Opinión Nacional

Un ciudadano honorable

Si nos seguimos por sus discursos, Hugo Chávez parecería haberse educado en un medio distinto al venezolano. Porque como todos sabemos, nuestro país es muy distinto al resto de la América latina. Por ejemplo, las palabras mantuano y pardo desparecieron hace mucho tiempo del lenguaje coloquial. Los mantuanos, la poderosa oligarquía municipal caraqueña de la época colonial, desapareció casi enteramente en la guerra de Independencia. Habían emprendido esta lucha para mantener intacto el antiguo régimen social y económico, aunque ello significara cambiar el político y aceptar una república. Lo que Bolívar deseaba y así lo plasma en sus escritos, es un sistema de gobierno similar al inglés: una democracia en la que participe solamente la aristocracia terrateniente. Cuando Venezuela se separa de la República de Colombia son los antiguos generales libertadores y los blancos de orilla comerciantes los que sustituyen a los mantuanos y los que obtienen el respaldo de la Gran Bretaña. Esos generales y antiguos canastilleros se transforman en terratenientes dueños del ganado, el cacao y el café. Se inclinan en favor del sistema liberal manchesteriano y la libertad de comercio y, sin embargo, nuestros historiadores les aplican el cognomento de conservadores.

La tacamajaca

A mediados del siglo XIX ocurre un conflicto social que degenera en la Guerra Larga. Tras siete años de conflicto armado, triunfan las banderas de la Federación. Estos federalistas reciben el apoyo de Napoleón III y su líder, Guzmán Blanco, fija residencia en París y hasta logra casar a una de sus hijas con un hermano del emperador. De tal naturaleza fue el cambio social que permitió ese conflicto que el sucesor de Guzmán, el general Joaquín Crespo, es hijo de un antiguo esclavo negro, Ño Leandro, brujo y curandero autor de la famosa “tacamajaca”. En esa época, un hecho de esa naturaleza hubiera sido imposible en cualquier otro país de nuestra América y mucho menos en el norte.

Durante los años veinte del siglo recién pasado, Venezuela sufrió otra revolución de naturaleza distinta. El petróleo transforma la economía y el gobierno se hace su principal beneficiario. En 1943, el gobierno y las empresas extranjeras concesionarias convienen en dividir las ganancias a por mitad, lo que permite al Estado obtener enormes ganancias, que destina a obras de infraestructura. Esa riqueza hace de Venezuela un polo de atracción para la inmigración y medio millón de europeos abandonan el viejo continente y se instalan en esta nueva patria. La mayor parte fueron portugueses, españoles e italianos, pero también se contaron numerosos centroeuropeos. Procedían generalmente de la clase media pobre, pero en el nuevo ambiente, su educación, su disciplina y su trabajo les permitieron ser exitosos. Se casaron con otros europeos o con venezolanos. Como eran católicos, procrearon familias numerosas. Estos hijos obtuvieron una mejor educación que sus padres, proporcionada por las generosas leyes venezolanas de la democracia puntofijista que extendieron la educación pública y gratuita a todos los ciudadanos, desde el maternal hasta la universidad. En dos generaciones, ese medio millón de inmigrantes se han transformado en alrededor de 4 millones de personas, con todos las cualidades y defectos de sus contrapartes de Europa y los Estados Unidos. Miami se transformó para ellos en casi la capital verdadera de la nación. La legislación laboral y los salarios eran similares a los norteamericanos y el desempleo ronda el 6 por ciento para el comienzo de los 70. Todo el mundo se sentía feliz. Carlos Fernández proviene de ese medio millón de inmigrantes venidos en 1950. Un hombre honorable, exitoso, querido por su esposa, por sus hijos, por sus amigos. Dispuesto a darlo todo por su patria. Envidiado por los resentidos.

Otras diferencias notables

Venezuela es también diferente de la América latina en el aspecto económico. La nacionalización de la industria de los hidrocarburos hizo al gobierno todo poderoso. Casi comunista. El gobierno es el propietario no sólo del petróleo y todas las minas, sino también de las industrias estratégicas, como el aluminio, la electricidad procedente de las hidroeléctricas del Caroní y de otras empresas termoeléctricas, todos los embalses y las empresas hídricas, gran parte de los silos agrícolas, todos los aeropuertos medianos y grandes, nacionales e internacionales, todos los puertos marítimos, lacustres y fluviales, y aún los hipódromos y las loterías, así como los grandes complejos culturales y deportivos de todas las ciudades importantes. Se dice, por ejemplo, que la riqueza total de las familias más ricas de Venezuela es de alrededor de 60 millardos de dólares. Pues bien, sólo PDVSA factura anualmente unos 54 millardos de dólares.

Étnicamente, Venezuela es también sumamente original. Aquí nunca se han discriminado a las minorías. Quizás es el resultado de la homogeneidad. Durante los años 20 del siglo pasado, muchos inmigrantes libaneses y sirios se establecieron en el país, así como judíos del norte de África. También tuvieron éxito y pronto engrosaron las filas de los ricos y los profesionales exitosos. Cuando la palabra judío pareció adquirir un cognomento peyorativo, los venezolanos comenzaron a usar la palabra hebreo para referirse a ellos.

Tu fin es una quimera

La generalidad de los venezolanos es noble, alegre, pacífica, aunque siempre hay alguna excepción que confirma la regla. Chávez y sus secuaces son esas excepciones. Los guía el resentimiento. Los guía el resentimiento. Sienten especial complacencia en denigrar a quienes saben sus mejores. Esa frase del jugo de lechosa y de la sonrisota fue infeliz. No te solaces. Alguno habrá que te la borrará más temprano que tarde.

Fue esa misma clase media desilusionada con las cúpulas partidistas, la que nunca creyó lo que resultaba obvio: Chávez es un soldado y le resulta difícil ser demócrata. La democracia que él entiende es la napoleónica: un caudillo, una Fuerza Armada que actúe como partido y la masa popular sumisa.

Concederle los honores del Panteón Nacional a dos bandidos de la calaña de Antonio Guzmán Blanco, enriquecido con los empréstitos públicos de una Venezuela pobre y Cipriano Castro, que hubo de abandonar el poder debido a sus excesos, quizás nos puedan decir algo. Entre los dos hay un común denominador: la lucha en contra de la potencia hegemónica de su tiempo.

Al igual que con Cipriano, esa lucha, fuera de toda realidad y toda proporción, será la perdición de Hugo Chávez.

¡Cuídate de los idus de marzo!

No es un consejo para Hugo Chávez, éste salido de las páginas del Julio César de Shakespeare. Aunque bien podría tratarse del comienzo del fin, porque, al parecer, la invasión a Irak por las tropas de la alianza norteamericano-británica comenzará el día que los romanos dedicaban a Marte, el dios de la guerra. Esta comenzará con un bombardeo masivo de 3 mil cohetes crucero que dejarán inservibles las comunicaciones y permitirán la ocupación de los campos petroleros y las refinerías. Sadam Hussein y su Gabinete, ése que viste de militar para sus reuniones, todos irán a parar a las mazmorras de Guantánamo, mientras esperan la justicia de los tribunales, que seguramente no será distinta de los criminales nazis colgados en Nuremberg. En cuestión de seis meses Irak estará produciendo 5 millones de barriles por día y el precio del petróleo comenzará a derrumbarse y quizás, en poco tiempo, el nuestro vuelva a los 8 dólares que vio Caldera. Sin Citgo y la gente del petróleo, eso será el puntillazo.

(*): Santiago Ochoa Antich es diplomático de carrera, historiador, politólogo y periodista. Fue Embajador de Venezuela en Austria, Canadá, Jamaica, Paraguay, San Vicente y las Granadinas, El Salvador y Barbados.
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