Tiempos de libertad
Si algo ha copiado el régimen chavista de las prácticas stalinistas es el uso del miedo como herramienta para consolidar su mandato, de muy variadas maneras, acordes con el peculiar gobernante. Desde la lista de Tascón hasta la obligación de portar las camisas rojas y de asistir a las concentraciones impuesta a los empleados públicos; desde las esquinas calientes y los territorios exclusivos, incluida la prohibición de acercarse a Miraflores, hasta las cayapas de los encapuchados y agresiones a las universidades. Desde la obligación a recitar como un credo las ocurrencias y desatinos del jefe, y a reírse hasta de las humillaciones públicas y de los malos chistes del caudillo en cadena nacional (al parecer no todos se divierten tan genuinamente como el ministro Navarro), hasta la desconfianza y el temor entre las filas de los más allegados.
En esta contienda electoral en la que se saben seriamente amenazados la campaña de miedo agrega otras modalidades, la más sutil es la implantación de las máquinas captahuellas unida a la escasa insistencia por parte de la mayoría del CNE en el secreto del voto, con el fin de hacerle creer a quienes dependen del gobierno que de no votar por el caudillo serán descubiertos y por ende despedidos. Otra es la cruzada entre los empleados públicos de que si gana Capriles perderán el trabajo.
Se agrega la aseveración del presidente de que en caso de perder las elecciones el caos se apoderará del país, bien sea porque sus militares incondicionales, las milicias u otros grupos de terror paramilitar del estilo la piedrita que tratan de hacer pasar por pueblo, saldrán a defender la revolución.
Como la siembra del miedo viene siempre de la mano de la mentira y la guerra sucia, también han construido fábricas de encuestas con ventajas apabullantes que difunden fuera y dentro del país en paralelo a la denuncia de una supuesta intención de la oposición de desconocer los resultados, estrategia dirigida a respaldar el propósito de un desconocimiento del triunfo de Capriles. A esa estrategia se suma la sustitución de la observación por la de acompañamiento electoral, de la cual fueron excluidas tradicionales instancias internacionales.
Olvida el chavismo, ya por cierto bastante desprestigiado, el rechazo regional y mundial que producen los desconocimientos electorales, pero sobre todo ignora que cuando un país se cansa del sometimiento no hay terror que lo detenga en su afán de libertad. Esta lección histórica queda muy clara en el estupendo documental de Carlos Oteiza Tiempos de Dictadura, que no deberían perderse. También el documental muestra que el hartazgo de los distintos sectores llegó a buen puerto gracias a la unidad de las organizaciones que permitió vencer la tiranía y mantener la democracia.