Opinión Nacional

Una ciudad para todos

En la ciudad más poblada del mundo existe un complejo residencial llamado “Dos Vistas”. Una ventana muestra los rascacielos y los edificios de lujo y otra enseña las chabolas, la chatarra y la basura. Las grandes constructoras han desarrollado durante algunos años este tipo de complejos de lujo en zonas donde sólo existían casas de cartón y de lámina.

Una persona comenta en un foro de Internet: “Lo que me gusta de estos proyectos es que están, por un lado, comprando el pueblo viejo y, por el otro, lo están arreglando con pintura blanca y roja”.

Esta tendencia no es única de México D.F. Gabriel García Márquez nos ha descrito la existencia de ciudades divididas por una valla eléctrica junto a la que aparecían de vez en cuando pájaros calcinados. Tampoco se trata de un modelo exclusivamente latinoamericano, sino más bien de una realidad global que permite que convivan el lujo, la miseria y los guetos en las grandes ciudades.

Estas desigualdades han llevado al Instituto de la Cultura del Sur, con la colaboración de un grupo de ayuntamientos de la Comunidad de Madrid, a presentar a la UNESCO el proyecto ‘Ciudad No Gueto’, que busca luchar contra la exclusión social y el racismo, y crear un tejido intercultural e integrador en las ciudades de todo el mundo. Para ellos, la inmigración es una oportunidad de enriquecimiento social si la sociedad civil se compromete. Tendrán que sumar esfuerzos las instituciones públicas, los movimientos sociales, los centros educativos, las universidades, las asociaciones de inmigrantes, las ONG, las instituciones deportivas y culturales, así como los medios de comunicación.

El proyecto nacido en Madrid no habría tenido sentido hace cien años, pero la explosión demográfica combinada con los avances científicos, técnicos y tecnológicos, la globalización y las comunicaciones han hecho de las ciudades el núcleo social que acapara casi todos los recursos y atrae a miles de personas todos los días.

Cerca de la mitad de la población mundial vive en las ciudades y se prevé que, para 2015, habrá 4.000 millones de habitantes urbanos, según el Programa Hábitat de la ONU. De los 3.000 millones que viven en las ciudades, un tercio vive en zonas deprimidas.

Ciudades No Gueto deberá abordar también la creciente pobreza del campo, los problemas sociales y los conflictos armados que empujan a millones de personas hacia las ciudades en busca de trabajo. Su tarea es la de sentarse con los gobiernos, que hasta ahora han padecido la falta de preparación, de recursos y de educación ciudadana para acoger e integrar a las personas que llegan. Es preciso encontrar un equilibrio entre el desarrollo urbanístico, la gestión del medio ambiente y los aspectos sociales. Los modelos excluyentes que se han adoptado alimentan el tráfico de armas, el crimen, los secuestros, la prostitución, la drogadicción y el narcotráfico.

Urgen programas de formación y de educación ciudadana, la creación de espacios deportivos y culturales comunes, garantías del acceso a la vivienda digna y la facilitación de pequeños créditos para emprender pequeños y medianos negocios. Esta vitalidad haría de las ciudades verdaderos espacios de encuentro.

Además de trabajar para derribar las barreras de la exclusión, conviene que la nueva iniciativa incluya planes preventivos con el fin de reducir la tasa de urbanización y de lograr un desarrollo equilibrado del territorio. Muchos países podrían adaptar a su realidad los aspectos más positivos del modelo urbano estadounidense, que ha fomentado el desarrollo de las ciudades medianas en lugar de poner todos los recursos en las grandes ciudades.

Los modelos urbanísticos de las “megaciudades” están dibujando paisajes esperpénticos, tristes y grises. Unos se tapan la nariz y miran a un lado. Los otros miran hacia arriba a través de la valla, cuestionando quizá el sentido que tendrá el trabajo y los estudios si sólo se puede acceder a la otra vida por medio de la televisión. ¿Qué esperanza pueden tener las personas que viven en una ciudad sin formar parte de ella?

Aristóteles sostuvo hace 2.400 años que la ciudad es un espacio creado para buscar un cierto bien, una entidad formada para satisfacer las necesidades vitales que permitan un  buen vivir. Acojamos entonces nuevas propuestas para convertir nuestras ciudades en espacios humanos y habitables.

 

 

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