Opinión Nacional

Un proceso electoral poco ejemplar

Disiento, el proceso electoral del pasado 7 de octubre no fue en modo alguno ejemplar, el pueblo venezolano no dio ninguna manifestación de civismo y no creo que la democracia venezolana haya salido fortalecida. Intento una breve explicación.

Cuando se dice que una cosa, un procedimiento, una actuación o un proceso cualquiera es ejemplar es porque otros deben imitarlo, copiarlo o producir algo que se le asemeje. No creo que ninguna nación acepte de buen grado que el órgano que rige las elecciones esté integrado mayoritaria y decisivamente por militantes del partido de un gobierno que confiesa ambiciones hegemónicas y proclame revolución irreversible, es decir, para siempre. No puede ser ejemplar un órgano electoral que en cada proceso confecciona un reglamento electoral a la medida del gobierno para limitar a la oposición. Un solo ejemplo ilustra el vulgar ventajismo propiciado por el fulano reglamento para el 7 de octubre pasado: cada candidato tenía sólo tres (3) minutos diarios para exponer por televisión, abierta y por cable, programas y postulados, y cuatro minutos diarios por la radio, ¿qué se puede exponer de importancia en tres minutos al día frente a cadenas oficiales de varias horas? En otras palabras, Capriles sólo tenía 3 minutos al día en propaganda de televisión y el candidato Chávez el tiempo que quisiera y, además en cadena nacional. Eso no es ejemplo para nadie. Hay muchos aspectos y detalles sobre el ventajismo del gobierno y la inercia del CNE, sobre los que otros han abundado.

No puede ser ejemplo para nadie cuando un buen porcentaje de las máquinas de votación se accidentan a cada rato, como si fueran las carcachas de autobuses en los que me tocó viajar varias veces desde Tumeremo a Caracas en mis tiempos de estudiante. No es ejemplo para nadie un proceso comicial en el que mandan a votar muy temprano cuando el proceso mismo es lento y la gente pasa tres y cuatro horas esperando en unas colas a sol y agua, cuando no es que la bendita máquina tose, estornuda y se tranca, como un viejo autobús, y entonces la espera para votar es de muchas horas.

El proceso venezolano electoral venezolano es desde siempre -y ahora más- traumático, lento, angustioso e incierto. Los rumores que cada vez se hacen correr hablan de un pueblo que no confía y no puede confiar, ni en los poderes públicos ni en la imparcialidad de quienes deciden.

El papel de los militares en el proceso, en las filas de votantes, en la restricción al acceso a los centros de votación, en el control de la comida y agua para los miembros y testigos de mesa debe ser racionalizado. Los venezolanos merecemos que la actuación de la Fuerza Armada, sus límites, atribuciones específicas en los centros electorales y canales de comunicación con los electores esté fundamentada en la ley y no en el capricho de cada funcionario. Los militares tuvieron que resguardar los centros, las urnas y las mesas mismas en los años 60 y 70, cuando las guerrillas castro-comunistas amenazaban el orden público.

Derrotadas militar y políticamente aquellas guerrillas, hace muchos años, hace falta que nos expliquen quiénes o qué clase de “enemigo” o fuerzas enemigas, son capaces de perturbar con elementos terroristas las elecciones venezolanas, que justifiquen el estado de guerra que se siente en cada elección. Si acaso existen grupos u organizaciones subversivos es hora de que sean desarmadas de una vez por todas, sometidas y pasadas a juicios. Nadie pide que los militares sean relegados sino que se redimensione y regule, con normas de rango legal claras (una ley) que conozcamos todos, el rol de éstos en los procesos electorales. Tampoco por este aspecto el proceso electoral es ejemplar.

El fastidioso y rayado discurso de que “el pueblo ha dado una demostración, etc., etc., etc.”, es pura habladera de paja sin ingenio ni causa real. El pueblo venezolano, chavistas y oposición, dio una muestra avanzada de budismo con la paciencia que tiene para soportar tanto atraso democrático, tanta ridiculez, tanto rumor y tanto maltrato en una acción (las elecciones) que otras naciones realizan con natural eficiencia. Venezuela no ha tenido nunca ni tiene ahora una democracia. No se fortalece lo que no existe.

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