Opinión Nacional

Un salto a la eternidad

Dónde estuvo el pastor y los feligreses de la iglesia «New Hope Baptist» de Newark, New Jersey, que vieron crecer y cantar a la niña Whitney Houston? Por qué no dejaron las 99 y se fueron en busca de la ovejita perdida? Qué hicieron por ella sus parientes y sus amigos durante su proceso de deterioro emocional? Dónde estuvieron los empresarios que se enriquecieron con sus éxitos y los empleados que le sirvieron? Dónde están los que disfrutaron sus glorias y luego la abandonaron con su carga y con su pena, con su cruz y su calvario?

Una mezcla de estrés, ansiedad y depresión, aunada a los compromisos profesionales, forman un explosivo coctel que puede desbaratar a la persona mas firme de carácter. La cantante padecía una de las enfermedades que caracterizan a la sociedad moderna: La Depresión. Esta plaga no respeta condición social, raza, credo ni religión. Es tal vez el virus más peligroso de este oscuro siglo de luces multicolores. Probablemente Whitney Houston echó mano de la oración en sus últimos segundos y se refugió en su fe. Tal vez tomó su Biblia y se fortaleció leyendo los Salmos del compositor y músico David. Seguramente memorizó muchos otros pasajes bíblicos durante su adolescencia. Debió dejarse acompañar por otra persona que la estrechara entre sus brazos y le recitara los textos de la Biblia mientras ella recostada en su pecho y apoyada en su regazo habría expirado cantándole sus cuitas y sus tristezas.

Las personas que han conquistado fama y fortunas, obviamente son las mas proclives a deprimirse cuando lo pierden casi todo, máxime la salud. Mientras que los que andan detrás de la fama, el poder y las riquezas, también se deprimen por el afán, la ansiedad y la frustración al no poder alcanzarlas, ya que piensan que en estas cosas transitorias esta la solución a todos sus problemas habidos y por haber. Por otro lado, no es tan cierto que no podamos hacer lo más importante para ayudar a alguien a salir de su tristeza, ya que solo basta con hacerle sentir que no esta sola y que tiene a su lado un amigo que esta dispuesto a caminar con ella por ese bosque espeso hasta que la alumbre la luz de la aurora.

Una dosis de espiritualidad más que de religión, permite desarrollar una perspectiva eterna de la existencia, lo cual contribuye a darle mayor consistencia al carácter e importancia a la vida, a la salud, a la familia… Vivir conscientes de la transitoriedad de la vida, permite minimizar el afán y la ansiedad. Si alguien logra suprimir substancialmente la depresión, podrá sentirse más libre y dispuesto para relacionarse consigo mismo, con Dios y con los demás.

»El Señor es mi pastor; nada me falta. Me hace descansar en verdes pastos, me guía a arroyos de tranquilas aguas, me da nuevas fuerzas y me lleva por caminos rectos haciendo honor a su nombre. Aunque pase por el más oscuro de los valles, no temeré peligro alguno, porque tú, Señor, estás conmigo; tu vara y tu cayado me inspiran confianza. Me has preparado un banquete ante los ojos de mis enemigos; has vertido perfume sobre mi cabeza y has llenado mi copa a rebosar. Tu bondad y tu amor me acompañan a lo largo de mis días, y en tu casa, Oh Señor, por siempre viviré».


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