También hay virtudes

Uno de mis últimos artículos «Ser o parecer» me ha hecho merecedora de muchas y muy diversas respuestas por parte de los lectores. La mayoría en total acuerdo conmigo, pero una pequeña minoría se sintió ofendida por la manera que describí a los latinoamericanos.

Cierto es que existe una tendencia perversa a exaltar los valores ajenos y las carencias propias. Los aspirantes a intelectuales tenemos la torpe costumbre de idealizar a Europa, otros a Estados Unidos; siempre con la triste creencia de que los otros son mejores y nuestros países tienen todos los defectos.

Como Yo soy una persona muy respetuosa de las minorías en desacuerdo, siempre que sus planteamientos tengan lógica, decidí dedicarle tiempo a pensar ¿qué fortalezas tienen las sociedades latinoamericanas?

Una de las grandes bendiciones de América Latina es que la familia existe, y es importante, como pilar del individuo. Sin importar la edad, la distancia, el tiempo o cualquier factor externo, las familias latinoamericanas son unidas y prestas a apoyar a sus miembros. Esto le permite a la persona gozar de una seguridad muy ajena para las sociedades donde los individuos parten del núcleo familiar siendo jóvenes, se independizan y pierden el sentido de pertenencia al nido materno. En general, el latinoamericano sabe que siempre puede contar con sus padres, sus hermanos, sus tíos y primos, sabe que en las buenas y en las malas tiene dónde llegar para compartir sus logros o sus fracasos. Eso sin duda es un activo valioso de esta Región y es algo de lo que carecen los países desarrollados.

Por otra parte, los latinoamericanos sienten respeto por los ancianos. Aun cuando el Estado no tenga políticas de protección para la tercera edad, una persona normal en estas tierras siente ternura y compasión ante la visión de un viejito desamparado y trata de ayudarlo en la medida de sus posibilidades. Los padres y los abuelos son personas importantes en la vida de un latinoamericano. Se les respeta, se reconoce su autoridad, se les escucha y se les tiene paciencia.

Mal que bien el latino trata de ser solidario, aunque no sepa cómo hacerlo; pero ante las ineficiencias de los gobernantes para resolver los problemas sociales, el latino no es indiferente ante la tragedia ajena y procura aportar algo para hacerle la vida menos miserable a quien se encuentra en desgracia. Con aciertos y desaciertos y a pesar de las crisis que amenazan con la extinción de la solidaridad, los latinoamericanos procuran ayudar a quien lo necesite, sea conocido o extraño.

En estas tierras aún existe respeto a los mayores, sean padres, tíos, maestros o abuelos. En el hogar se le enseña a los niños darle un trato diferencial a quienes han vivido más y tienen más experiencia. Hasta dónde es positivo esto, es tema para otra discusión; pero lo importante es que desde temprana edad el niño aprende a respetar a las figuras de autoridad.

Me tomó tiempo pensar en las virtudes latinas y, a pesar de que seguramente olvidé muchas, creo que lo más importante es estar concientes de las fortalezas y las debilidades propias de estas sociedades para saber con qué contamos para nuestra evolución. La sociedad latinoamericana no es perfecta, dista mucho de serlo, pero tiene en su conciencia una serie de valores que difícilmente podrían ser copiados en pocas generaciones.

Es necesario saber lo bueno que hay en casa para no perderlo, no nos podemos dar el lujo de dejar deteriorar los pilares que han sostenido a nuestros países e individuos en tiempos de crisis. Hay mucho por hacer y afortunadamente, gracias a las respuestas de muchos lectores, he podido darme cuenta que hay personas dispuestas a hacer.

Trabajemos para corregir nuestros defectos y hagámonos concientes de nuestras virtudes para fortalecerlas.