Opinión Nacional

Somos mayoría. Asegueremos la victoria

En el boxeo, cuando uno de los púgiles asesta al otro un golpe certero, su second principal lo arenga para que continúe golpeando, sin cesar, convencido de que la debilidad del contrario no permitirá su recuperación y se avanzará, así, a la victoria inmediata. En política, sucede algo parecido. Siguiendo nuestra costumbre, (¿marxistas?) recordamos una frase de Lenín, referida a la desprotegida República de Kerensky, en 1918: “El gobierno se tambalea; hay que asestarle el golpe de gracia, cueste lo que cueste”. Los reiterados errores del Comandante y de sus ayudantes les han distanciado, largamente, del favor popular. La prometida Venezuela mundial, sucesora de los grandes adversarios del imperio, se desvanece en un sinfín de pequeños fracasos; sin agua para el sediento de hoy; sin luz para el iluminado de ayer. Desde luego que les quedan recursos y todavía vive Fidel para ayudarles. Pero no hay dudas en cuanto a que ya pasaron sus mejores momentos.

Por ejemplo, es el propio Chávez quien, ahora, habla de la posibilidad de un Referéndum, para “sacarlo” del poder. Y es claro que esta insistencia no pasa de ser una prueba, fidedigna, de que lo que no se quiere es la castración electoral de septiembre, debido al riesgo de perder la mayoría en su Parlamento y de quitarle uno de los pilares principales en los cuales se sostiene la fundación socialista. No es que no se puedan hacer “trampas”, con un tribunal electoral totalmente controlado. Es que las “trampas” podrían ser peores que los votos mayoritarios del anti- chavismo y caer en una flagrancia que no podría impedir el hundimiento definitivo de la revolución. Es que los números no dan. Las cuentas no salen. Es que el Comandante, abusando de las cadenas, abusando de las promesas, abusando de la buena fe de la gente, abusando del poder, perdió al pueblo y se muestra desasistido de su afortunada “perfomance” ante los demás factores de la infiltrada institucionalidad.

Es la hora del golpe de gracia. Proponíamos una movilización ciudadana, denunciando la deslegitimación del Régimen. Comenzando por la propia Asamblea Nacional, electa por un 15% del electorado, sin cualidad moral para solventar ninguna de sus decisiones. ¿Un CNE conformado por un parlamento, carente de representatividad? ¿Puede organizar y administrar, en justicia, un proceso electoral, tan importante como el que se dará en septiembre, un cónclave de atropellados adláteres del Régimen, sin que le digamos en su cara que sus rectores son unos farsantes? ¿Que esconden el Registro Electoral Permanente y que lo modifican, le quitan y le ponen, a su antojo, nombres, números, circuitos, según la conveniencia del Señor al que acatan sin reparo?. No es asunto de ir o no ir a las elecciones. Hay que ir. Y a la Mesa de la Unidad Demo crática hay que dejarle la tarea de confeccionar un orden de postulaciones, el cual soporte las naturales críticas de un electorado con sentido de responsabilidad ciudadana. Pero hay que prepararse para la resistencia al fraude. Las minorías deben ser representadas, pero no pueden sustituir a la mayoría, a nuestra mayoría indiscutible y por eso tenemos que asegurarnos la victoria. Debemos ya, dentro de esa deslegitimación que reclamamos con anterioridad, plantear y pedir, públicamente, que nos den dos puestos en el rectorado del CNE y que nos permitan conocer, con suficiencia, la naturaleza toda del REP y controlar sus modificaciones, su manejo total, hasta el final. Reclamemos un mínimo equilibrio para alegar transparencia. Si la arbitrariedad del Régimen no nos lo permite, entonces tendremos más fuerza moral para tomar las calles, inmediatamente después de emitidos nuestros votos.

Pero para tener éxito, debemos organizarnos. Debemos trazarnos una estrategia que nos permita usar la Constitución para defender los dictados democráticos de esa misma Constitución. Por eso es como hay que tender uno o tantos puentes como fuere necesario, todos a prueba de quiebre, entre la sociedad política opositora, la de los partidos, representada en la Mesa de la Unidad Democrática y la sociedad civil, la que espera –y no desespera– que toquen a su puerta, en esta hora crucial para el destino de la República y la inviten a salvar a Venezuela, con su fuerza, con sus votos, con el valor de su honestidad, con su dignidad y con su indiscutible lealtad a una Patria que espera lo mejor de sus hijos.

Los estudiantes son los mejores ingenieros y los mejores obreros para tender esos puentes. Están en una hora muy significativa, probablemente gloriosa. Pensamos que ellos, por su propia cuenta, sin indicación de nadie, deben asumir esta tarea. Están en la calle. Están en plan de pelea y el Régimen se ha sentido acorralado por su audacia, por su admirable capacidad de concientizar a la gente, acerca de unos propósitos donde no pueden caber dobleces. Puede haber otras vías, otros protagonistas, otros medios para lograrlo. Pero esa concordancia entre las dos sociedades del presente, la incluida en los partidos y la independiente, ambas pertenecientes al cálido escenario de los defensores de la democracia real, que constituimos una mayoría aplastante ante la fanatizada promotora del socialismo autocrático, del socialismo totalitario, al servicio de un solo hombre, del dictador, debe realizarse para salvar a Venezuela del hundimiento castrista. Esta es la hora y por eso pensamos en los estudiantes, quienes también están en su mejor hora. Por eso repetimos: Somos mayoría. Aseguremos la victoria.

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