa a todos.

Concentrarse en lo crítico es clave. Sobre todo: que los «líderes máximos» tengan una lista de prioridades de una página, cosa que sería la real estrategia del éxito, conjuntamente con mezclarse –por Dios- con los valores humanos de la empresa-país.

La posición con la que has soñado durante años y tu momento de gloria será empañado por los males anteriores. La credulidad está en el suelo. Ni hablar de la moral. La criminalidad está en todo.

Pero aunque la gente se alegre porque «ha muerto la bruja», que no viva la bruja: debes saber hacer tu trabajo, especialmente el policial. Y ni siquiera pienses en andar echando una canita al aire por ahí.

Restaurar la credibilidad será una tarea que no escapará del escrutinio más incisivo. Porque la comunidad requiere de la ayuda del líder, para que ponga control rápidamente.

Esto implica elevar los niveles de capacitación y reparar las instalaciones con equipamiento apropiado, tecnológicamente actualizado. Antes que transmitir pánico, hay que enfocarse en la calidad de la vida.

Cuidar de la empresa que nos alberga, en estos annus horribilis del chavismo, es salir de la confusión. Como cuando un hotel cambia la estrategia de mercadeo, buscando recuperar a los clientes. Hay que proteger a la clientela que somos bajando los costos, sopesando qué funciona tácticamente, lejos de la incertidumbre y del actual estado de ánimo del país.

El liderazgo mal comprendido debe dejar la mala costumbre de rodearse de sumisos, jaletis y cachifos. No hay talento en eso.

Hay que buscar a los talentos estrellas que integrarán el equipo de mando, no ponerse a esperarlos o que surjan de los mediocres. Tenemos bastantes. Hay que construir un equipo de primera. Y esto implica construir una mejor conciencia de Venezuela.

Debes medir el rendimiento del sueño ofrecido, investigar y segmentar a los usuarios que somos, para promover el futuro. En la base de datos de alrededor de 26 millones de habitantes, hay que habilitar nuevos habitaciones o links para el trabajo.

La eficiencia no está perdida y, como dice la canción, sólo faltas tú. Siempre y cuando cuentes con el venezolano común como cliente preferido, con rango de VIP. El nuevo líder político debe fijar pocas prioridades para los problemas mayores, porque no se arreglará todo a la vez.

Aunque no somos un restaurant, todos debemos ser servidos, bien. Para ello se requieren muchos chefs, de esos que no crean que cocinan para cualquiera. Se trata de un sitio con historia, que se demoró en construir y que no merece estar golpeado, cansado y con una mesa vacía, con hambre.

Se requiere de remodelación, renovación y un recableado integral para generar nueva vida. No se trata de más destrucción -que sería más horrible sin prioridades- sino de una efectiva reinauguración, donde quede descartada la improvisación. Hay que cambiar el menú con una nueva actitud profesional, disciplinada, que liderice con ética laboral.

Los que no se ajusten a las nuevas exigencias se irán solos y por la puerta trasera. Si el voto decente y honesto vuelve, se rejuvenecerá la inversión en el porvenir. El asunto es la reapertura de un lugar que nos ha servido durante muchos años. Ahora somos un staff de cuidadores más concientes de la condición pasajera del líder.

Embasurar excesivamente al predecesor no es más importante que aplicar sin timidez la agenda de cambios. Además: hay que dar en el blanco de algunos triunfos tempranos, porque cuando se aprovecha un clímax: nada es más exitoso que el éxito.

En esto hay que tener el ojo puesto en el reloj, ya que más rápido siempre es mejor. Y tampoco hay que tenerle miedo a los errores, siempre y cuando puedan arreglarse más rápido de lo que se cometan. Y no dejarlos impunes, líder.

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