Opinión Nacional

Tormenta militar en Venezuela

AIPE- Si pudiéramos detectar las tormentas militares con algún satélite, como ocurre con otras calamidades telúricas, ya la señal de alarma hubiera llegado a Venezuela.

Mientras la llamada revolución bolivariana se hunde en un charco de ineficacia, comienzan a sonar ruidos de sables en los cuarteles venezolanos. Un capitán de la Guardia Nacional presentó un documento en dónde pide la destitución del presidente (%=Link(«/bitblioteca/hchavez/»,»Hugo Chávez»)%) y su reemplazo por una Junta de Gobierno. El asunto es muy grave porque ese mismo militar está amparado por la propia Constitución Bolivariana, que en una forma contraria a toda actitud democrática permite la deliberación política de la ahora denominada fuerza armada. Es imposible votar sin deliberar. Hoy en día los militares en Venezuela no tienen la responsabilidad constitucional de velar por el mantenimiento del sistema democrático, como lo establecía la Constitución derogada por el presidente Chávez, sino de participar activamente “en el desarrollo nacional”.

El gran error que cometió el presidente Chávez fue darles el voto a los militares, pensando que nunca iba a tener que competir por la Presidencia de la Republica con otro militar, como ahora sucede con el comandante Arias Cárdenas, el dirigente militar más destacado de la “revolución bolivariana”, pues aunque el hoy Jefe de Estado asumió la responsabilidad del fracasado golpe que lo lanzó a la luz pública, el comandante Arias y los otros tenientes coroneles disidentes cumplieron cabalmente con las tareas asignadas. Chávez, por el contrario, fue el primero en rendirse y permaneció en un museo militar, situado en una colina de Caracas, sin bajar al valle para tomar el Palacio de Miraflores, donde se encontraba el presidente Carlos Andrés Pérez.

La división militar ya es un hecho en Venezuela. Chávez igual que el aprendiz de brujo está desatando la furia de los elementos al insistir torpemente en cambiar la clásica estructura militar que fabricaron hace un siglo los presidentes Castro y Gómez y que terminó con el caudillismo que tanto problema causó a la nación a lo largo del siglo XIX.

Los cuarenta años de “puntofijismo”, como denominan en Venezuela el período de los partidos tradicionales, Acción Democrática (social demócrata) y Copei (social cristiano), convirtieron la democracia en una corrupta “partidocracia”, donde era necesaria la presencia de la organización política hasta para la elección de una reina de belleza. Era imposible conseguir un puesto en el gobierno o un contrato sin padrinos políticos o, al menos, un carné adeco o copeyano. Prueba de la inmoralidad que vivía Venezuela es lo que ocurre ahora con Acción Democrática y Copei: ambos han tenido que vender las casas donde funcionaban los partidos porque no tienen fondos para mantenerlas. El dinero para ello salía del extinto Congreso de la República.

Pero hay que reconocer que aquella partidocracia corrupta le puso freno y bozal al militarismo venezolano. La nueva generación no recordaba lo que era un golpe militar. Por eso ahora los ciudadanos están confusos. No saben si es peor el remedio o la enfermedad.

Armando Frontado es Analista político venezolano.

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