Opinión Nacional

Una educación profunda

Uno de los aspectos más cuestionados de la educación que se imparte, no solo en Venezuela, sino en la América Latina y el mundo subdesarrollado en general, es la superficialidad de su formato. Por alguna circunstancia, sobre la cual deberían realizarse muchas investigaciones a fondo, es común leer de los actores y observadores de los procesos educativos cuestionados, el énfasis que hacen en atribuirle a la no disponibilidad de recursos económicos, la falta de calidad en la misma .Como toda aseveración absoluta, tiene su grado de certeza y tiene su grado de error.

El grado de certeza es claramente visible por el estado de las instalaciones educativas.Pero es sintomático que mientras hasta en la más modesta de las instalaciones privadas hay una línea de trabajo permanente en la vigilancia del buen estado de la infraestructura y de los servicios, en el área pública tenemos exactamente todo lo contrario.Existe una desidia generalizada con el estado de las instalaciones, las cuales se mantienen en el mas notorio deterioro; los niños y los jóvenes son educadas en ellas, y a nadie le parece realmente importante y trascendente en que ese sea el estado de las casas de educación.

Hemos sostenido en la mayoría de nuestros artículos en este espacio y por este medio, que lo público debe ser hermoso.Porque lo público es el rostro del país que tenemos. De su ambiente, de su gente, de sus instituciones, de su Estado, de su sociedad. ¿Por qué las escuelas, los liceos, los tecnológicos y las universidades tienen que estar sucias? La casa de estudio que se tiene es el hogar del alma.Se le llama en latín Alma Mater. Es la voz que permanece de un idioma que durante mucho tiempo, fue el selecto código a través del cual se transfería el conocimiento. ¿Por qué el alma mater debe estar sucia? Si el alma mater no expresa aseo, limpieza, pulcritud, no esperemos ni aspiremos a tener una educación de calidad en ningún sentido.

Lo mismo ocurre con los hospitales, con los ambulatorios, con los centros públicos de asistencia.¿ Por qué lo público tiene que estar sucio, golpeado, maltratado, vejado? Y esta es una situación, como hemos señalado arriba, altamente vinculada con el subdesarrollo. Nunca hay presupuesto para arreglar baños, pintar paredes, remozar fachadas, climatizar aulas. Pero el problema no es solo de presupuesto.El problema mayor es el de la indolencia de los usuarios. La falta del valor de la valoración, valga la redundancia.Es decir, no valoramos lo que tenemos ni lo que usamos.Somos indigentes en la función de servicio.A la escuela se le niega hasta el agua, se le niega la luz, se le esconde el papel y se le pelea el lápiz.Entonces, se nos ocurre que así vamos a ser un país, una sociedad, una cultura de primer mundo.

No amigos. Para ser mejor lo primero que tenemos que hacer es no pelear contra el aseo, la higiene, el orden de todos los espacios públicos.La gran revolución educativa que tenemos que hacer todos los países subdesarrollados del planeta, es sacudirnos nuestra condición mental de subdesarrollados.Es entender que debemos comenzar a generar un trato educado con todo lo que hacemos. Porque hoy en día, la Cultura es Educación en todo sentido. Mientras nuestros espacios públicos y en particular, nuestros centros de salud y nuestras casas de estudio no reflejen un orden de limpieza y estética de primera calidad, no aspiremos a que nuestra matemática, nuestra ortografía, nuestro lenguaje sean mejores.

Si nuestro deseo de limpiar, de asear, de ordenar fueran tan resonantes como nuestros reclamos, seguro que tendríamos una sociedad con mayor bienestar.Sin limpieza, sin aseo, sin higiene no se puede ordenar, resolver,crear, aprender, producir, mejorar absolutamente nada. Y el problema no es el Estado ni los políticos solamente. Somos todos quienes convivimos en la Sociedad. Porque queremos que el desarrollo nos lo creen otros, no nosotros. Porque nos encanta reclamar pero no aportar.Porque nos gusta señalar pero no esforzarnos.Tenemos una aguda cultura de la crítica, pero tambien una mayor y pesada cultura de indolencia.De dejar pasar. De descuido, desorden y desaseo. No en vano han pasado tirios y troyanos por la administración pública y las cosas permanecen igual. No es lo que los diferencia en el discurso el problema.Es la semejanza de la inacción lo que realmente preocupa.Y sobre todo, que se haya sembrado una cultura popular de desidia, de culpa transferida, una idiosincrasia del desdén y del maltrato hacia lo público.Despues, nos devanamos los sesos pensando de donde nos llegó la delincuencia.De nuestra falta de orden y de limpieza.Porque sin ellos, le abrimos la puerta a los roedores y hacemos prosperar su reproducción.

He allí la paradoja del nombre del artículo de hoy.Necesitamos una Educación Profunda.Una educación que sirva para asear, ordenar, limpiar, embellecer. La ética no puede estar peleada con la estética. Lo que tenemos dentro de nosotros es lo que reflejamos en el ambiente que vivimos y lo que tenemos fuera genera condicionamientos interiores. Si nuestros espacios públicos los ordenamos, los limpiamos, los aseamos, y damos un buen servicio con ellos, tendremos un mejor ciudadano. Si las calles dejan de estar rotas, si los semáforos funcionan, si los funcionarios públicos atienden con una sonrisa, si se prestan mejores servicios, si mejoramos el trato entre nosotros, y hay aprecio como norma de respeto, tendremos un mejor país.

Pero hay que esforzarse. Hay que colaborar trabajando los conceptos que mencionamos como valores de desarrollo. Si el aula está deteriorada, la primera función del docente no es tomar la tiza y el borrador.Es la de tomar una brocha y un galón de pintura y ponerse al frente de su clase para asear y limpiar el aula donde se forma al alma. Igual ocurre con los centros de salud. Si el médico y el enfermero observan que están trabajando en el desaseo y la falta de higiene, la primera labor debe ser abrir las puertas del hospital o ambulatorio a la comunidad para que todos colaboren con el aseo, la limpieza y la pintura de esos centros, con los médicos y los enfermeros a la cabeza. La primera lección de un profesional, no es la de su conocimiento especializado. Es la de sus conocimientos básicos. Sus valores y actitudes ante el escenario adverso que no le permite aportar en condiciones deseables los beneficios de su conocimiento específico.Su valor y liderazgo para revertir el ambiente en donde sabe no puede trabajar bien.Si hace lo contrario, le enseña a todos los usuarios que carecen de conocimiento especializado, que su función la puede ejercer en las deplorables condiciones en la que trabaja. Y no va a disminuir la presión sobre él.Porque la carencia de un ambiente preparado para la prestación de su vital función se reflejará irremisiblemente sobre ésta y constituirá en buena medida la percepción pública sobre su labor.

No puede ser que lo común con lo público sea el desvalijamiento, el deterioro, la depredación de los recursos que están destinados a servir al público.En los hospitales, la dotación desaparece en días, en algunos casos en horas. ¿Cómo podemos tener servicios públicos de salud de calidad si no cuentan con los insumos necesarios para prestar sus servicios?
La puerta que conduce a la solución del problema sigue cerrada. Y está cerrada porque cada uno de nosotros tiene una llave que abre una de las múltiples cerraduras que la mantienen en ese estado. Y continuará así, hasta que cada uno de nosotros abra la que responsablemente le corresponde. Necesitamos una educación profunda que nos abra la puerta del Desarrollo.

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