Opinión Nacional

Temor al desenlace

Cada día es más evidente la existencia de un gobierno incompatible con la libertad y la democracia. Se trata de un régimen que desarrolla una guerra interna para imponer una mala y desfasada copia del castrismo. Estas mentalidades nunca han fortalecido democracias. Buscan la revolución armada. Las vías parlamentarias les parecen lentas y aburridas. El orden jurídico un estorbo, un problema que tienen que resolver violentando o manipulando su aplicación. No es casual que, en las actuales circunstancias, Chávez trate de aumentar la grosera concentración de poder político y económico que tiene. Lo hace porque sabe que perdió la calle. Dejó de representar a la nación y es rechazado por la inmensa mayoría del país. Pero tiene el poder y ésta es una lucha por el poder, cosa que pareciera no haber entendido buena parte de una oposición ingenua, o demasiado calculadora para mi gusto. Aquí no se está eligiendo a mister simpatías. Se define la permanencia o no de un presidente, de un gobierno y la vigencia o liquidación de los principios generales del estado democrático.

Chávez controla el poder de manera informal y al margen del estado de derecho, pero con el apoyo creciente de brigadas milicianas como ejército paralelo de regulares e irregulares bajo su mando. A la FAN regular ha pretendido sobornarla con relativo éxito, infiltrarla y al limitar su capacidad operativa piensa que desaparece cualquier posibilidad de reacción eficiente contra sus propósitos. Sin embargo, de tanto poner trampas no vió las que se levantaban a su alrededor. Está entrampado.

Llegamos al momento de las salidas radicales. Referendo, negociaciones pacíficas, desarme de los círculos terroristas, respeto a los demás poderes especialmente a la autonomía municipal, investigación de la masacre de abril…todo se estrella con la cínica actitud de este gobierno que en su agonía puede provocar muchos muertos y situaciones muy dolorosas. No nos engañemos. Venezuela vive un caos y estamos al borde de la anarquía total, antesala del totalitarismo castro-chavista o de la dictadura tradicional latinoamericana. Quizás aún podamos evitarlo por la vía de una oportuna intervención civil y militar que abra las puertas de una transición civilizada para reinstitucionalizar a Venezuela y echar las bases de una nueva democracia saneada, moderna y clara en cuanto a los objetivos nacionales y la estrategia para alcanzarlos. El tiempo conspira en contra de esta posibilidad. Los militares sufren ya el escarnio callejero y la dirigencia civil está siendo rebasada por un pueblo más decidido y corajudo que sus líderes. Pareciera que nadie sabe como salir de la crisis porque hay demasiado temor a la incertidumbre del desenlace y muchos cálculos oportunistas en quienes deberían ser más generosos y desprendidos.

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