Un concierto por el SI

Hay conciertos que han hecho leyenda, Woodstock, Rió, Isla de Mann, o en Montreux. Horas de rock. Bandas que se han inmortalizado. Unas se vincularon con el movimiento hippie, las flores y el amor y no la guerra. El antibelicismo se convierte en una forma de ser. Las ropas, la moda, el terciopelo, las botas anchas. El tacón para los hombres en botines. El teatro living, que modifica conceptos clásicos sobre la unidad de tiempo, lugar y espacio. Este teatro sucede, lo hace dentro del público, con el público. La desnudez se hace rara, notoria y habitual. Al tiempo se escucha música, se baila cadenciosamente, se toca o no, el amor empieza a ser parte de lo cotidiano, entendido como sexo. Sin compromisos, natural. Hay hierbas, en mi caso pasé.

Nuestro concierto del domingo en la avenida Francisco, desde el Multicentro, hasta la entrada a la Liertador y luego abajo del Lido. Estuve desde temprano, cámara en mano recorrí la distancia enorme de punta a punta. Tomé fotos, con una costumbre, buscar unir el sitio y la gente, pero sin importunar a los segundo. Busco que los actores de la calle se sientan libres, sin presiones. La cámara intimida. En épocas de poca libertad asustan. Por ello prefiero masas o espaldas perfiles, contraluces. La imagen frontal, que desnuda el rostro la evito. No por temor, por respeto.

Hubo muchísima gente en las tres tarimas. Gente joven, hermosa, popular. En par de momentos de tensión, toda masa grande los pasa, le gente grito ¡Fuera y Paz! Correrías, policías, pero nada más. Muchas niñas bellas cargaban bebes bellos. Quizás jóvenes aún para tamaño desafió. La sociedad deberá sumir un papel para separar amos momentos, juventud y maternidad, hermosos ambos pero separados.

Fue emocionante ver a jóvenes bailando, en grupos, tranquilos seguros. A parejitas sentadas en las aceras haciendo lo que hicimos a su edad y hoy añoramos, besos.

El sol estuvo presente y me obligó a cambiar de ruta y de acera. Aún con cámaras digitales, la luz frontal es mortal para películas simples, hay que huir.

La primera impresión es que los jóvenes necesitan distracción con desespero, La cultura en el futuro próximo tiene un gran papel que jugar, al encaminar las energías hacia la creatividad, en sus múltiples formas, a la participación. Elemento consustanciado con el sentido de pertenencia, esencial para moldear un país diferente.

Ese festival tenía un sentido político, ausente de los grandes e históricos conciertos. Su objetivo fue el de motivar-un poco más- a los jóvenes venezolanos para que se hagan presentes en los procesos políticos que se avecinan.

Por eso y como conclusión la presencia de los arreados del maisanta, y del líder repetitivo y cansón, ya no tenga el fuelle mínimo, para hacer brincar a unos veinteñeros por horas, sin el menor indicio de fatiga y con pegatinas de SI en varias partes de sus cuerpos.

Hay que recordar que cada generación tiene sus tiempos, y que un excelente intelectual, recitando una versión política y actualizada, no cubre necesariamente las expectativas de chamos que lo que quieren es oír música y bailar. A su ritmo a su manera. Eso es válido para el discurso político, cuando pretendemos que entiendan el mensaje que se le quiere transmitir, ¡Hay que usar su lenguaje verbal!, expresiones, que para ellos tiene todo el sentido del mundo. La humildad del que prepara, permitir que el espejo refleje la verdadera imagen. Que no es la tuya y a seguro no la mía.

Seguros que el esmirriado oficialismo es incapaz de esa proeza, pero igual debemos hacer el trabajo perfecto.

¡Felicito a quienes lo montaron! Pero, sin embargo, no olvidemos en momento alguno a quien se lo dirigimos. Nuestro Concierto de Fin de Semana pasará a nuestra historia, como el día en que los más jóvenes se incorporaron a buscar el SI como salida política a la crisis venezolana.