Opinión Nacional

Sumario

De nuevo Federico Vegas exhibe gran destreza en el manejo de la historia como materia narrativa. Su novela Sumario noveliza el asesinato, el 13 de noviembre de 1950, de Carlos Delgado Chalbaud, entonces  presidente de la Junta Militar de Gobierno formada a raíz del derrocamiento del gobierno de Rómulo Gallegos. Antes, en su novela Falke, había narrado la famosa invasión realizada en 1929, por Cumaná, por un grupo de venezolanos, encabezados por  Román Delgado Chalbaud, padre de Carlos, en un fallido y  trágico intento de derrocar a  Juan Vicente Gómez.

Con gran habilidad, Vegas se vale del expediente que se instruyó en los tribunales a raíz del  magnicidio. Él simula que la historia la cuenta el secretario del tribunal que levantó el sumario. Su técnica nos recuerda la de Sergio Ramírez en su novela Castigo divino. En Sumario se reúnen valores del relato policial, del tema político, de la técnica periodística, de la narración biográfica y autobiográfica y, en general,  de la  vida cotidiana, a través de la evocación que cincuenta años después hace de aquellos hechos un supuesto protagonista,  quien, además, practica por su cuenta, con el  auxilio de una hija, importantes averiguaciones sobre aspectos de aquellos sucesos que, deliberadamente, fueron dejados  entonces en el misterio.

Ramírez en su novela se valió de sus conocimientos  jurídicos y judiciales. Vegas, que no es  abogado, debió de haberse asesorado muy bien en materia  tribunalicia, pero se valió, sin duda, quizás sin saberlo, de su condición de arquitecto, pues el texto de Sumario es una compleja y fascinante estructura arquitectónica, donde con verdadera maestría va ubicando los diversos aspectos temáticos y técnicos de la novela. Todo lo cual, al juntarse, hace de la lectura de sus setecientas cincuenta y cuatro páginas un verdadero deleite.

Es común que en las novelas de corte histórico los hechos, o algunos de ellos, resulten mitificados y ficcionalizados, hasta el punto de no saber el lector común y corriente distinguir entre lo veraz y lo inventado por el autor. En esta novela, en cambio, se  aclaran ciertas incógnitas, y  sobre todo se presenta a los personajes en su verdadera dimensión, más allá de las  fantasías que, intencionalmente o no,  se fueron tejiendo  sobre ellos.

De nuevo en esta novela Federico Vegas demuestra gran  dominio del lenguaje. Sin embargo, debemos anotar  algunos pequeños descuidos, no siempre atribuibles al autor, sino también a una deficiente corrección editorial. Nada de ello, no obstante, disminuye los muchos méritos de Sumario.

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