Opinión Nacional

Una patada, por favor

Arreglar y torcer a un país no es tarea fácil. Se puede ser muy “especial” para realizar ambas cosas. Al poner todo en su lugar y en efectivo funcionamiento podemos hablar de una persona capacitada, con claros conocimientos del trabajo que efectúa. Al llevar a un país al desastre con evidentes rasgos de cambiar el rumbo para lo que fue creado, la torpeza se vuelve mayúscula. Solo dos personas lo pueden hacer: el sabio y el bruto.

El reto es conseguir a alguien que procure acercarse a la realidad y dar un punto de vista descontaminado de política ortodoxa, con alma pura para discernir e intentar darle un empujón a Venezuela para salvarla o terminar de caer en el precipicio. Mientras eso no suceda el país va a la deriva. Se deciden cosas, se hacen otras, pero no llegamos al punto o la clave para desenredar la madeja de problemas que tenemos sobre los hombros.

Hay episodios en el largo capítulo de la Venezuela perdida, que nos coloca en un laberinto de situaciones inesperadas y fatalistas; otras veces se recupera la asfixia cuando hay muestras de pinceladas de esperanzas. Pero que va, esperanza inútil porque nos damos cuenta que estamos en el mismo punto del círculo vicioso de nuestra epopeya criolla.

Qué vamos hacer es lo que ronda en la cabeza de cada venezolano que busca atajos desesperados. Y eso es precisamente lo que estamos viviendo en un país donde la emergencia marca el ritmo de la vida urbana. Emergencia para la justicia, emergencia para comprar alimentos y medicinas, emergencia de salud, emergencia en las cárceles, emergencia espiritual, emergencia para obtener vivienda, emergencia para sobrevivir ante la inseguridad.

La nueva casta política asegura que se están arreglando las cosas y los que difieren se lucen protestando por inconformidad. Hay criterio para todo tipo de necesidad. Por ejemplo, la inseguridad sobrevenida de las series de televisión, la vivienda es únicamente para el que tiene familia. Los que viven solos y con cierta edad, favor abstenerse, no tienen derecho a techo propio, así lo ordene la carta magna. También tenemos emergencia porque todo el mundo mete mano en Venezuela menos nosotros.

¿Hacia donde vamos? No sé. Pero por estos días de tanta calamidad y en el año de la toma de conciencia, solo queda exigir a gritos destemplados que los políticos deben actuar y decidir a la medida de las necesidades de sus electores o ciudadanos y no al revés. La otra opción es esperar que un buen samaritano nos de la patadita por el trasero para salir con suerte de este atolladero.

Si vuelven a invocar un Caracazo, Cicerón dice: (…) la arrogancia de los funcionarios públicos debe ser moderada, controlada, y la ayuda a otros países debe eliminarse, para que Roma no vaya a la bancarrota. La gente debe aprender nuevamente a trabajar, en lugar de vivir a costa del Estado

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