Opinión Nacional

Una nueva beata

La beatificación de la Madre Candelaria de San José es una oportunidad para dejar a un lado las diferencias y crear oportunidades de encuentro, de paz y solidaridad entre los venezolanos. Al margen de ser creyentes o no, el hecho histórico de que la Iglesia católica reconozca, una vez más, la labor realizada por una religiosa venezolana es una ocasión para recordar que, son mucho más los aspectos positivos de nuestra sociedad que las debilidades en las cuales nos solemos concentrar y afianzar.

Susana Paz Castillo Ramírez fue el nombre completo con el cual vivió sus primero años de vida la Madre Candelaria de San José. Nació el 11 de agosto de 1863 en Altagracia de Orituco. Una época difícil y compleja en la cual Venezuela se debatió entre constantes disturbios políticos y una gran pobreza. Si actualmente, a inicios del siglo XXI y con un barril de petróleo rodeando los 100 dólares, hay pobreza en los caseríos y pueblos del interior de nuestro país… como serían estas regiones a finales del siglo XIX o principios del siglo XX. La realidad fue de dimensiones que hoy no seríamos capaz de comprender y mucho menos para quienes tenemos, a pesar de las dificultades, la posibilidad de vivir en las capitales.

En este escenario, la Iglesia católica fue una de las pocas instituciones, por no decir la única, que ofreció una alternativa diferente. Fue una institución que estaba al lado de los más necesitados. Personas, como Susana Paz Castillo y Monseñor Sixto Sosa, comprendieron que era necesario actuar. Las palabras, si bien ayudan, no sacian las necesidades del hombre.

En estos momentos, después de un proceso de canonización complejo (que todavía sigue adelante) hay una nueva beata en los altares. Importante, porque fue un proceso en donde los momentos, las palabras y los testimonios de quienes conocieron a la Madre Candelaria fueron analizados (con tribunal incluido) en profundidad para identificar sus virtudes; más allá de los milagros. Por otra parte, el milagro sometido a consideración de los responsables del proceso (que incluyen médicos-especialistas en el área), grupos de teólogos y expertos han asumido que no hubo explicación médica posible. ¿Fue un milagro? Para los creyente, sí. Para quienes no lo son, aunque puedan existir explicaciones científicas en algún lado, el hecho que ocurriera en el momento y en la forma como ocurrió es suficiente para considerarlo como algo que se escapa a los métodos científicos más exigentes… pero, en definitiva… ¿no es un milagro en si mismo el poder creer?
Para los católicos, y para los venezolanos en general, debe ser una fiesta el reconocimiento de la Madre Candelaria como beata. A partir de este momento se le puede rendir culto público en el país y en ciertos lugares específicos. Su vida, sus valores y su testimonio están a disposición de quienes consideren pueda ser un ejemplo a seguir. En síntesis: el respeto al prójimo, la solidaridad, la paz y el asumir que todos, en definitiva, somos seres humanos. Lo demás, si no está al servicio del hombre…. probablemente no esté haciendo esclavos.

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