Opinión Nacional

Tovar y sus plazas humanas

 

“A Degnis Márquez, plaza humana de Tovar, bucare

creciente de personalidad florida “

 

En Tovar, el pueblo acuarela de la Mérida venezolana, los lugareños crecen convirtiéndose en plazas humanas. Un buen día de julio extendido en agosto, el Festival del Violín de los Andes tocó en buena suerte interpretar sus notas en el Tovar de los bucares rojos. Sobre la tarima elevada en la plaza llena de la felicidad que embarga a un colectivo cuando escucha los latidos telúricos de su cultura, grupos y cantautores hacían que el solista orquestal de las obras maestras de la música universal, el violín, gran señor de los vientos del alma, se pusiera su atuendo de baquiano agricultor para sonar en forma típica, amable, con sabor y olor a esos alimentos espirituales que se convierten en la voz del sentimiento común convertido en luces de afecto. En medio de aquella alegría auditiva que encantaba a todos, una pequeña cuartilla comenzaba a volar entre los hombros de los asistentes como esos toreros que saltan de los brazos que desean hacerlos volar como la gloria, provocando una ola visible que buscaba al conductor del espectáculo, a quien llegó el mensaje raudo como expresión de una plaza que pedía su lectura. Leyó en silencio y con asombro el contenido de la esquela, tras lo cual preguntó al público: “¿Quién escribió ésto?”. Una trémula mano de un niño logró ser percibida entre la muchedumbre, que comenzó a reproducir un silencio de expectación ante el inédito protagonista. “¿Eres capaz de subir a la tarima y leer lo que has escrito?” “Si”, respondió en forma natural y desenfadada Degnis Márquez, el nieto de Don José, que portaba una franela escarlata con un hueco que disimuló dentro del pantalón, un jean descolorido igualmente agujereado por el uso frecuente en la faena diaria.

Micrófono en mano ,el niño había crecido en envergadura y con potente voz de locutor y articuladas palabras comenzó a leer “El Violín de los Andes, El Violín de mi Pueblo, el Violín de los Vivos , el Violín de los Muertos”….proseguía la lectura ,y cada uno de los presentes descubría en su corazón ese violín atesorado que resguardaba como preciado arcón los valores familiares, las vivencias del cielo y el suelo compartido, los sentimientos y los afectos, esas querencias entrañables que solo la ternura del buen labriego es capaz de sentir. Lo que declamaba en el ágora no sólo era un niño. Era un bucare humano capaz de hacer vibrar cada hoja de sus ramas y elevarlas al númen de sus flores, abiertos sus estambres para enseñar la savia vital de la cultura que corre por sus venas, la cultura de todos, el verso que fluye íntimo de una mano a otra, de un abrazo a otro, cual sinapsis que une lo que el tiempo no puede desmembrar.

Degnis terminó su intervención. y todo fue silencio. Levantó su mirada a los cuatro puntos cardinales y se dijo en su interior “¡ La puse ¡ , ¿Qué pasará ahora?”.La respuesta no se hizo esperar. Las manos comenzaron a batir sus palmas y en una ovación sin precedentes, Tovar aplaudía y lloraba de alegría por la magia de ver florecer a uno de sus bucares jóvenes con la majestad de los de antaño. El corazón de Degnis no cabía en su pecho exornes. Tovar lo había convertido ese día en una de sus plazas humanas, capaz de recrear al Pueblo en cualquier lugar donde se siembren.

 

 

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