Opinión Nacional

Tiananmen, veinte años después

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Wang Weilin apareció de la nada, solitario e impávido con una chaqueta en la mano y una bolsa en la otra, un joven hace frente y detiene a una columna de 25 tanques que se abrían paso hacia la plaza Tiananmen.

Welin probablemente fue arrestado y después fue ejecutado como cientos, tal vez miles de jóvenes, aunque el mundo desconoce cuántos murieron esa noche, este hombre se convirtió en una fotografía que recorrió las primeras planas de casi todo el mundo, evidentemente en China el acontecimiento fue nulificado desde un inicio, 20 años después se ha convertido en un recuerdo borroso, no habría mayor error que creer que lo mejor es cerrar el caso y olvidarlo por completo.

Todo inició el 15 de abril, cuando miles salieron para llorar la muerte de Hu Yaobang, el ex secretario general del Partido Comunista, quien fue obligado a renunciar por su visión “liberal”. El deceso de aquel líder llevó a muchos jóvenes a criticar el autoritarismo del gobierno y la corrupción, y a exigir un cambio.

Aquella noche parecía que algo había cambiado, el mensaje y simbolismo de aquella fotografía parecía advertir una insurrección en contra del autoritarismo, contra la represión y la corrupción de un sistema, a favor de las libertades civiles, a favor de los derechos humanos. Sin embargo, veinte años después China no luce tan distinto, aunque abierto plenamente al libre mercado, el gigante asiático constituye una gran excepción en su manejo político y económico, claramente las libertades básicas siguen sufriendo estragos, la libertad de prensa y de expresión siguen siendo temas pendientes.

Ahora, en su vigésimo aniversario diversos periodistas internacionales tuvieron que someterse a una obligación inédita: obtener una autorización para ir a la plaza Tiananmen, muestra inequívoca de que la China de 1989 sigue muy presente en la China actual.

Tiananmen parecía advertir un futuro mejor, parecía el fin de una era de autoritarismo, sin embargo aquella noche las voces de esos jóvenes fueron aplastadas. Los hechos del 4 de junio deben estar abiertos y ser recordados, el peor error del pueblo chino sería dejar en el olvido la memoria de Weilin y de muchos otros que esa noche decidieron hacer frente a un sistema y exigir un cambio.

Hoy solamente podemos afirmar algo cierto, China ha cambiado en muchos sentidos, pero mientras el Partido Comunista nunca difundida una cifra de fallecidos y siga temiendo que cualquier conmemoración pública afecte a su control del poder, mientras el gobierno se niegue a realizar un recuento de los muertos por esa represión, se aferré a dejar en el olvido un hecho que definitivamente marco su historia reciente, entonces China estará negándose a sí misma.

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