Opinión Nacional

Toque de queda

Lo que faltaba para cuadrar el círculo vicioso de esta mal parida revolución bolivariana: un toque de queda. Puede estirarse en su poltrona, dejar escapar un soberano flato y sobarse la barriga: el Supremo giró el interruptor y la ciudad está a oscuras. Ya militarizó las instituciones, gobierna por decreto, declara un estado de excepción de facto, encarcela a quien le sale del forro, mete preso a quien dicta justicia y libera a quien la viola, al que asoma la nariz después que anochece le espera un tiro de gracia surgido de las tinieblas y las morgues de Venezuela son el lugar de la procesión de los lunes. Pobres, entrada gratis. Los ricos se mueren acostados. La propia película de Costa Gavras. Sólo faltaba el toque de queda. Ahí lo tienen. Caracas sumida en la oscuridad y el silencio por decisión suprema. Total: él no visita centros rascas. Lo suyo es Champs Elysées.

Costa Gavras, pero chimbo, fullero, a la mala, alpargatúo, inmundo, atorrante. Carlitos Marx disfrazado de recogelatas. Nada de generales con Rayban impenetrables, impecables en sus uniformes grises de gabardina alemana, guantes blancos y una capa flotando al viento de los cuarteles. Bruñidos, esbeltos, marciales, prusianos. Estos son barrigones, ahítos, choros, malandros, enanos, mal agestados, picados de viruela, tuertos, desarrapados.

Al final de este viaje en la vida – para seguir en la onda retro y trovadoresca – quedará la incógnita de si en esta década promiscua y cochambrosa, digna de Enrique Santos Discépolo, vivimos una dictadura, un neo totalitarismo, un cuartelazo, una autocracia, nacional socialismo, fascismo del subdesarrollo o castrismo de mala muerte. Que no es lo mismo, pero es igual. Fidel Castro de Cartier y verruga. El Ché luego de la quemazón. Raúl de asaltante de bancos.

Lo que se quiera: pero transite por los alrededores del Sambil, del CCCT, de Pro Patria, de Chacaíto, de cualquiera de nuestros centros comerciales y creerá estar viviendo un remake de Santiago de Chile, 11 de septiembre de 1973. “Eso no está muerto, no me lo robaron, ni con la distancia ni con un vil soldado…”. Richard Blanco no estará en el Estadio Nacional, pero lleva tres meses en Yare. Oscar Pérez no estará en Dawson, pero se la tiene que calar en Lima. Los comisarios no tendrán nada que ver con el general Bachelet, pero están condenados a muerte.

Pisa bajito la bolivariana. Nos la ha enterrado hasta el cogote. Y nosotros tomándola a la broma. Se olvida de Somoza en la Asunción. De Chapita en Santo Domingo. En el Caribe, con excepción de la castrista, las revoluciones son de pacotilla. Las venganzas son mortuorias. Dígalo ahí. ¿O se la calará en silencio? Deje el centro comercial con una linterna en la mano. Por esa vía estaremos haciendo cola para comprar la cuartilla de racionamiento. A no ser que se le encienda el bombillo. Y hasta allí llegamos.

Así son las cosas.

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