Opinión Nacional

Un vinotinto político

Con la Vinotinto viendo cómo sus esperanzas de acceder al Mundial de fútbol se esfuman casi por completo, perdemos temporalmente una de las pocas cosas que nos unían a todos los venezolanos.

Volvemos a nuestra complicada cotidianidad y la sobrevivencia nos da un bofetón. La polarización y la inestabilidad política, el desastre económico y de servicios, la inseguridad personal y las dificultades de convivencia, hacen impostergable que construyamos puntos de encuentro más sólidos que el futbol; que abarquen ideas nacionales y de largo aliento. Ideas que sirvan de base para la reconstrucción de las instituciones, porque definitivamente este país hay que refundarlo.

El chavismo devenido en madurismo y una oposición metida en un bajón de emoción y proyecto, no han logrado dar respuesta convincente a esta necesidad histórica. Y mientras esperamos, los días se convierten en años y la crisis continúa.

Muchos le echan la culpa a un determinismo social; el venezolano es así y tiene lo que merece.

Está claro que hay antivalores alborotados por las calles que dificultan encontrarnos con los otros; violencia, egoísmo, anarquía o desinterés por lo público. Pero los optimistas vemos otros puntos de encuentro en nuestras mayores virtudes como población; el valor que le damos a la familia, la solidaridad con quienes nos rodean, el amor a nuestra tierra y a nuestras tradiciones, y aunque nos cueste verlo, el hecho de que venimos sufriendo juntos las consecuencias de nuestros errores.

Hemos cultivado un país donde las instituciones se han desintegrado hasta el punto que ya nadie se acuerda para qué eran o si existieron. La ley fue substituida por la fuerza, los reales y el amiguismo. La política terminó su deformación en clientelismo y autoritarismo. Y para poder volver a convivir necesitamos construir instituciones que regulen la vida en comunidad, que garanticen la libertad de las personas y que no permitan que unos utilicen su poder para dominar a los otros. Definitivamente se debe refundar la República.

Refundar, porque la hubo pero ya no la hay.

República, porque requerimos y deseamos, ante todo, regirnos por leyes sólidas e iguales para todos. Pero para instaurarla es necesario un gran acuerdo nacional, sobre el cual construir un proyecto de nación que perdure en el tiempo. Y entre treinta millón de personas no nos ponemos de acuerdo si no es a través de grupos organizados en torno a visiones de país y que cumplan con las dos dimensiones del liderazgo político: guiar y representar. Hay que constituir y fortalecer esos grupos. Quien no esté en uno no está colaborando con la solución real.

Mientras tanto en la individualidad también hay tarea: encontremos qué nos une con el vecino que piensa distinto, y revelaremos parte del camino a la reconciliación nacional.

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