Opinión Nacional

Todos somos necesarios

Llega el 2012 y el desafío que tenemos planteado los venezolanos es crucial. De la responsabilidad con que lo asumamos las generaciones del porvenir nos recordarán o preterirán, lanzándonos al basurero de la historia. Ya no hay tiempo ni alternativas distintas salvo las del azar que quedan en manos de la Providencia y ante las que de nada sirve apostemos, salvo los pobres de espíritu quienes las prefieren para medrar y dejar que otros desanden su destino.

El dictador -lo llamo así sin vacilaciones, a pesar de que juega con las elecciones como antes lo hacen Hitler y Saddam, o siguen haciéndolo los hermanos Castro- desde ya se prepara para el montaje de su teatrocracia electoral. Entre tanto, la oposición democrática hace lo que le cabe hacer -reincidir tozudamente en las prácticas democráticas para no abandonar ni traicionar lo que es- pero que debe hacerlo libre de engaños, sin pecar de ingenua. Se trata de una justa desigual y artera, pues las reglas las fija una de las partes, el Gobierno y su Ministerio Electoral, y las varía e irá ajustando hasta ver si logra su propósito fraudulento.

El desafío que se le plantea a los venezolanos de bien es así doble y hecho sólo para venezolanos de coraje, los que tengan audacia y ojos bien abiertos. Se trata no solo de ganar una competencia desleal e injusta, sino y por sobre todo de cobrar completo, sin regateos ni renuncia a un solo voto. Cada voto de venezolano vale por igual y cabe sostenerlo y defenderlo en su voluntad prístina.

Previo a lo anterior, los seis candidatos de la oposición democrática han de mostrarle al país y hacerle comprender, cabalmente, la diferencia e importancia que significa tener opciones o alternativas impuestas -como la candidatura caliche del mismo Dictador- o fraguadas desde la misma base popular, mediante su directa participación. Se trata de una tarea que por un sino de la historia hoy se nos repite y equivale a la que acometen los líderes quienes durante el primer lustro de los años 40′ del pasado siglo reclaman para todos el voto universal, directo y secreto, sin discriminaciones de ningún genero, como única fuente de legitimación de la representación soberana. En pocas palabras, se le plantea al país escoger entre la prórroga del gendarme necesario y su ingreso a la experiencia perfectible de la democracia. Así de simple.

Otra circunstancia que ayer se nos plantea a los venezolanos y vuelve por sus fueros, es la de asumirnos como una realidad dividida y fatal, fracturada alrededor o en contra de la hegemonía militarista o civil de turno, o bien optar por otra diferente, en la que los perdedores de la justa electoral no son purgados por el sistema sino que éste los suma, los agrega y les ofrece garantías de realización personal y política, incluso como opositores. La razón es simple. En las autocracias, como la que rige entre nosotros, sólo cuenta la voz de quien manda, la del solista o Rey Sol. En la democracia, a secas, todos son partes de una orquesta sinfónica. De nada le sirve al director de una orquesta pretender ser tal sin músicos, ni aquél puede sustituir el virtuosismo particular de éstos. Se trata de un esfuerzo plural, hecho de armonía.

Lo anterior, por lo demás, cabe diferenciemos a cabalidad la farsa democrática o teatrocracia, hecha de actores que fingen o recrean artificios haciéndolos ver como realidades, y que en nada es distinta de una orquesta musical pretendida, que finge tocar instrumentos bajo dominio de una pista musical disimulada. De allí que, si algo caracteriza y es sustantivo a la democracia es la verdad y ética de procederes, la transparencia, su rechazo vertebral al engaño y a la manipulación, en pocas palabras, su negativa a la política del espectáculo.

Los aspirantes a la candidatura presidencial de la oposición democrática, por ende, tienen el grave compromiso de no ceder o dejarse tentar por quienes entienden el oficio noble de la política como una subasta o remate de ocasión; menos todavía en una circunstancia como la actual, en la que la capacidad para ofrecer y apostar como también para corromper a los subastadores reposa en manos de un único traficante de ilusiones, nuestro Dictador.

De modo que, si bien puede resultar ingenuo para algunos apuntar acerca del compromiso sagrado que tienen los candidatos de cara a las jornadas de febrero y octubre es convencer a las mayorías en cuanto a que, sólo las sociedades animadas por la verdad y los Estados que se fundan en el servicio a la verdad son capaces de alcanzar la plenitud y obtener los bienes que le depara la civilización.

El tiempo es breve, quizás corto, pero suficiente para que la lucidez alumbre a tiempo los caminos de nuestra redención democrática. Bienvenido, pues, el año 2012.

 

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