Opinión Nacional

¿Surge un partido revolucionario y democrático?

Una reseña periodística oficial en el próximo mes de diciembre sobre el acto de ‘bautizo’ del partido “más grande, democrático y revolucionario de toda América Latina”, podría señalar lo siguiente: ‘Después de largas jornadas de reflexión ideológica y movilización popular, millones de venezolanos/as voluntariamente y convencidos/as plenamente de las tesis democráticas, revolucionarias y socialistas del PSUV, decidieron fraternalmente y por mayoría absoluta aprobar en El Poliedro de Caracas las bases programáticas y los estatutos de este nuevo partido político que surge para irradiar bienestar, justicia social y respeto a los Derechos Humanos en Venezuela y América Latina’.

Pero el curso de los actuales pasos de gestación del PSUV difiere radicalmente de esa posible reseña. Es tan peculiar el nacimiento de este partido que contraviene toda la experiencia histórica de génesis de partidos revolucionarios. Estas organizaciones surgieron fundamentalmente en Europa desde mediados del siglo XIX, al calor de las luchas de trabajadores/as por alcanzar sus reivindicaciones y aspiraciones y en medio de intensos debates ideológicos sobre sus programas y estatutos. Nacen en contradicción con cualquier forma de tutelaje tanto del Capital como del Estado, buscando su autonomía e independencia como requisito fundamental para ejercer la defensa plena de los intereses y derechos de las clases trabajadoras. Son producto de propuestas elaboradas por una diversidad de líderes –probados en las luchas sociales y con capacidad de formulación ideopolítica- que tratan de alcanzar acuerdos fundamentales para lograr una unidad orgánica de acción conjunta. Sus militancias surgen de afiliaciones voluntarias conquistadas por las propuestas de cambio social y por la influencia y trayectoria de sus líderes.

En la Venezuela actual el nacimiento del PUSV, que toda la población está presenciando, está signado por tres rasgos fundamentales. Uno, está surgiendo sin Programa ni Estatutos, bajo las difusas y genéricas ideas del ‘socialismo del siglo XXI’, sin definir previamente los sujetos sociales prioritarios del ‘cambio revolucionario’ y el modelo de la sociedad por la que abogará. Con preguntas claves sin respuesta sobre las formas de propiedad, de régimen político, de los tipos de participación de la población en la vida pública, de las formas de organización social, económica y cultural. En definitiva, de cómo serán las relaciones fundamentales entre el Estado y la Sociedad. Sin embargo, a pesar de esta ausencia de definiciones se “invita” a la población a inscribirse.

Un segundo rasgo, es que la promoción del PSUV y todo el esfuerzo de su conformación se hace desde el Estado. A diferencia de las lecciones de la historia no es el partido el que surgió para transformar al Estado, sino que desde éste se crea un partido supuestamente para ‘revolucionarlo’. Se está utilizando todos los recursos y la maquinaria burocrática del Estado para “convencer” a la población a inscribirse. Se ejercen todas las presiones de quienes manejan sin control el gasto público para coaccionar sobre todo a los empleados públicos y la población más pobre a adscribirse a un partido sin definiciones. Más que una invitación, después de la terrible experiencia de la “Lista Tascón”, es evidente que se está creando con la actual inscripción una nueva lista de quienes serán incluidos y excluidos por el Estado “Quienes estén contra el PSUV están contra mí”.

En tercer término, el “parto” de este partido se está haciendo sobre un verdadero exterminio de los recientes aliados, quienes incondicionales –hasta el presente- defendieron al gobierno en todo momento. Se invita a quebrar su disciplina y a desconocer a sus liderazgos y decisiones “…yo diría un 100 % de las bases de PODEMOS, PCV Y PPT, van a expresarse independientemente de lo que digan los Presidentes de esos partidos” como señaló el Vicepresidente; se les ridiculiza “…les prestaré el volkswagito rojo para que trasladen a la militancia que les quede”; se les ataca despiadadamente y se les amenaza con referendo revocatorio como a los gobernadores de Sucre y Aragua. El delito de estos aliados ha sido no disolverse en el tiempo fijado, exigir definiciones básicas previas, preguntar por la forma de selección de autoridades, abogar por el respeto a la pluralidad, etc.

En definitiva, esta gestación del PSUV nos lleva a preguntarnos ¿Si los partidos revolucionarios son producto de las luchas, el debate democrático y las definiciones programáticas, qué significa su actual surgimiento? ¿Estamos en presencia del nacimiento de un verdadero partido político o de una organización ‘civico-militar’ decimonónica que se articula y se mueve alrededor de un líder mesiánico del siglo XXI, que redistribuye hegemónicamente la renta petrolera y cuya ideología se basa en retazos ideológicos diversos y eclécticos que buscan justificar su perpetuación en el poder?

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