Opinión Nacional

Trapo rojo o trampajaula

La posibilidad de otra Asamblea Constituyente no es un trapo rojo sino una trampajaula. Sería nefasto para lo poco que queda de democracia.

Cuando la satrapía bolivarista sopesa la conveniencia de una fórmula constituyente, lo hace pensando en concentrar más poder o en evitar que los adversarios puedan contrapesárselo en el próximo futuro. Como quizá sería el caso de una eventual Asamblea Nacional con significativa presencia de diputados no-oficialistas.

Al señor Chávez no le debe alegrar la idea de un «poder legislativo» que no le sea adicto en su conjunto, y desde ya su entorno está elucubrando qué hacer para impedir un escenario que pueda siquiera molestar de forma «institucional» el modelo de neo-dictadura que han venido desplegando desde hace casi 11 años.

 La opción constituyente la estarían considerando en ese contexto, porque el tema de «llevar el socialismo revolucionario al texto constitucional» no es tan relevante, dado que lo vienen imponiendo en la práctica y en el andamiaje legal, en abierta contradicción, por cierto, con la vapuleada Constitución de 1999, y con el aplauso sumiso de los demás titulares de los poderes públicos.

En ese sentido causa alarma que algunas voces del espectro opositor estén ponderando los supuestos beneficios de otra Constituyente más…

En primer lugar, porque su método de elección puede ser ad-hoc o entallado para esa circunstancia. ¿O es que ya pasó al olvido el notorio «quino» del matemático Merentes que sólo le permitió a la oposición obtener 6 de 128 puestos, habiendo logrado casi el 40% de la votación? Si la LOPE consagra un sistema electoral hegemónico, imaginemos el que se «aprobaría» para este caso.

También, porque bastaría que el oficialismo consiguiera la mitad más uno de los constituyentistas para que hiciera lo que le diera la gana, en el sentido más amplio de la expresión. Y además una Constitución emanada de una Asamblea Constituyente no se somete a referendo aprobatorio, ya que así lo estableció la Constitución «vigente» de manera habilidosa.

Por si todo esto fuera poco, tendríamos que una convocatoria constituyente cambiaría de sopetón la agenda política de la Mesa Democrática que, preparándose trabajosamente para unos comicios legislativos en septiembre, de pronto tendría que encarar el desafío de apurar la unidad para otra contienda y con «reglas» diferentes. Toda una pesadilla.

Nada de lo anterior pertenece a la dimensión desconocida o al terreno de la metafísica. Son posibilidades que luego pasan a probabilidades y después a realidades, siempre y cuando, claro está, Chávez y Fidel así lo resuelvan. La actitud adecuada no es el desdén y mucho menos la empatía, sino una preocupación seria y objetiva por los alcances y riesgos de semejante amenaza.

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