Opinión Nacional

Tergiversan la historia para justificar el castro-comunismo

A diferencia de Su Majestad Imperial, dueño y señor de Venezuela y padrote de sus ejércitos, vestido de mojiganga para la ocasión, el quinto General en Jefe que no se ha quemado el pecho en una guerra lucía el uniforme apropiado para la toma de posesión de su nuevo cargo, el de Ministro de la Defensa. Adusto el rostro mulato, maciza la figura con la tendencia expansiva de la vida muelle, lento y torpe en la lectura, fue desgranando el discurso que alguien le escribió, desde luego bajo su inspiración. Allí dijo lo que no debió decir por respeto a la verdad y acatamiento a la Constitución, pero que se ha hecho costumbre por el aura de impunidad que se respira en los medios castrenses desde cuando los mandos militares decidieron abjurar de la constitucionalidad y alardear de su conversión al castro-comunismo.

La mentira del Bolívar socialista, por no decir castro-comunista
Se le debe a Su Majestad Imperial, dueño y señor de Venezuela y albacea de su historia, la mentira del Bolívar socialista que se ha propagado por efectos de la ignorancia. Bolívar no fue socialista, mucho menos comunista. No podía serlo porque debieron pasar dieciocho años después de su muerte para que Carlos Marx publicase el Manifiesto Comunista antes de la aparición de su obra fundamental titulada El Capital. No podía serlo porque Bolívar era un oligarca con mucho dinero, tanto que todavía le quedaba una mina de cobre para el momento de su muerte.

La doctrina política-económica adoptada por Bolívar era el liberalismo, la teoría revolucionaria de la época. Era en lo económico partidario del libre mercado, al cual se le conoce ahora como capitalismo salvaje, que repudiaba la intervención del Estado (dejad hacer, dejad pasar) porque la consideraba perniciosa para el funcionamiento de la ley de la oferta y de la demanda. Bolívar fue, pues, partidario de la implantación del capitalismo salvaje en Venezuela, lo que representaba una revolución en una economía donde subsistían al mismo tiempo la esclavitud y el feudalismo o latifundismo.

En política Bolívar adoptó la tesis del Estado Liberal de Derecho, cuyos postulados fundamentales eran: una Constitución como ley de leyes a la cual debe someterse el gobierno (principio de constitucionalidad), una división de poderes que sirvan de frenos y contrapesos, siguiendo el modelo de Montesquieu; y respeto estricto a la propiedad privada. Precisamente para salvaguardar este derecho de cualquier amenaza, Bolívar no reconoció a los pobres el derecho al voto. Sólo los ricos que pagaban impuesto elegían a los gobernantes. Esto se llamó “voto censitario”, porque estaba restringido a los propietarios registrados en el censo de contribuyentes que se hacía en base a los bienes que poseía.

Declararse “bolivariano” significa declararse partidario del capitalismo salvaje y del Estado no intervencionista, así como de negarle a los pobres el derecho al voto. Pero Su Majestad Imperial y su camarilla militar castro-comunista dicen todo lo contrario, tergiversando la historia para presentarnos a Bolívar como el portaestandarte del castro-comunismo.

La mentira del Zamora socialista, por no decir castro-comunista
Zamora tampoco fue socialista. Pertenecía al Partido Liberal que, como queda dicho, propugnaba la implantación del capitalismo salvaje. Con el objeto de que hubiese realmente una economía capitalista, Zamora consideraba necesario liquidar el feudalismo o latifundismo, pero no para sustituirlo por el colectivismo al estilo socialista, sino para repartir la tierra entre los campesinos haciéndolos propietarios individuales de sus fundos (pequeño-burgueses). Como todo liberal Zamora era partidario de la propiedad privada. Y por imitación del liberalismo europeo pregonaba la muerte de los “godos”, adaptación criolla de los que allá se llamaban nobles o “señores feudales.”
Hay algo singular en las consignas políticas de Zamora que viene ocultando la propaganda oficial. Zamora incluía en sus luchas el lema: “gobierno alternativo”, con lo cual se manifestaba contrario a la perpetuación de un gobernante en el poder. Así reaccionaba contra la larga influencia de Páez y posteriormente la reelección indefinida de los Monagas.

Declararse “zamorano” significa abrazar, con siglo y medio de atraso, la doctrina liberal que dio origen al capitalismo salvaje, pero a su vez significaría, si hubiese honestidad intelectual, darle vigencia en lo político a su lema “gobierno alternativo” con el cual se alzó en armas.

¿Ignorancia o mala fe?
No quiero creer que Su Majestad Imperial, quien fue profesor en la Escuela Militar, y su camarilla militar castro-comunista sean tan ignorantes de la historia patria para sostener lo que dicen. Prefiero pensar que tergiversan los acontecimientos históricos y manipulan la figura de los héroes, con evidente mala fe, para engañar a los analfabetos y a las pobres víctimas de la piratería de las misiones. Es parte de la estrategia diseñada desde La Habana para justificar, amparándose en los próceres, el transplante del sistema castro-comunista de Cuba a Venezuela.

Debemos enfrentar la mentira con la verdad. Luego, cuando esto pase habrá que efectuar, dentro de la FAN, una campaña de desintoxicación ideológica semejante a la emprendida en su tiempo contra la malaria, pero fumigando esta vez no con DDT sino con la verdad histórica.

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